Existen empresas que al momento de su conformación carecen de capital suficiente como para sostener el pago a proveedores, insumos, salarios, etc., e incluso que durante un tiempo no serán capaces... Ver más
Quema de Humedales: Los efectos devastadores del modelo productivo
Todo el país está sacudido por el tema de la quema de las islas del humedal del Paraná. Interminables jornadas narradas desde el hastío por el humo que llena nuestras calles, balcones y pulmones, documentadas por fotografías sacadas desde distintos puntos de la ciudad donde se aprecia la magnitud del fenómeno en gigantescas llamaradas que se ven por la noche como nunca se habían visto. Hoy podemos confrontar con otra postal: la de más de 3000 personas llenando el puente Rosario-Victoria convocadas mediante asambleas y multisectoriales para frenar este arrebato que tiene larga data y responsables concretos.
No es una catástrofe ambiental: es el modelo productivo. En la década del 90 el menemismo dejó entrar a Monsanto y sus productos RR (RoundupReady). Semillas modificadas genéticamente para resistir el agrotóxico que elimina todo otro organismo vivo. El paquete semillas más agrotóxico patentado por Monsanto, que había sido rechazado en Europa y EEUU, pasa a tener en América Latina el espacio que los monopolios necesitan para extraer sus ganancias. En poco tiempo esto trajo aparejado una mayor concentración de la producción, la creación de pooles de siembra y la dependencia de nuestra economía de los commodities de la soja transgénica. Con el correr de los años y la profundización del modelo la extensión de la frontera sojera se tradujo en desmontes, quema de pastizales y acaparamiento de tierras que antes estaban destinadas a ganadería u otros productos agrícolas al total empleo para la siembra de soja RR. Esto implicó no solamente la suba desmedida de los productos como la carne, lácteos y harina y sus derivados sino también su concentración en una menor cantidad de monopolios que producen y comercializan estos productos. A la par de políticas que implican una valoración de la soja como producto alimentario que disfrazaba su principal destino: exportación a países que lo utilizan como forraje para la obtención de divisas en nuestro país.
El modelo agroindustrial basado en el monocultivo y destinado a la exportación se consolidó con fuerza durante los años del kirchnerismo, dado que los commodities ligados a la soja tuvieron un alza en los precios y nuestro país recibía dólares que fueron empleados en estabilizar la economía a corto plazo. Con ello la frontera de soja siguió expandiéndose dejando a su paso suelos arrasados, contaminación del ambiente y envenenamiento de la población.
Los humedales del Paraná ya fueron utilizados en la década pasada para llevar cabezas de ganado. Los picos de quema de pastizales durante el 2008 movilizaron a la población y los gobiernos tuvieron que salir a responder con proyectos de preservación del humedal. Esto quedó solo en letra muerta y hoy se refuerza la búsqueda de hacer de esas tierras el lugar preponderante para la ganadería nuevamente, con el visto bueno de los gobiernos de Entre Ríos y Santa Fe para que los privados hagan el trabajo sucio. Quemas continuas de los pastizales preparan el terreno arrasando a su paso con la flora y la fauna, estableciendo a futuro no solo el mejor lugar para los pastizales que engordan a las vacas sino además prometiendo la total destrucción de uno de los ecosistemas que regulan la creciente del río y absorben monóxido de carbono, entre otras funciones primordiales para la vida, para la salud de la tierra y, por carácter transitivo, de las personas que vivimos en ella.
El refuerzo de este modelo productivo que tiene sus bases en el siglo XIX cuando con orgullo nos erigimos en “el granero del mundo” -eufemismo que ya declaraba la primarización de nuestra economía al servicio de las potencias imperialistas- tiene su versión actual en un gobierno cuya preocupación principal es darle cauce al compromiso de pago de la deuda externa. Porque la contracara del modelo es no solo la organización de nuestra producción acorde a las inversiones de los monopolios y multinacionales extranjeras sino además la búsqueda de la obtención de dólares para saldar la deuda odiosa de la que somos subsidiarios con el FMI, los fondos buitres y otros organismos financieros internacionales y que determinan que la producción y toda la economía en Argentina tiene como tarea no la salud y la alimentación de su población sino fundamentalmente el pago de enormes sumas de dinero a la especulación injusta de una deuda contraída ilegítimamente.
Para cortar con el ciclo de la dependencia hay que suspender los pagos, investigar qué parte de esa deuda es legítima y cual de ella no, para no pagar lo que no debemos con el hambre y la miseria de nuestro pueblo y avanzar en recuperar la soberanía política para poder resolver la soberanía alimentaria. Es momento de intervenir en la crisis abierta que se expresa en la mitad de la población bajo la línea de pobreza, en la precarización del sistema de salud, en el congelamiento de paritarias de todos los sectores, el hambre creciente de las barriadas populares y la destrucción del medio ambiente para poner como prioridad las necesidades populares por encima del pago de la deuda odiosa. Defender los humedales es dar una disputa abierta contra los monopolios y multinacionales que saquean nuestros recursos, enfrentar los gobiernos que erigen sus políticas sobre la base de este modelo productivo y poner sobre la mesa nuestras demandas junto al resto de los sectores populares en lucha.
María Ocampo
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