Perón y el “documento reservado”

Miércoles, 16. Octubre 2024
Perón y el “documento reservado”

El día 2 de octubre de 1973, el diario La Opinión publicaba una nota titulada "Drásticas instrucciones a los dirigentes del movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista". Así se hacía público el texto conocido como el “documento reservado”, en el que el presidente Juan Domingo Perón daba la orden de enfrentar a la izquierda peronista y a la izquierda en general.

Antecedentes

El 25 de mayo de 1973 asumió la presidencia Héctor Cámpora, triunfador en el llamado a elecciones que puso fin a la dictadura iniciada en 1966. Tras el Cordobazo del ’69, el general Lanusse había pactado con el peronismo y el radicalismo un cronograma electoral que le diera cauce institucional a la insurgencia de masas. Con el general exiliado todavía proscripto, pero no así su fuerza política, quela fórmula del peronismo hizo campaña con el slogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El presidente electo levantó la proscripción a poco de asumir y el 20 de junio Perón volvió al país, haciendo realidad la consigna de la movilización peronista “luche y vuelve”. Pero el retorno fue conflictivo. La derecha peronista -o la “ortodoxia”, como gustaba llamarse- emboscó a la izquierda del movimiento en lo que se conoció como la “masacre de Ezeiza”. El general retornado iba dando aviso de la orientación que iba a tomar en esta etapa.

El mismo día de la asunción presidencial se produjo el Devotazo, que derivó en la amnistía para los detenidos durante la dictadura. La lucha popular tenía como uno de sus ejes la pelea contra el “continuismo”, es decir la permanencia de funcionarios de la dictadura en distintos niveles del estado. Pero la primavera democrática que se habrió con Cámpora terminó cuando el este renunció por las presiones del propio Perón. Durante el interinato asumido por Lastiri se sancionó el decreto Nº 1454 del 24 de septiembre, por el cual se declaraba ilegal al ERP. 

A fines de septiembre cayó ajusticiado José Ignacio Rucci. El asesinato del dirigente de la CGT fue utilizado como excusa del informe reservado, que sin embargo, por su profundidad no parece haber sido ideado de un día para el otro.

Guerra contra la subversión

El documento fue presentado el 1º de octubre en una reunión de la que participaron Perón, José López Rega, senadores y gobernadores peronistas. Comenzaba de esta manera:

“El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”.

Más adelante, el documento denunciará la “infiltración” del movimiento, cuyo objetivo sería “desvirtuar los principios doctrinarios del justicialismo”. Ante ello, se plantea un “estado de guerra” que se dirige contra el peronismo y, por extensión, contra el conjunto del país. 

Se declara el estado de movilización dentro del peronismo, que “utilizará todos los medios de lucha que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad”. La movilización debía dar lugar a una campaña que sirviera a “la reafirmación doctrinaria y al combate del enemigo”: se debía expulsar a toda persona o grupo sospechado de marxismo, a quien expresara públicamente disidencias con Perón u otro referente, o quien no colaborara con la campaña. A los apuntados se los debía excluir de cualquier reunión y del uso de medios de difusión del peronismo, así como “en las manifestaciones o actos públicos los peronistas impedirán por todos los medios que las fracciones vinculadas al marxismo tomen participación”.

El golpe principal de esta campaña estaba dirigido a Montoneros y demás grupos e intelectuales de la izquierda peronista. Pero los conceptos “marxistas”, “terroristas” y “subversivos”, alineados uno después del otro en el párrafo introductorio, ampliaban el problema a toda la izquierda revolucionaria. La apelación a “todos los medios de lucha” era una referencia poco sutil a los métodos paraestatales que se instalarían en el gobierno peronista. Hacia el final de ese año hizo su aparición pública la Triple A, con un atentado contra el senador radical Hipólito Solari Yirigoyen el 21 de noviembre. Al mes siguiente, la organización difundió una “lista negra” de personas que “serán inmediatamente ejecutadas donde se las encuentre”: estaban incluidos, entre otros, Mario Santucho, Agustín Tosco, René Salamanca, Rodolfo Puigróss, Julio Troxler y monseñor Angelelli. De entre los varios cientos de militantes asesinados por la Triple A, están nuestros camaradas Raúl Kossoy y Ana María Estevao, caídos en 1974. 

Durante 1973, antes y después de la publicación del documento, se produjeron asesinatos, secuestros y atentados contra locales. El 30 de noviembre murió en un accidente de avión -sospechado de haber sido un atentado- el gobernador misionero Irrazábal, que viajaba junto al vicegobernador y sus esposas.

En una conferencia en la CGT, Perón fundamentó esta campaña con una metáfora biológica: "El microbio que entra genera sus propios anticuerpos en el organismo y son esos mismos anticuerpos los que actúan en autodefensa".

Un plan reaccionario

El documento reservado fue parte de un plan general para enfrentar el ascenso de masas de aquellos años. En noviembre de 1973 se sancionó la Ley 20.615 de Asociaciones Profesionales, con la cual el estado reforzaba la posición de la burocracia sindical, otorgando herramientas legales para aislar al clasismo, como intervenir sindicatos y seccionales o anular elecciones.

Al año siguiente comenzó la depuración de gobernadores. El 19 de enero de 1974 Bidegain fue forzado a renunciar a la gobernación de Buenos Aires, acusado de connivencia con el ERP. En febrero se produjo en Córdoba el “Navarrazo”, levantamiento encabezado por el jefe de policía provincial Navarro contra el gobernador Obregón Cano. En junio fue destituido por la Legislatura mendocina el gobernador Martínez Baca. En noviembre, ya con Isabel Perón en la presidencia, el Ejecutivo nacional intervino la provincia de Salta, destituyendo al gobernador Ragone.

Un episodio notorio fue la reunión con los legisladores de la Tendencia Revolucionaria, electos durante el triunfo de Cámpora. Estos habían sido críticos de la aprobación del nuevo código penal que profundizaba la legislación represiva. Pidieron una cita con Perón, quien los recibió en la Quinta de Olivos. Allí, en una reunión transmitida en vivo por televisión, les planteó cosas tales como que “Si no tenemos la ley, el camino será otro, y les aseguro que, puestos a enfrentar violencia contra violencia, nosotros tenemos más medios para aplastarlos, y lo haremos a cualquier precio”. Días después, los legisladores de la Tendencia renunciaban a sus bancas.

Otro punto de quiebre fue el recordado acto del 1° de Mayo de 1974, donde Perón acusó de “estúpidos e imberbes” a los Montoneros, que se retiraron de la Plaza de Mayo junto a otras organizaciones -entre ellas Vanguardia Comunista-, dejando media plaza vacía.

Conclusiones

Luego de años de proscripción, el retorno de Perón al poder generó inmensas expectativas en las masas populares, en espacial entre los peronistas. Pero el general no volvía con banderas antiimperialistas, sino para liquidar la experiencia que había nacido al calor del Cordobazo, en un mundo en donde la revolución y el socialismo se abrían paso. Esta línea se profundizó duranta la presidencia de Isabel, pero había comenzado con el propio Perón.

El “tercer peronismo” no fue un gobierno popular ni tercermundista. El “documento reservado”, sus antecedentes y el desarrollo posterior dan cuenta inequívoca de ello. A su vez, la represión paraestatal que comenzó en aquellos años fue el antecedente del terrorismo de estado que se desataría en toda su magnitud tras el golpe del ’76.

Más allá de algunos desajustes, la posición de nuestro partido ante estos hechos fue en lo central correcta, dotándose de una línea de masas, pero con la claridad de que los revolucionarios no podían apoyar a este gobierno, al cual en determinado punto hubo que enfrentar abiertamente. Este es el desafío para el partido marxista – leninista: a partir de una caracterización científica de la sociedad, dotarse de una línea correcta para identificar los sectores de los grandes movimientos nacionalistas de masas, y saber identificar la determinación principal en la dialéctica de la unidad y la lucha en el camino de derrotar a los monopolios y el imperialismo.


Matías Maidana

Miércoles, Octubre 16, 2024 - 14:30

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