Organizar a los trabajadores para intervenir en la crisis

Lunes, 1. Julio 2024

Una ley antiobrera

La recientemente aprobada Ley Bases presenta un capítulo de artículos de reforma laboral. Si bien el proyecto inicial del gobierno era más ambicioso, de los 60 artículos originales quedaron 14. Este fue el resultado de la presión de la CGT a través del lobby de Pichetto, que impulsaron que quedaran afuera los artículos que introducían cambios relativos a sindicatos, obras sociales y cuotas solidarias. Así, la burocracia defendió su caja y su aparato a costa de dejar pasar las reformas que plantean una mayor precariedad laboral y que limitan el ejercicio de la protesta. De esta forma, el período de prueba pasa de 3 meses a entre 6 y 8 dependiendo del tamaño de la empresa; crea un “fondo de cese laboral” en el camino de barrer con las indemnizaciones; elimina las multas por trabajo no registrado o demora en el pago de indemnizaciones; permite la contratación de hasta tres trabajadores bajo la figura de “independientes”, es decir sin relación de dependencia; y además incorpora como causal de despido la participación de un trabajador en un bloqueo o toma de fábrica. Todo esto bajo el eufemismo de la “generación de empleo registrado”. A esto hay que sumar una desregulación del trabajo en el Estado que barre con la estabilidad garantizada constitucionalmente.

La reforma laboral, lejos de crear más empleo registrado, viene a precarizar el que ya existe, quitando derechos en función de abaratar costos. El argumento de que una reducción de los costos empresarios redundaría en una mayor creación de empleo es una estafa. En el corto plazo, no puede haber más trabajo en el cuadro recesivo que atraviesa la economía; en el largo plazo, más trabajo solo es posible en el marco de un plan de desarrollo autónomo que ponga como criterio las necesidades del país y sus habitantes. En una economía deformada por el monopolio y la dependencia, la generación de empleo puede ir fluctuando, avanzando en períodos de relativa bonanza y retrayéndose en coyunturas como la actual. Las formas de precarización laboral hacen más sencillo el despido de aquellos que “sobran” para las necesidades del capital.

Incluso en el mejor de los casos, el camino trazado por el gobierno y aprobado por el Congreso va directo hacia la precarización. El espejo de estas reformas es Perú, en donde los números de informalidad laboral son escandalosos. Según la consultora ComexPerú, en 2022 el trabajo informal fue del 74%. Al año siguiente bajó a 71,1%, sobre la base de haberse perdido unos 600.000 puestos.


Los salarios, en caída

A este cuadro de mayor precarización hay que sumar el problema del ingreso, con trabajadores registrados que ganan salarios por debajo de la línea de pobreza. Así, el alza de la desocupación convive con un fenómeno en apariencia contradictorio, pero en realidad complementario: el de la sobreocupación, con trabajadores que necesitan de más de un ingreso para llegar a fin de mes.

La semana pasada la propaganda oficialista difundía con tono triunfal un dato del Indec según el cual los salarios le ganaron a la inflación. Esto se desprende de comparar las subas promedio de los trabajadores registrados (12%) con la inflación (8,8%) en el mes de abril. La unilateralidad en la presentación mediática de estos datos no puede ser más alevosa. Primero porque lo que estuvo por encima de la inflación fue el promedio del salario bajo convenio; es decir, se quedan afuera tanto los trabajadores del sector público (cuyo aumento para el periodo fue del 7,5% en promedio) y los no registrados (7,8%), que representan a más de un tercio de la población trabajadora. Por otra parte, al referir al sector privado se habla explícitamente de un promedio, en donde los distintos rubros tienen variaciones muy importantes: no tienen punto de comparación los convenios que se firman en ramas estratégicas con los de otros sectores que en el último año y medio apenas han tenido paritarias. Por otra parte, está el tema de la foto actual en relación a la película completa. Siempre según el Indec, en el último año la inflación creció un 289,4% y los salarios un 213,6% -que se reduce a un 135,6% en el caso del trabajo en negro-; si hacemos el recorte desde la asunción del actual gobierno, tenemos que la inflación le gana a los salarios por 65% contra 60,3%. 

A este cuadro hay que sumarle que, junto a la Ley Bases, el Congreso aprobó un paquete fiscal que restablece el impuesto al salario: los solteros tributarán “ganancias” a partir de los $1.800.000. Esto fue aprobado en el mismo combo de las exenciones impositivas a las grandes empresas, del blanqueo de la guita sucia y de una reforma en bienes personales favorable a los más ricos. 

Hay que intervenir

Junto a los desocupados, los jubilados y los estudiantes, los trabajadores están dentro de los sectores del pueblo que se ven duramente afectados por el plan del gobierno; para usar el eufemismo oficial, son parte de “la casta”.

Aturdido por la magnitud del golpe recibido, el movimiento obrero enfrenta el ajuste y la prepotencia patronal, con luchas de distinto alcance entre los aceiteros, petroleros, alimentación, neumáticos, choferes de colectivos, estatales, salud, universitarios y docentes, siendo el punto más alto la gran movilización de Misiones con la docencia a la cabeza. Presionada por abajo, la CGT llamó a dos paros generales en lo que va del mandato de Milei.

Más allá de la lucha por el salario y las condiciones de trabajo, el movimiento obrero debe intervenir en la situación para quebrar el ajuste y terminar con este plan antiobrero y antipopular. Las jerarquías sindicales se mueven entre la traición abierta, la colaboración velada y una oposición que pivotea en la interna del peronismo. Se trata de contradicciones que deben ser tenidas en cuenta y aprovechadas, ya que la movilización de los sectores que están bajo esas conducciones le aporta un contingente de peso a la pelea. Así se vio en el último paro general, y también en la concentración contra la Ley Bases en el Senado, en donde la aparición de un sector de la CGT colaboró con el armado de un escenario de mayor confrontación.

Pero esta no es la tarea principal. Caracterizar con precisión estos detalles no debe eclipsar que el centro debe estar en poner en pie una intervención independiente y combativa. Y si bien existen expresiones que están dentro de este campo, lo distintivo debe ser que la construcción se ponga al servicio de un proyecto en donde la clase trabajadora dirija la unidad antimonopólica, antiimperialista, patriótica y popular, en el camino de que la rebelión de los de abajo sea la que abra un nuevo curso para la situación. 

Valeria Casas

Lunes, Julio 1, 2024 - 15:30

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