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OpiniónI Pese a Macri y sus socios el conflicto universitario no está cerrado

La huelga docente sostenida durante la segunda mitad de 2018 intentó ser cerrada luego de varias semanas de paro, cuando la lucha se encontraba en su punto más alto en extensión y masividad, momento en el cual fue traicionada por la mayoría de las federaciones docentes, tras la aceptación de un aumento con sumas en negro del 24% (la mitad de la inflación sufrida durante el año) y promesas de revisión hacia el final del ciclo lectivo, es decir sin cláusula gatillo, que obviamente no fueron atendidas por el gobierno.
La principal responsabilidad de esta entrega correspondió políticamente al kirchnerismo, con mayoría en CONADU, quien actuó bajo una lógica perversa: de una parte adueñarse de la cuota solidaria luego de firmar el “acuerdo” salarial, que en concreto le reportó al Secretario General de esta federación Carlos De Feo y su mesa chica nada menos que 37 millones de pesos, es decir un millón de dólares y, de otra, asegurar la gobernabilidad del macrismo ante el peligro de que el movimiento terminara en un estallido que pusiera en peligro la paz social necesaria para las aspiraciones electorales de Cristina Fernández.
Y lo cierto es que razones para dicho temor no faltaron. Así, tras una movilización de más de 150 mil personas en Córdoba, 100 mil en Rosario y cifras también multitudinarias en el resto de las Universidades Nacionales, el movimiento logró reunir a más 350 mil asistentes en la ciudad de Buenos Aires, consiguiendo de esta forma quebrar la resistencia del gobierno a romper el techo del 15% inicialmente ofertado y obligarlo a retornar a la mesa paritaria. Sin embargo, al mismo tiempo, puso de manifiesto que el camino de la lucha de calles no desembocaría mansamente en las urnas en 2019. Por eso, las fuerzas políticas docentes y estudiantiles afines a la caudilla de Barrio Recoleta y a Cambiemos salieron a apagar el incendio votando la aceptación del magro aumento, el levantamiento del paro y el cese de las ocupaciones de facultades, quedando sólo en pie de guerra los sectores docentes alineados con CONADU Histórica, que rechazaron la propuesta, y las fuerzas estudiantiles de izquierda más las provenientes de la ola verde; esta última con mayoría en el grueso de las asambleas y tomas.
Esta conformación heterogénea y carente de organización de gran parte del movimiento estudiantil fue, de una parte, decisiva a la hora de lograr tamaña masividad durante los días de paro, pero, también, la que impuso límites programáticos que conspiraron contra la profundidad de las medidas, por caso, mantener ocupaciones por tiempo indefinido sin más norte que un pedido de declaración parlamentaria de emergencia universitaria, defensa de la educación pública y aumento del presupuesto educativo, en lugar de procurar, sin desmedro de ello, el desalojo de la reacción y el control de las Universidades, rindiendo homenaje práctico al movimiento reformista de un siglo atrás -algo por demás legitimado por esos días en las Universidades de todo el país-, y la búsqueda de una unidad obrero estudiantil junto a la conformación de comisiones internas por comisiones, retomando las mejores banderas del Cordobazo y la experiencia rebelde de los ´70. Algo, desde ya, no imputable al movimiento de masas sino, fundamentalmente, a los sectores de vanguardia.
Pese a todo, tras el levantamiento del paro docente, un grupo nutrido de estudiantes mantuvo las ocupaciones asegurando numerosas marchas en diferentes Universidades, especialmente las de Córdoba y Comahue, donde al cabo de pocos días se evidenciaron ingresos de gendarmes y policías en acuerdo con la justicia antiprotesta, el periodismo de derecha, las autoridades académicas y distintas agrupaciones estudiantiles proclives a la gobernabilidad, logrando de esta forma un relativo aislamiento de quienes estaban dispuestos a mantener el estado de rebeldía, hecho que se vio potenciado tras las ineluctables imputaciones de usurpación y ordenes de desalojo, propias de toda reacción tras demagógicos gestos en mesas de diálogo.
Pese a todo, el gobierno no logró, como pretendía, obtener una derrota ejemplar. Muy por el contrario la lucha entró en un impás tras el receso estival y habrá que ver si el epílogo está próximo o si, por el contrario, se avecinan tiempos de mayor confrontación no sólo porque los gremios docentes han anticipado el no inicio de las clases en la Universidades, sino, porque, además, los estudiantes rebeldes no quedaron librados a su suerte. Inevitablemente estos suman muestras de simpatía por haber desafiado ejemplarmente, con riesgo de expulsión, el ajuste del gobierno. Por eso, en Córdoba, ADUNCOR, la asociación de base de CONADU Histórica, no dudó en afrontar financieramente los costos de la defensa de los estudiantes imputados que ocuparon el Pabellón Argentina, al tiempo que diferentes sectores han tomado su ejemplo como bandera para las luchas que se avecinan.
En definitiva, el juego no está cerrado y habrá que ver cómo, finalmente, se inclina la balanza.
Eduardo Maturano
Docente de la Universidad Nacional de Córdoba
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