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Macri obtuvo el respaldo para acordar con los buitres | Con los votos vergonzantes del kirchnerismo
El intento regulador del capital financiero tuvo su consecuencia lógica: Sin mayores contratiempos el gobierno logró un apoyo al acuerdo con los fondos buitres por parte de propios y ajenos.
En el marco de un intento de resurgimiento mediático, el ex Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, no ha dudado en afirmar que Cristina Fernández no tuvo el poder durante su gestión. Que el poder estuvo y está en manos de los grandes grupos económicos. Y que, respecto del gobierno anterior, Héctor Magnetto (expresión del poder real), precedió, permaneció y persistió al mismo.
Dicha afirmación, sin embargo, no puede eludir la aporía del “Estado en disputa” que el propio kirchnerismo formuló en su mejor momento, cuando pretendía que su gobierno había puesto en jaque al poder de los Magnetto´s desde un “espacio” “nacional y popular”, contando para ello no sólo con votos, sino, además, con capacidad de movilización de masas, justificación de la intelectualidad orgánica, subordinación de un sector de las Fuerzas Armadas, crecimiento chino del PBI, viento de cola en la balanza comercial, holgura de las reservas en el Banco Central, etc., razón por la cual bien cabría preguntar: ¿si eso no fue disposición de poder, qué fue?
Los marxistas leninistas siempre hemos apuntado a la construcción estratégica de un doble poder revolucionario como condición de fuerza para el derrocamiento del poder burgués. ¿Pero si el kirchnerismo no buscó ser un doble poder, sino parte de él (con su lógica de Estado en disputa), ni, según Moreno, dispuso de una porción de poder, entonces cuál fue su función histórica?
Probablemente el voto “no negativo” en favor del pago de la deuda a los fondos buitres aclare esta aparente paradoja existencial del kirchnerismo.
Como es sabido Néstor y Cristina Kirchner nunca impulsaron la construcción de un “socialismo (del siglo 21)” que justificara derrocar el poder a los Magnetto’s. Al contrario, categóricamente afirmaron la necesidad de impulsar un “capitalismo en serio” inclusivo de las grandes empresas monopólicas.
En 2011, durante su alocución en la Cumbre del G-20, Cristina Fernández delineó con precisión tal idea de capitalismo: “Lo que estoy proponiendo es volver al capitalismo en serio, porque esto que estamos viviendo no es capitalismo, es un anarcocapitalismo financiero total, donde nadie controla nada. Resulta que tenemos que controlar a los países a ver cómo ajustan. Por favor, regulemos a los que verdaderamente tenemos que regular (aplausos)”.
Dicha lógica reguladora se puso de manifiesto durante el megacanje de la deuda, el pago a Repsol y al Club de Paris. En todos los casos el kirchnerismo intentó imponer su lógica renegociadora apuntada a un solo fin: “pagar para que volviesen las inversiones suspendidas desde el default”.
Pero sucedía que ese mismo año, 2011, el único generador de empleo era el Estado, en tanto el poder real (las grandes empresas), comenzaba a cuestionar a un gobierno incapaz de atraer inversiones que permitiesen sostener las ganancias extraordinarias de los años de las vacas gordas (mucho más extraordinarias que las ganancias de los testaferros Lazaro o Cristobal, tolerados en la marginalidad de los negocios).
Así las cosas, el día que hubo que levantar la mano para destrabar el “último” escollo de la renegociación de la deuda, el grueso de los legisladores K no dudaron. Diputados y Senadores aplicaron la misma lógica y sólo cuestionaron la falta de regateo de los negociadores macristas al Juez Griessa. Al fin y al cabo Macri había esgrimido un argumento ideológicamente coherente: “pagar para que vuelvan las inversiones”.
Hoy el ajuste a los trabajadores y demás sectores populares atado al pago de la deuda resulta elocuente. ¿Las inversiones de capital que vendrían después de pagar? Bien gracias. ¿Los legisladores kirchneristas? Todos haciendo la gran Rossi, es decir, tomar distancia tratando de figurar como los cadetes de un “espacio” que de “nacional y popular” no dio ni para la risa.
Jorge Díaz
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