Este 24 de marzo tendrá nuevamente a las calles de nuestro país como el principal escenario de expresión popular, en el sostenimiento de la pelea contra la impunidad de ayer y de hoy, en repudio... Ver más
Los tiempos se acortan
Habiendo transcurrido apenas nueve meses desde que el macrismo llegó al gobierno el país no arranca. La idea de basar el modelo económico en las inversiones extranjeras se ha demostrado falsa y gran parte de la “culpa” la tiene la conflictividad callejera. Y es que sin recortes salariales ningún empresario estará dispuesto a hacer inversiones más allá de que el gobierno ofrezca como garantía de seguridad jurídica el antecedente de haber pagado 16.500 millones de dólares a los fondos buitres. De ahí la importancia del pacto social con la burocracia sindical quien pese al cierre de 2.423 PyMES y más de 191 mil despidos registrados a la fecha, sigue sin ponerle día y hora a un paro nacional y mucho menos encarar un plan de lucha.
Sin embargo, el ascenso de las movilizaciones sociales contra la inflación, los tarifazos, los topes salariales y los despidos ha adquirido tal dimensión que difícilmente Macri y sus aliados del radicalismo puedan profundizar la dominación aún con la realización del “Foro de Negocios e Inversiones 2016”, más conocido como “Mini Davos”, en el cual esperan tentar con banderas de remate a más de 1.500 empresas monopólicas.
Y es que la recesión local empalma con la crisis mundial, en particular con la grave situación económica de Brasil y la incapacidad de Estados Unidos y el grupo del Pacífico de generar inversiones productivas, razón por la cual amplios sectores de la sociedad rápidamente están pasando de la fiesta a la decepción y del optimismo a la desesperación.
El gobierno es plenamente conciente de esta situación, de su impopularidad y de su falta de espadas para salir a batallar, siendo estas las razones por la cual Macri decidió tomar en sus manos la cartera económica en un intento por contener el desbande interno.
Este escenario le ha permitido recuperar la iniciativa al kirchnerismo quien pretende mostrarse como una alternativa nacional y popular al modelo neoliberal. Sin embargo, el descrédito provocado por la corrupción que envuelve a Cristina Fernández y su primera línea de ex funcionarios es tan grande que difícilmente logre encausar la bronca contra Macri. Medido por los votos, la cantidad de militantes y la capacidad de movilización del kirchnerismo de otrora, las personas puestas en la calle durante la Marcha Federal resultan un verdadero certificado de pobreza. Como lógica consecuencia, el reacomodamiento del peronismo tras la pérdida de poder y el liderazgo recuerdan a esas colmenas sin reina, con el enjambre sin saber a donde ir.
Este estado de movilización espontánea de las masas (aún con el lastre de la burocracia sindical), de grave situación material de los más necesitados, que no son pocos, de división en el seno de los partidos mayoritarios, de impotencia de los principales grupos económicos de poner en marcha un nuevo ciclo de acumulación y, por sobre todo, de creciente pérdida de capacidad de dominación por parte del Estado, ha puesto al país al borde del estallido.
Quienes desde el reformismo de izquierda (PO, MST, PTS, IS, etc.) vieron el triunfo de Macri como una prueba de derechización de las masas se equivocaron. Macri gobierna de prestado, con los votos de la bronca y el hastío al gobierno K. Quienes pensaron que la clave de la lucha estaría en el Parlamento, con una oposición poniendo coto al ajuste, se equivocaron. Los legisladores, genuflexos, no dudaron un segundo en relajarse para gozar ante lo inevitable. Quienes afirmaron que la clase trabajadora había perdido significación histórica, se equivocaron. Hoy son los trabajadores ocupados y desocupados quienes ocupan la primera línea de la resistencia y quienes están en mejores condiciones de pasar a la ofensiva. Entonces, en cuatro palabras, es tiempo de revolución, y eso obliga a los revolucionarios a un amplio trabajo de agitación y propaganda entre la clase trabajadora y las barriadas populares, porque todos los actores están a la vista y también debe estarlo la fuerza organizada de la revolución.
Jorge Díaz
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