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Ganar las calles contra el G-20 y el ajuste de Macri
Durante los días 30 de noviembre y 1 de diciembre venideros se desarrollará un nuevo encuentro del Grupo de los 20 países más industrializados (G-20) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El mismo ha generado una enorme expectativa e innumerables muestras de repudio contra quienes se saben “dueños del mundo”, asumiendo que la tertulia servirá para hermanar políticas de diverso tipo y limar asperezas. Sin embargo, el grado de disputa existente entre las distintas potencias podría hacer de la cumbre antes que una cita romántica un verdadero polvorín más virulento que el ambiente callejero promovido por grupos anticapitalistas y fuerzas de izquierda, contra quienes se perfilan las previsiones represivas de Macri y su ministra Bullrich.
El G-20 es un foro donde se reúnen los jefes de Estado, presidentes de bancos centrales y ministros de Economía de Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Corea del Sur, China, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y el resto de la Unión Europea, quienes en conjunto representan el 85% del Producto Bruto Mundial y el 75% del comercio internacional.
Además, participará España como invitado permanente y dos invitados por la presidencia (a cargo de Mauricio Macri): Chile, es decir su amigo Sebastián Piñera, y Holanda, es decir, su amiga Máxima Zorreguieta. Por último, como betún de amplitud representativa, vendrán unos pocos exponentes de los países más pobres del mundo: Singapur (a cargo de la presidencia de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), Senegal (a cargo de la presidencia de la Nueva Alianza Para el Desarrollo de África), Ruanda (a cargo de la presidencia de la Unión Africana) y Jamaica (a cargo de la presidencia de la Comunidad del Caribe).
Por el lado de los organismos internacionales estarán presentes los responsables del Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para agasajar a semejante pasarela Macri ha dispuesto gastar 100 millones de dólares, los cuales se emplearán principalmente en pertrechar fuerzas de seguridad y custodios garantes de la seguridad del encuentro y, también, cubrir traslados, encuentros sectoriales, comidas y fiestas de gala. Su objetivo principal es que la “fiesta” resulte un éxito y de esta manera mostrarse como garante del orden civilizatorio de cara a las próximas elecciones. Parte de ese orden será el capítulo concerniente al mundo del trabajo, propuesto como fundamental por parte de Macri no solo de cara al foro sino, fundamentalmente, a la reforma que habrá de impulsar en el país si finalmente resulta reelecto presidente.
Sin embargo, la verdad del G-20 no serán los gestos de este mandatario cholulo, sino las evidentes fracturas y muestras de desconfianzas recíprocas entre los pesos pesados, algo que ya se perfiló durante el fallido encuentro de la OMC realizado recientemente, también en Buenos Aires. Precisamente, la crisis de reproducción capitalista evidenciada en los magros resultados del crecimiento global ha vuelto a unos contra otros y alentado bloques políticos y militares en franco desarrollo. Según la última medición de las Perspectivas Económicas de la OCDE (Interim Economic Outlook), la expansión económica mundial parece haber llegado a su punto máximo, con perspectivas de crecimiento divergentes en todo el mundo e intensificación de riesgos (Ver análisis completo "La OCDE considera que el crecimiento mundial se modera conforme se intensifica la incertidumbre" en https://www.oecd.org)
En dicho contexto, Donald Trump es el primer problema de la cumbre. Lejos de venir de un escenario propicio para imponer condiciones, intentará reacomodarse tras el retroceso en las últimas elecciones legislativas, sin embargo, su impopularidad es tan alta que al igual que en su país deberá evitar hasta las conferencias de prensa a riesgo de que cualquier notero pueda amargarle el día. Por dicho motivo, a diferencia de otros mandatarios, Trump se asilará en su propio bunker, la Embajada norteamericana, y tendrá una custodia propia más sofisticada que la dispuesta por Macri, incluyendo fuerzas especiales por tierra, mar y aire con apoyo logístico desde Uruguay.
Sin embargo, quiera o no, Trump deberá verse frente a frente con Xi Jinping con quien sostiene la mayor guerra comercial luego de que Estados Unidos decretara medidas proteccionistas e infinidad de aranceles contra China y de que ésta respondiera por igual. Así, hasta el momento, ambos países se han impuesto más de 1.000 millones de dólares en aranceles cruzados y la tensión con centro en el Mar de la China, por donde circula el 80% del comercio mundial, y la Península de Corea, amenaza con derivar en choques militares.
Similar situación se evidencia entre Estados Unidos y Rusia cuyos presidentes se verán a puertas cerradas. Trump no solo ha promovido sanciones desde el Comité Olímpico contra gimnastas rusos. Su vehemencia ha incluido castigos a funcionarios y empresas asociadas a Moscú por presuntas actividades ilegales y ha calado al punto de anunciar el abandono unilateral del tratado de desarme nuclear firmado en 1987 por Mijail Gorbachov y Ronald Reagan, ya que para Trump, el mismo sería "obsoleto". Como ha trascendido, para Putin la decisión del republicano provocará una "carrera armamentista", y el lanzamiento del misil intercontinental Minuteman III el 8 de noviembre próximo pasado no solo abona esta teoría, sino el clima de enemistad que habrá de primar entre ambos países.
De igual modo Trump llega a esta cumbre enfrentado a Recep Erdogan tras el fallido golpe de Estado en Turquía alentado por la Casa Blanca, con Ángela Merkel por el contrapunto entre el comercio bilateral sostenido por los Estados Unidos y comercio multilateral requerido por la Unión Europea, y así de seguido. Todos contra (casi) todos teniendo a los Estados Unidos como piedra de la discordia.
Por dicha razón, lejos de rubricar el punto de vista de que el G-20 equivale a una serie de acuerdos de los poderosos apuntados a profundizar una suerte de crisis civilizatoria, es necesario destacar que el mismo viene a patentizar graves y profundas diferencias propias de una descomunal crisis del sistema capitalista frente a la cual es necesario desarrollar no “contracumbres” de respuesta, por caso el denominado Foro del Pensamiento Crítico impulsado por CLACSO con CFK y Dilma Rousseff a la cabeza, sino una decidida política de unidad de los revolucionarios, antimonopólica y antiimperialista, que gane las calles y ponga a la lucha por el poder como centro de gravedad.
Jorge Díaz
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