Formación - Acerca de El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado (Parte I)

Lunes, 19. Agosto 2019

A mediados del siglo XIX, los avances en la antropología y el estudio de la familia llevaron a Friederich Engels a abordar la cuestión desde el materialismo histórico, para combatir las interpretaciones religiosas e idealistas imperantes. El resultado de su trabajo se plasma en el libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884), del cual presentamos un breve apunte.

Ya en su prefacio, Engels señala que -de acuerdo a la teoría materialista- el factor decisivo de la historia es la producción de la vida inmediata: la producción de los medios de subsistencia y la reproducción del ser humano mismo. Es decir, que el orden social está determinado por dos tipos de producción: el desarrollo del trabajo [de la producción social] y de la familia [de la forma específica en que se organiza la reproducción de la vida]. 

A lo largo de la historia, se verifica que cuanto menos desarrollado está el trabajo productivo tanta mayor influencia tienen los vínculos de parentesco en el régimen social. Por el contrario, el aumento de la productividad del trabajo es un elemento revolucionario que desmiembra las sociedades basadas en lazos de parentesco y da origen a otras, basadas en las diferencias de clase. 


Estadios prehistóricos 

El antropólogo Lewis Henry Morgan (1877) introduce un primer orden clasificatorio de la prehistoria humana -en el cual Engels se va a apoyar para su trabajo- a partir de la división en tres épocas: salvajismo, barbarie y civilización, separando las dos primeras en estadios inferior, medio y superior de acuerdo a los avances de la producción de los medios de existencia.

Según dicho autor, el salvajismo se caracteriza por la apropiación de productos creados por la naturaleza. Son propios de la época el lenguaje articulado, el uso del fuego, la diversificación alimentaria y la expansión por el planeta de poblaciones dispersas dedicadas a la recolección y la caza con armas rudimentarias, con atisbos de navegación y residencia fija.

Con la barbarie se inicia un período de diferenciación entre los pueblos según las condiciones naturales en que viven. Su estadio inferior se caracteriza por la cría de animales y el cultivo de plantas (vida pastoril, sedentaria), pero progresa rápidamente hacia la construcción (adobe, piedra, madera), la alfarería y el descubrimiento de los primeros metales, propios del estadio medio. En el superior aparecerá la escritura alfabética, el uso del hierro y la agricultura, la vida aldeana y el crecimiento y centralización de la población, las primeras máquinas, manufacturas y barcos.

Si bien es rudimentaria, esta clasificación de épocas y estadios basados en el progreso de la producción sirve como un marco para analizar las formas de organización de la reproducción humana.  

La familia

En primer lugar, Engels distingue a la “familia” del “sistema de parentesco”. La primera se refiere a la forma o estructura de los vínculos por medio de los cuales se reproduce la vida humana, mientras que el sistema de parentesco señala las denominaciones, deberes, derechos y costumbres entre sus integrantes. La familia opera como elemento activo, que evoluciona; el sistema de parentesco es pasivo y cambia de acuerdo a las transformaciones en la primera. Algo similar a lo que ocurre entre las relaciones sociales de producción y los sistemas políticos, jurídicos, etc. de acuerdo a la teoría marxista. 

Esta concepción permite a la ciencia rastrear la existencia de tipos extintos de familia a través del estudio de los sistemas de parentesco. A partir de sus investigaciones sobre el parentesco, Morgan deduce la existencia de un estadio primitivo de promiscuidad donde todos los hombres y mujeres (hijos, hijas, padres, madres) se pertenecían sexualmente unos a otros, sin restricciones.

La salida de la humanidad de aquel estadio es, al mismo tiempo, el inicio y la evolución de la familia, en el siguiente orden: consanguínea, punalúa, sindiásmica y monogámica, con grados crecientes de limitación en las posibilidades de relación [comercio] sexual.

En la familia consanguínea, los grupos conyugales se clasifican por generaciones: todos los miembros de una misma generación son posibles parejas sexuales y solamente se excluye el matrimonio entre generaciones (padres e hijas, madres e hijos). 

Con la familia punalúa aparece la exclusión del comercio sexual entre hermanos (prohibición del incesto). Ahora, grupos enteros de hombres y mujeres se pertenecen sexualmente, excepto quienes son hermano/a. Como en el matrimonio por grupos -típico de la época salvaje- es imposible saber con certeza quién es el padre de una criatura, la descendencia se establece por línea femenina: por eso rige el derecho materno, la mujer es valorada en la comunidad y ocupa un lugar importante en la organización doméstica y social. 

Esta forma de familia será el antecedente primitivo de la institución social conocida como gens, constituida por un grupo de descendientes de una misma madre, fundamento de la estructura de las sociedades griega y romana.

La familia sindiásmica, propia de la barbarie, aparece a partir la prohibición gradual del matrimonio entre parientes cada vez más lejanos, lo que fuerza al abandono progresivo del matrimonio por grupos y permite la generalización de las relaciones conyugales estables, dentro de la estructura social gentilicia [de la gens]. 

Por último, el traspaso a la familia monogámica y la época de la civilización se producen tras un fuerte impulso de las fuerzas sociales. 

El paso de la recolección y la caza a la ganadería y la agricultura como formas de producción dominantes incrementa las riquezas disponibles, convirtiendo a las familias productoras en propietarias privadas del excedente. Asimismo, el crecimiento de la producción necesita nuevas fuentes de fuerza de trabajo, dando origen a la expansión de la esclavitud (anteriormente improductiva), el primer antagonismo de clases. 

Conforme la división sexual del trabajo vigente, el hombre trabaja la tierra, el ganado y los instrumentos de producción (esclavos incluidos), por ende es su propietario. Aquel queda en una posición de poder respecto a la mujer, que no tarda en reflejarse en el ámbito doméstico: el trabajo de reproducción social se transforma en un servicio privado de servidumbre, subordinado a la producción que corresponde al hombre. 

Por otro lado, con el objetivo de otorgar sus bienes en herencia a sus hijos -y no a la gens de la mujer- se suprimen la filiación por línea femenina y el derecho materno, que son reemplazados por la filiación masculina y la potestad paterna [patriarcado]. Y la única manera de asegurar la paternidad de sus hijos [sus herederos] es la monogamia indisoluble y la prohibición del adulterio [para la mujer]. 

De esta manera, llegamos a la conclusión de que la monogamia no es una institución natural, ni la forma más elevada de unión entre personas, ni el resultado lógico del amor, sino la forma de familia correspondiente al surgimiento de la propiedad privada, trayendo como consecuencia la opresión de la mujer. Más aún, el primer antagonismo de clases [amos y esclavos] coincide con el surgimiento del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia, o lo que es lo mismo: la primera opresión de clases coincide con la primera opresión de género.

En la modernidad capitalista, esta forma de matrimonio tiene sentido solamente para la burguesía, que posee propiedades para dar en herencia. En el proletariado, que carece de riquezas, no existe fundamento histórico y material para la monogamia, ni por ende para la supremacía del hombre sobre la mujer. 

En ese camino, conforme el capital empuja a la mujer hacia la producción social y el mercado laboral tiende a igualar a hombres y mujeres como vendedores voluntarios de fuerza de trabajo [proletarios], elimina tendencialmente las desigualdades de género. Sin embargo, conforme el capital sostiene a la familia como unidad de reproducción social y a la mujer en el papel de responsable del trabajo doméstico, la somete a una doble opresión: por proletaria y por mujer. 

Por eso, la liberación de la mujer es estructuralmente simbiótica o conjunta con la liberación del proletariado, la disolución de la familia y la conversión de la economía doméstica en un asunto social. La socialización de la propiedad privada hará innecesaria la preocupación por la herencia, fundamento histórico y material tanto de la opresión de la mujer como de la forma monogámica del matrimonio. En ese punto, regirá la plena libertad de las personas para establecer relaciones de cualquier tipo y forma -incluso las monogámicas-, bajo el único criterio del deseo y la inclinación recíprocas.

David Paz

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Lunes, Agosto 19, 2019 - 19:15

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