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Fidel y la Revolución Cubana
La muerte del líder histórico de la Revolución Cubana, Comandante Fidel Castro, atrajo la atención de todo el mundo durante largos días. Esto incluye desde quienes lo reivindicamos como jefe indiscutido de la primera revolución popular y antiimperialista que se lanzó a la construcción del socialismo en nuestra América Latina, hasta los que precisamente por reconocer a regañadientes esta condición, lo combatieron por todos los medios posibles, fracasando sistemáticamente. Esto no tiene nada de casual ni de arbitrario, la muerte de Fidel toca hondo en el sentimiento de los pueblos de América Latina y de todo el mundo.
La Revolución Cubana, que surge alimentada por el sentimiento democrático, antiimperialista y de justicia social que anidaba en su pueblo, fue capaz de cumplir con creces el programa enunciado por el propio Fidel en su alegato tras la frustrada incursión en el cuartel Moncada en 1953. Un país víctima de una feroz dictadura encabezada por Fulgencio Batista, reducido a la condición de semi colonia yanqui luego de su tardía independencia de España, y hundido en la peor de las miserias en todos los órdenes de la vida logró en pocos años, a través de la lucha revolucionaria, barrer con un régimen político antipopular, quebrar la relación de dependencia que la unía a su vecino, la principal potencia imperialista, y revertir los indicadores sociales más humillantes.
Al derrumbe del régimen político batistiano y su ejército le siguió la expropiación sin indemnización de los principales latifundios, ingenios y empresas extranjeras que acaparaban la producción nacional, y la distribución de las ganancias de las empresas. Sobre estas bases se hizo posible dar un vuelco radical en la propiedad de la tierra, favoreciendo a miles de campesinos pobres, aumentar sustancialmente los ingresos de los trabajadores, erradicar el hambre y el analfabetismo, garantizar por primera vez salud pública y gratuita y vivienda digna para todo el pueblo.
Los intereses afectados, tanto de la burguesía cubana expropiada como de las inversiones estadounidenses nacionalizadas, no tardaron en reaccionar. Al cabo de una serie de ataques con incendios de campos sembrados, atentados contra las fábricas recuperadas, asesinatos de dirigentes revolucionarios y diversas conspiraciones militares, la contraofensiva imperialista toma forma en la invasión de Playa Girón, donde la CIA y los emigrados cubanos en EEUU intentaron infructuosamente recuperar el control de la isla. Alrededor de un millón de cubanos armados respaldaron el llamamiento del gobierno revolucionario y el ejército rebelde a repeler la invasión. El aplastante triunfo de la revolución sobre los invasores, constituyó el primer antecedente de una batalla ganada contra el imperialismo yanqui en América Latina y, a dos años de la conquista del poder, templó la unidad del pueblo en torno a la revolución, e impulsó a la patria liberada a avanzar en el camino de su consolidación: la construcción del socialismo.
Durante los años y décadas siguientes, las conquistasde la Revolución Cubana inéditas en el continente, su férrea determinación a sostener la decisión tomada y el glorioso ejemplo de su defensa por parte del pueblo, con sus dirigentes a la cabeza, proyectaron el ejemplo cubano en todas las latitudes. Las acciones de solidaridad internacional y el aporte a la lucha de liberación de los pueblos de América Latina y de África, contribuyeron con justicia a prestigiar internacionalmente a la revolución.
La imposibilidad del imperialismo de someter a Cuba por la fuerza, dio paso a la táctica del bloqueo comercial, económico y financiero, y el consiguiente aislamiento internacional. Así, desde sus primeros pasos, la Revolución Cubana tuvo que desarrollarse en medio de un ahorcamiento creciente por parte de EEUU y sus principales socios, lo que influyó fuertemente en el desarrollo de sus potencialidades. El respaldo de la URSS -ya en su etapa declinante, conducida por el ala revisionista del PCUS-, fue un punto de apoyo clave para atravesar de pie el largo período que va hasta su disolución a principios de los años 90, garantizando las relaciones comerciales vitales que le eran vedadas por el bloqueo yanqui. Al mismo tiempo, la relación establecida con la URSS contribuyó también a limitar el desarrollo de las fuerzas productivas en la isla, su escasa industrialización y la consiguiente debilidad en el desarrollo de una relativa independencia económica.
El derrumbe de la URSS y la permanencia del bloqueo hicieron de la década del 90 la etapa más crítica para la Revolución Cubana, conocida como “Período especial”. Repentinamente, la isla pierde el 85% de su comercio exterior y cae en un 35% su PIB, deteriorando seriamente las condiciones de vida de su población. Es la época en que la legislación estadounidense, combinada con el bloqueo, alientan la emigración de la isla, montando una campaña mediática destinada a corroer el prestigio cubano, ganado en décadas de estoicismo revolucionario frente al creciente asedio imperialista.
Las leyes de inversión extranjera fueron la salida que encontró el gobierno revolucionario para hacer frente a la asfixia económica. Las inversiones extranjeras principalmente en turismo fueron la válvula que le permitió mantenerse en pie a Cuba. Esto introdujo nuevos problemas: un mercado negro de divisas, el reverdecer de la estratificación social y la emergencia de casos de corrupción en el estado (ejemplarmente castigados). Sin embargo, esta contramarcha forzada en la construcción del socialismo, hubiera sido un regreso caótico e irremediable al capitalismo si no fuera por la firme conducción de Fidel y el partido, y la sólida conciencia revolucionaria del pueblo. No se ha retrocedido un centímetro en las conquistas sociales en educación, salud, vivienda, que siguen siendo sideralmente superiores no sólo a los de cualquier país dependiente, sino también a muchos países centrales del capitalismo a nivel mundial. Del mismo modo las conquistas políticas y democráticas siguen brillando frente a las democracias burguesas cada vez más desprestigiadas en el mundo entero, al tiempo que Cuba sigue siendo exportadora de su ejemplo, aportando profesionales médicos y educadores frente a cada país que lo requiere, en el lugar del mundo que sea. Todo esto le ha valido el apoyo casi sin excepciones en el reclamo por el levantamiento del bloqueo criminal que EEUU sostiene.
Nuestra reivindicación de la Revolución Cubana no es abstracta, asume los errores cometidos y advierte sobre los riesgos en puerta, como la apertura al espejismo de la “vía china” al desarrollo de su economía. Actualmente conviven en Cuba la propiedad estatal, mixta, cooperativa y privada extranjera. Lo que más ha crecido es la industria hotelera, minera y portuaria, donde prevalecen las explotaciones mixtas. China, España, Canadá, Australia, Brasil y Venezuela son los principales inversionistas en la isla. Por ley está prohibida la contratación directa de mano de obra para las empresas extranjeras, lo que habilita la existencia de contratistas cubanos que funcionan como intermediarios. Estos son elementos preocupantes, aunque no necesariamente una sentencia para el socialismo, en la medida que las reservas ideológicas en el PCC y en el pueblo cubano logren prevalecer sobre la tentación de la integración sin más a las reglas del mercado capitalista internacional.
Por otro lado, lavisión que prevalece desde hace un tiempo, ha llevado al PCC a abrazarse acríticamente a los gobiernos renegociadores de la región, priorizando la “integración regional” (léase integración de los negocios de las burguesías renegociadoras), por encima del apoyo a los procesos de luchas populares en la zona. El apoyo a estos gobiernos, si bien responde a un interés vital de Cuba para contrapesar la injerencia yanqui en la región, lleva también el ingrediente de la distensión de los conflictos de clases, incluso en donde la lucha llegó al punto de la violencia organizada. Así, la promoción de los procesos de paz en Colombia e inclusive en Venezuela, objetivamente, siembran confusión respecto de la estrategia revolucionaria.
De todos modos, las evidentes dificultades de la izquierda antiimperialista y revolucionaria en América Latina para resolver el problema de la construcción de fuerza propia y de la conquista del poder, sería ridículo endosárselas a Fidel y a la Revolución Cubana. Al contrario, a Fidel y al pueblo cubano le debemos la siempre vigente demostración de que la revolución no es una utopía sino una realidad absolutamente realizable, aún bajo ataque permanente y agobiante por parte del imperialismo yanqui. La inalterable evidencia sostenida durante más de medio siglo, de que es posible construir una patria liberada con tierra, vivienda, salud, educación para todos, con equidad social y soberanía política, en la medida que el pueblo trabajador, con su vanguardia revolucionaria, asumen el desafío de tomar las riendas de su destino. Abrir paso en esta dirección, acortando la distancia con un poder revolucionario de liberación nacional y social en nuestro país, es la tarea ineludible que tenemos por delante, entre otras cosas para aportar a la ratificación de la senda revolucionaria y socialista en Cuba con nuevos bríos.
Leo Funes
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