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En un nuevo aniversario del 26 de Junio
Este 26 de Junio se conmemoran 21 años de la histórica jornada del Puente Pueyrredón. Al cierre de esta edición se ultimaban los detalles de la movilización que encabezarán las fuerzas piqueteras.
En aquel junio de 2002, los días previos al 26 había sesionado la Asamblea Nacional de Trabajadores (la ANT) con la presencia de más de 1.000 delegados de 15 provincias. Allí se votó un plan de lucha que ratificaba un preacuerdo para movilizar y cortar todos los accesos a la CABA el miércoles 26. En su resolución política, aquella ANT señalaba que “La cuestión del poder está a la orden del día. Esta asamblea se propone la tarea de construir una salida clasista de los trabajadores y el pueblo, reforzando la evolución de las organizaciones que son herramienta para esa lucha por el poder que lleve a una nueva rebelión popular para alumbrar definitivamente el nuevo movimiento histórico que acabará con la explotación del hombre por el hombre”.
En paralelo, el gobierno se disponía a dispersar la jornada de lucha con todo lo que tenía a su alcance. El plan de una represión de envergadura fue aprobado en una reunión de gobernadores del PJ con el presidente Duhalde los días previos. La semana anterior a la movilización, funcionarios nacionales salieron por los medios a preparar el terreno, con declaraciones que buscaban aislar a la vanguardia piquetera del resto del pueblo movilizado.
La mañana del 26, miles de compañeros -principalmente de organizaciones de desocupados, a los que se sumaban militantes de partidos políticos, agrupaciones sindicales y estudiantiles- se movilizaron a los accesos. Si bien la jornada fue tensa en todos los puntos de concentración, el centro fue el Puente Pueyrredón. Allí, luego de una provocación policial se libró un combate en condiciones sumamente desiguales. De un lado los integrantes de las fuerzas represivas -la federal y la bonaerense, prefectura, gendarmería, con o sin uniforme- disparaban gases, gomas y plomo y desataban una persecución a gran escala. Del otro lado se los enfrentó valientemente con barricadas, gomeras y demás elementos de autodefensa. Con dos compañeros muertos, Darío y Maxi, varios heridos y cientos de detenidos, esa misma tarde el gobierno salió a hablar de enfrentamiento entre piqueteros, maniobra que con el correr de las horas quedó al desnudo. Pero fue sobre todo la inmensa movilización a la Plaza de Mayo la que volcó la balanza: Duhalde debió adelantar el llamado a elecciones.
El 8 de julio no transar publicaba este análisis de nuestro camarada Manuel Malvicino, secretario político del partido por aquel entonces: “Si alguien dudaba que el 19 y 20 de diciembre de 2001 se abría una nueva situación, los hechos ocurridos en puente Pueyrredón y en las calles de Avellaneda ratificaron la certeza de aquella estimación. Los dos contingentes antagónicos que luchan por ver quién vence a quién volvieron a enfrentarse. En la semana previa al 26, los voceros de las fuerzas represivas anunciaban los preparativos de una política destinada a quebrar la rebeldía popular y demostrar a banqueros, multinacionales y al FMI, su disposición a cumplir a rajatablas las condiciones exigidas por ellos, que no son otras que las de su propia capitulación. También una semana antes, el Bloque Piquetero Nacional, el MIJD y la Coordinadora Aníbal Verón, con la posterior suma de Barrios de Pie y otras organizaciones sociales, en nombre de los trabajadores desocupados y ocupados, se atrevieron a lanzar un plan de ocupación de rutas y puentes por pan y trabajo ya, que constituía un verdadero desafío a la intimidación del gobierno duhaldista. En los días previos la atmósfera estaba cargada y el choque se presumía inevitable. Conscientes de lo que estaba en juego, era la derrota de uno u otro bando: para ambos contendientes era casi imposible el retroceso... Es cierto que los piqueteros perdimos a dos valiosos compañeros -dos luchadores, dos trabajadores, dos proyectos barriales, dos militantes queridos por su pueblo- pero no es menos cierto que la sangre derramada sirvió para tallar la lápida de sepultura de este gobierno continuista. Si el 19 y 20 de diciembre que también cobró sus víctimas fue el fin de De La Rúa-Cavallo, este 26 de junio quedará en la historia como el principio del fin de Duhalde. Los hechos vienen demostrando que ni en diciembre ni en junio el pueblo necesitó de políticos corruptos, de burócratas sindicales, ni de mediocres salvadores del régimen, para infligir una nueva derrota a los testaferros del FMI.”
La jornada del Puente Pueyrredón fue el punto más alto de la lucha de clases en los años recientes. Y si bien no alcanzó para resolver de manera práctica el problema del poder, si logró ponerle límites a los proyectos de las clases dominantes, que debieron hacer concesiones para mantener el orden de cosas.
En medio de la actual crisis política y económica, en donde los de arriba no se ponen de acuerdo sobre cómo profundizar el ajuste sobre el pueblo, las lecciones del 2002 nos dan elementos para avanzar hacia situación nueva, en donde la rebeldía de los de abajo imponga una salida de bienestar y soberanía. Hoy Jujuy marca el camino de lucha que generosamente abonaron Darío y Maxi.
Facundo Palacios
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