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Crece la incertidumbre económica en un año electoral
A comienzos de agosto de 2024 se produjeron una serie de cambios drásticos en Wall Street cuando el mercado financiero mundial se mostró extremadamente volátil.
El viernes 2 de agosto el mercado de valores cerró bruscamente a la baja y el índice compuesto Nasdaq cayó a una zona de corrección. El promedio industrial Dow Jones cayó un 1,5%, el S&P 500 cerró con una caída del 1,8% y el Nasdaq cayó un 2,4%. En las operaciones de ese viernes por la tarde, el precio de las acciones de Amazon cayó hasta un 13%. Al mismo tiempo, los precios de las acciones de los principales bancos de Wall Street cayeron bruscamente, con un desplome promedio del 6%.
El lunes 5 la sacudida continuó y el mercado de valores siguió hundiéndose. El índice Nasdaq lideró la baja. Meta (la empresa matriz de Facebook y Whatsapp) y Apple cayeron más de un 9% y, en fin, todos los sectores industriales del S&P 500 se derrumbaron.
La caída de las acciones en realidad comenzó en Asia, donde a raíz de la apreciación del yen el índice Nikkei se desplomó un 12%. Siendo la mayor caída porcentual diaria desde el 20 de octubre de 1987. Como se recordará ese día fue el martes posterior al lunes negro, cuando en Estados Unidos el promedio industrial Dow Jones cayó casi un 23%.
Sucede que durante años, debido a las tasas de interés extremadamente bajas en Japón, los inversores globales compraron activos más riesgosos, como acciones estadounidenses, y utilizaron yenes para financiar transacciones, el llamado “carry trade”. Sin embargo, la decisión del Banco de Japón de aumentar las tasas de interés y los decepcionantes datos económicos de Estados Unidos impulsaron la reducción del carry trade, provocando una liquidación en el mercado bursátil mundial.
Por su parte, en Estados Unidos, la fuerte desaceleración del crecimiento del empleo observado en julio fue el factor directo que impulsó la agitación en el mercado de valores. El Departamento de Trabajo dijo que la contratación se desaceleró a 114.000 puestos en julio, un dato peor de lo que casi todos en Wall Street esperaban. Por otro lado, debido a las fronteras abiertas de la administración Biden, más de 10 millones de inmigrantes ilegales llegados a Estados Unidos provocaron una mayor debilidad del mercado laboral.
Buena parte de la crisis de las acciones del sector industrial y la caída del empleo se vinculan al proceso de desindustrialización estadounidense iniciado en los años 70 -en el contexto de la guerra de Vietnam- en el denominado cinturón manufacturero, hoy llamado cinturón del óxido. Por esos años la transferencia de trabajos de fabricación al extranjero, el aumento de la automatización y la decadencia de las industrias del acero y el carbón de Estados Unidos dieron inicio a un proceso de declive de la otrora poderosa Costa Este, el cual se acrecentó con la emergencia industrial de China que desde entonces vio surgir un proceso inverso, siendo este fenómeno el responsable de la preocupación yanqui en materia industrial y también la razón por la cual el ex presidente Donald Trump anunciara durante su mandato el fin del comercio multilateral (globalización), el cierre de sus fronteras, y el inicio de una guerra comercial con China a fin de salvaguardar la economía norteamericana.
Buena parte del debate abierto por estos días a propósito de la campaña electoral tiene que ver con este fenómeno. De hecho, Biden llegó hasta donde llegó no por razones de salud mental sino por reavivar la producción infundiendo fondos en el complejo industrial militar y promoviendo cuanta guerra surgiese para dar destino al armamento. Sin embargo, el sostenimiento indefinido de la guerra en Medio Oriente y Ucrania no parece posible. Kamala Harris, la nueva candidata demócrata a la presidencia, se ha pronunciado a favor una solución negociada apuntada al establecimiento de dos Estados en el conflicto entre Israel y Palestina, al tiempo que Trump ha declarado su intención de poner fin a la guerra en Ucrania.
Ocurre que a esta altura los dividendos generados por la economía deficitaria han desaparecido gradualmente, el impulso económico ha llegado al final de su fuerza y la economía estadounidense, dominada por el consumo individual, ha comenzado a enfrentar la presión de una demanda interna insuficiente.
La economista Nancy Lazar, jefe de la financiera Piper Sandler, dijo que la confianza entre los consumidores de ingresos medios está "en territorio recesivo. Incluso se está empezando a ver a los consumidores de alto nivel tener dificultades". Para muchos estadounidenses, las preocupaciones sobre una economía en desaceleración y la ansiedad laboral superan con creces las altas tasas de interés, siendo esto, de cara a las elecciones de noviembre, lo que sintetiza el frente interno; simultáneamente, el ascenso de China -y en general de los BRICS- resume el frente externo.
Ambos escenarios, antes que uno u otro candidato, serán en definitiva quienes posean la prueba de la verdad del destino inmediato de los Estados Unidos.
Jorge Díaz
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