Crisis de superproducción relativa

Jueves, 15. Octubre 2015

La mercancía tiene dos caras: valor de uso y valor de cambio. Lo que sucede en la crisis capitalista está determinado por esta doble existencia de la mercancía cuando el valor de cambio se disocia, se separa, de manera brutal, del valor de uso. Y en esa separación se comportan de manera autónoma cada uno de los dos aspectos que mencionamos. ¿Cómo pueden separase ambos aspectos de la mercancía? Gracias a un elemento muy especial: el dinero. El dinero es la mercancía que sirve de equivalente universal de todas y cualquiera de las mercancías, es medida de valor (de cambio). Además el dinero expresa, de manera indirecta, el tiempo de trabajo socialmente necesario que posee la mercancía cuan se equipara una determinada cantidad de dinero contra una mercancía en el proceso de cambio. A su vez el dinero es medio de circulación de las mercancías: el intercambio de unas mercancías por otras se da sobre la base de equipararlas en sumas de dinero.
Pero lo que nos interesa aquí es que gracias al dinero se pueden aislar la compra de la venta, convertirlas en procesos y ámbitos completamente separados.
Veamos un ejemplo: si una sociedad determinada necesita 1000 pares de zapatos y produce 1000 pares de zapatos la demanda y la oferta de esa mercancía se equipara. Es decir, la sociedad necesita 1000 unidades de valor de uso “zapato” y esa misma sociedad produce 1000 unidades valor de cambio “zapato”, se da un equilibrio entre compradores y vendedores. Nadie produce si no es con la intención de vender o de consumir, y no vende jamás si no es para comprar otra mercancía que pudiera serle útil. El equilibrio es perfecto y no existe superproducción de mercancías. Esta “fábula” de los economistas anteriores a Marx parte de un análisis incorrecto que el mismo Marx va a criticar: el capitalismo produce para obtener ganancia, no para cubrir necesidades de mercancías.
En la economía mercantil no se produce para las necesidades sino para el beneficio del capitalista al que nada le preocupa las necesidades sociales sino la ganancia cuando se realicen las ventas. En la producción mercantil las mercancías para realizar su valor deben venderse, se tienen que transformar en dinero, pero el dinero no tiene que transformarse necesariamente en mercancías para valorizarse. Entonces el dinero se autonomiza, se separa de la esfera de la producción y de la comercialización (distribución).
“Termina dando a la forma de la plusvalía una existencia autónoma, esclerosis de esta forma en relación a su sustancia. Una parte del beneficio, por oposición a la otra, se despega completamente de la relación capitalista en tanto que tal, y parece derivarse no de la explotación del trabajo asalariado, sino del trabajo del propio capitalista. Por oposición, el interés parece entonces ser independiente a la vez del trabajo asalariado del obrero y del trabajo del capitalista, y tener en el capital su fuente propia, autónoma. Si, primitivamente, el capital hacía, en la superficie de la circulación, el papel de fetiche capitalista, de valor creador de valor, reaparece aquí, bajo forma de capital portador de interés, su forma más alienada y más característica.”
El dinero parece nacer de sí mismo. Si le damos al banco un monto determinado de dinero, al mes no dará más dinero del que le dimos inicialmente. A su vez el banco presta dinero a crédito. El crédito supone un interés. El banco presta una determinada cantidad de plata por un determinado tiempo a una tasa de interés: me prestan 100, tengo que devolver 110.Gracias al crédito, la autonomía del dinero permite que se pueda empezar a producir más, que afluya una nueva ola de mercancías, aunque la precedente aún no haya sido vendida. La consecuencia es que las mercancías abarrotan los mercados y nadie las compra.
La autonomía del dinero sanciona pues la ruptura de la simetría perfecta del intercambio. La separación y la asimetría entre el acto de compra y el acto de venta son claramente un factor de desequilibrio dinámico. Las olas de mercancías se suceden cuando las precedentes no han sido aún absorbidas más que en apariencia por el consumo. Se produce entonces una detención: compra y venta se paralizan recíprocamente.
Como explica Marx: “Los capitales-mercancías se disputan el lugar en el mercado. Para vender, los últimos llegados venden por debajo del precio, mientras que los primeros stocks no son liquidados al vencimiento de pago. Sus detentores están obligados a declararse insolventes o a vender a cualquier precio para poder pagar. Esta venta no corresponde en absoluto al estado de la demanda, no corresponde más que a la demanda de pago, a la absoluta necesidad de convertir la mercancía en dinero. La crisis estalla.”
El valor de las mercancías realizadas en el dinero les da la espalda a su contenido útil, el valor de uso. Se producen miles y miles de mercancías a la espera de venderlas, de intercambiarlas por dinero para concretar el valor del trabajo que poseen, no para satisfacer las necesidades de las personas. Cuando el flujo de la producción se para, se toma más dinero a crédito para producir más y tapar el estancamiento de las ventas, una ola de mercaderías tapa a la otra, y así sucesivamente.
El genial análisis de Marx sobre la mercancía ya nos muestra la contradicción lógica interna del sistema de producción capitalista. En el doble aspecto de la mercancía está el germen no desarrollado de la autonomización del dinero y del capital financiero. Volver siempre al estudio y la lectura de El Capital nos da la posibilidad de entender y comprender el desarrollo de la economía capitalista con vistas, siempre, de derrocarla.

Roberto Craviotto

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Jueves, Octubre 15, 2015 - 01:45

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