El principal problema que aqueja a los estatales es el salarial. Al igual que al conjunto de los trabajadores de nuestro país, las políticas de ajuste del gobierno de Cambiemos con tarifazos e... Ver más
Contra la continuidad del ajuste y por la recuperación sindical
Una definición que no nos pertenece, calificó al arranque de la economía en el 2015 como un “carnaval financiero, velorio productivo”.
El Banco Central triplicó durante 2014 el número de Lebacs (Letras o pagarés) lanzado para moderar en parte los efectos de la emisión monetaria con que se financia el déficit fiscal, hasta la friolera de 303.000 millones de pesos. Los receptores de estos títulos son los bancos y reciben tasas cercanas al 30% (superior a la devaluación del peso). La industria, tras la caída del año pasado (2 al 4%), estima un nuevo retroceso del 0,5%, es decir, la recesión continúa en el 2015. No se sabe a qué sector industrial le irá bien. El atraso del dólar y la baja de los precios de los commodities achican los márgenes de la producción agraria y del superávit comercial, afectando el nivel de reservas en dólares. Este cuadro inevitablemente presionará sobre el salario, la ocupación y el consumo.
Con este panorama, el gobierno nacional, en las paritarias de los estatales, intentó marcar la cancha con el acuerdo nacional docente del 27,2%, contó con la complicidad de la burocracia de Ctera, UDA, Sadop y cía. Esta semana, en seis provincias sus docentes van a la lucha rechazando los acuerdos por salarios de hambre.
En los gremios de transporte (y también los bancarios) la dirigencia acordó aumentos puente mientras se tira para adelante la definición de la paritaria. Anunciaron un paro para el 31 de marzo, de tan anunciado todo hace prever que es a la espera de una soga del gobierno K en relación al impuesto a las ganancias, en un sector de trabajadores que siente el impacto de las quitas.
Las CGTs de Moyano y Barrionuevo hacen la plancha y evitan hacer olas hasta que se defina el panorama electoral.
Mientras, según el propio Indec, los salarios del 50% de los trabajadores –a diciembre del 2014- estaban por debajo de los $5.000. Por goteo, los despidos en el área Metropolitana y el Gran Buenos Aires, de la misma fuente anterior, ya se aproximan a los 150.000. Por otro lado, si cada año se incorporan 250.000 jóvenes al mercado laboral (descontados los trabajadores que se jubilan), en el actual cuadro de estancamiento, el empleo no mejorará.
Mientras, las grandes patronales reclaman una mayor devaluación del peso, amenazan con suspensiones y despidos y presionan para imponer un tope paritario alrededor del 25-30%. El gobierno, como quedó demostrado a lo largo del conflicto de Lear, funciona en tándem con los monopolios y multinacionales. La colaboración del Ministerio de Trabajo completa las maniobras antiobreras de las grandes patronales.
Durante 2014, la inflación real superó el 40%, la fuerte suba de las tarifas del agua, gas y los transportes se comieron los acuerdos salariales del año pasado. En 2015, un año electoral, tal vez se modere el ajuste trasladándolo, de manera más brutal, al próximo gobierno cualquiera sea.
Sucede que este año las elecciones decidirán que facción de los de arriba continúa este ajuste en beneficio de monopolios, banqueros y multinacionales. No hay tregua entre ellos. Los trabajadores con su movilización deben quebrar esta encerrona de quién de los de arriba lo seguirá exprimiendo.
Históricamente, las conquistas laborales no son la concesión gratuita de ningún gobierno sino el fruto de la tenaz lucha de los trabajadores y de los sectores populares.
La lucha por el salario, contra las suspensiones y despidos, contra la continuidad del ajuste inflacionario y por la recuperación de las comisiones internas y organizaciones sindicales en manos de burócrtas y traidores reclama la unidad del combativismo, la izquierda y los que luchan.
Unidad de los trabajadores, plan de lucha en marcha al paro activo nacional, democracia y recuperación sindicales son componentes necesarios de todo programa alrededor del cual tercien los trabajadores en una crisis política, que excede lo electoral, y en la que los de arriba, oficialistas o no, le reservan el papel de pato de la boda.
Ricardo Jufré
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