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Avanzar al paro general para que se vayan
El gobierno de Milei trabaja por presentar sus pretendidos logros. Su caballito de batalla es la baja de la inflación, que en septiembre dio 3,5%: así y todo, la plata no le alcanza a nadie que tenga que vivir de su trabajo o su jubilación. Bajó el dólar paralelo y la brecha con el oficial se achicó. Este es un resultado, por un lado, del blanqueo que introdujo guita sucia al circuito formal, y por otro, del pago anticipado de bienes personales, que hará que esos contribuyentes no tributen los próximos 3 años. Es decir, se trata de dos circunstancias extraordinarias, con lo cual el veranito cambiario es de dudoso sostenimiento. También planteará el triunfo de que el FMI haya anunciado un recorte en los sobrecargos que le cobra al país, aunque difícilmente ello redunde en moderar un poco el ajuste bestial cuyo “ahorro” se va en el pago de esa deuda ilegítima. Por último, insistirá con que volvió a vencer a los “degenerados fiscales” en el Congreso, al lograr sostener un nuevo veto.
Con todo esto, el gobierno tratará de disimular lo más importante: que entró en la cuesta descendiente.
Cambia la mano
La ratificación del veto a la ley de presupuesto universitario -al igual que pasó con el aumento para los jubilados- obligó al gobierno a operar con intensidad, tanto en el debate público como con las fuerzas parlamentarias. Es decir, ambas iniciativas de la oposición lo obligaron a exponerse en dos temas muy sensibles socialmente.
El contexto es poco amigable para ello: la licuación de los ingresos populares hace que llegar a fin de mes sea una odisea. Al menor poder de compra de los salarios y las jubilaciones se suma el crecimiento del desempleo, con el cierre de fábricas, de locales y de dependencias estatales. Por más que haya bajado, la inflación sigue siendo una carga muy pesada; a esa suba de precios se le deben sumar alquileres, servicios públicos y transporte, todos por las nubes. Así las cosas, sacrificar en el altar del equilibrio fiscal a los jubilados y a la educación no es un gran argumento para mantener conformes a los votantes del año pasado, y ni que hablar de convencer a alguien nuevo. Para colmo, bravuconadas como el asadito en Olivos ayudan poco y nada. Inexplicable que en este marco hayan impulsado el acto de LLA en Parque Lezama, exponiendo al propio Milei a un modesto auditorio calculado en unas 5.000 personas.
También estuvo mal calculada la pretensión de avanzar con el cierre del Hospital Bonaparte. La toma del centro de salud, garantizando su funcionamiento, fue una respuesta de sus trabajadores a la altura de tamaña provocación, que junto a la solidaridad cosechada, muestra que el movimiento de masas se va reponiendo de la sorpresa ante la brutalidad con la que este gobierno ataca sus condiciones de vida. Otro tanto puede decirse de la nueva marcha universitaria, otra vez masiva en todo el país, y a la respuesta ante el rosqueo en favor de sostener el veto. Las tomas y las vigilias en la UBA, la UNA, las universidades de La Plata, Córdoba, Rosario, Cuyo, Litoral, Jujuy, Tucumán, Santa Cruz, La Pampa, Tres de Febrero y José C. Paz, volvieron a poner al movimiento estudiantil en el centro de la lucha de masas. Fue justamente en la UNLP en donde agrupaciones estudiantiles le cerraron el paso a Pettovello y sus funcionarios cuando quisieron dar una charla.
Por su parte, en el debate público el gobierno estuvo a la defensiva. Tanto sus voceros oficiales como paraoficiales salieron a aclarar que no están en contra de la educación pública -que hace algunos meses era un nido de adoctrinamiento-, planteando que “sobre un reclamo justo se montó una marcha política”: el más lastimoso de los argumentos defensistas. Otro tanto sucedió con el Bonaparte, cuando aseguran que la intención del gobierno nunca fue cerrar el hospital. Mienten: quieren bajarle el precio a la lucha de los trabajadores que los obligó a parar el carro. Hacen bien en tomar nota de que la mano está cambiando.
Cartón pintado
Dice la teoría que, en una democracia republicana, los poderes del Estado se controlan entre sí: puro cuento, si tomamos la experiencia de los últimos meses.
El gobierno vetó dos leyes que mejoraban un poquito las jubilaciones y la situación de la universidad. Para sostener los vetos, desplegó una rosca infame sobre las fuerzas parlamentarias. Casi todo el PRO, unos cuantos radicales y no pocos peronistas cambiaron sus votos y sus argumentos sin que se les caiga la cara. Una verdadera cueva de hipócritas ese Congreso en donde los “representantes del pueblo” pueden darse vuelta sin rendirle cuentas a nadie. Por supuesto, estos miserables solo pueden sesionar rodeados de operativos policiales faraónicos que buscan disuadir el legítimo repudio popular, y cuando no lo logran lo castigan con la mayor severidad. No les alcanza con encarcelar durante meses a manifestantes, si hasta le tiran gases a niños. En lugar de tratar de desmentir lo evidente, Patricia Bullrich debería admitir sin rodeos que su “protocolo antipiquete” busca barrer a la lucha popular. Por más que inunde de milicos la calle, no va a lograrlo.
En el peronismo ven que, a pesar de las victorias parlamentarias, el gobierno no logra consolidar una fuerza política. Al contrario, a cada paso se le desgrana. Por eso apuntan la mira a ganar las elecciones del año que viene: con un armado decente es un objetivo posible. Los referentes del peronismo empezaron hace rato la carrera por ponerse a la cabeza de un espacio que está prácticamente descuartizado. En la Provincia de Buenos Aires -el principal distrito que hoy controlan-, la pelea entre Kicillof y Máximo Kirchner no se disimula con nada, y ambos bandos buscan seducir a los referentes del resto del país, poco adeptos al más mínimo progresismo. Ahí vuelve a aparecer Cristina Kirchner con otra carta, ratificando la posición por derecha que había planteado en la primera en temas como equilibrio fiscal y reforma laboral, proponiéndose como eje de la reunificación. Si la memoria no nos falla, esta película ya la vimos hace cinco años, y el resultado fue el gobierno de Alberto Fernández. O sea, el principal espacio opositor nos propone bancarnos dos años más a Milei para después volver a lo que había antes.
Se tienen que ir
Que la tendencia esté cambiando no quiere decir que el gobierno deje de mostrarse agresivo ni que deje de hacer daño. Por el contrario, va a profundizar su camino de ajuste y pauperización de las condiciones de vida todo lo que le dure el mandato. Como la experiencia viene mostrando, no es un problema que se pueda controlar haciendo contrapeso desde el Congreso. Por el contrario, como lo graficó el Bonaparte, es la contundencia de la lucha obrera y popular la que puede frenar este desastre.
La defensa de las jubilaciones, de la educación y la salud, son ejes que lograron aglutinar en momentos de dispersión de la lucha. La toma como método le aporta contundencia a la intervención de los de abajo. Desde las luchas, hay que unificar a todos los sectores que se oponen al gobierno para avanzar en la construcción de un paro general activo, con el planteo de que este gobierno se tiene que ir. Por supuesto, una iniciativa de este calibre no va a salir de la conducción de la CGT, mayoritariamente volcada a la colaboración, ni de las CTA, cuya unidad de acción está más puesta al servicio de la interna en el peronismo que de la intervención popular. Pero esto no quiere decir que haya que tener una línea sectaria hacia sectores que se mueven en esa órbita. La situación entre los trabajadores está muy caliente y las contradicciones van a seguir aflorando, como viene pasando por ejemplo en el sector del transporte.
Los sectores combativos tenemos la responsabilidad de impulsar esta unidad y dirigirla, planteando con claridad que los tiempos institucionales no tienen nada que ver con las necesidades del pueblo. En ese camino, el PRML pelea por ocupar un lugar en la primera línea del combate obrero y popular, en dirección a darle forma a la fuerza social que termine con este gobierno y sea también capaz de plantear una salida en favor de los de abajo, suspendiendo el pago de la deuda con el FMI y nacionalizando la banca, el comercio exterior y los recursos estratégicos.
Agustín Damaso
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