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Atanor: veneno, hambre y dependencia
La empresa Atanor es la principal productora argentina de glifosato, atrazina y 2,4D, tres pesticidas altamente tóxicos, ya prohibidos en varios países del mundo. Dicha entidad se encuentra emplazada en la ciudad de San Nicolás, al extremo norte de la provincia de Buenos Aires, sobre el Río Paraná.
Durante la madrugada del miércoles 20 de marzo, mientras la mayoría de los habitantes de la ciudad descansaban tranquilamente, los vecinos de los barrios Química, Belgrano y Saavedra, linderos a la empresa Atanor, debieron encerrarse en sus casas para que la nube de cianurilo que se expandió por el aire después de la explosión de un reactor les llegara lo menos posible a sus casas y sus cuerpos.
Pasado el mediodía de ese miércoles se hizo lugar a una medida cautelar presentada por los vecinos, gracias a la cual el Juzgado de Ejecución Penal de San Nicolás dispuso el cese inmediato de las actividades de la empresa para garantizar la salud y seguridad de la población, entre otras definiciones.
Una empresa con antecedentes
En septiembre del año 2016 Atanor fue clausurada al comprobarse que arrojaba químicos al arroyo Yaguarón, un afluente del Paraná. Semanas después fue reabierta para que la Autoridad del Agua (ADA) extrajera muestras y finalmente siguió funcionando con su normalidad, la normalidad del envenenamiento, la ilegalidad y las enfermedades.
A los dos meses, el 20 de noviembre alrededor de las 17hs, se produjo en la planta una explosión seguida por un incendio; en ese momento ninguna autoridad se hizo presente, nadie tenía información y los vecinos debieron resguardarse en sus casas de una lluvia negra aunque el cielo estuviera totalmente despejado.
En aquel momento funcionarios del municipio de San Nicolás dijeron que el incendio fue en un galpón viejo lleno de bidones vacíos y que estaban evaluando si había contaminación y la existencia de riesgos. Como motivo del siniestro mencionaron un posible cortocircuito eléctrico, pero ni un cortocircuito ni bidones vacíos combustionan tan rápidamente. Además, afirman no haber recibido denuncias contra la empresa, y que ellos realizan inspecciones hasta dos veces al año para control de incendios; aun así Atanor ardió…
Hace más de 10 años que los vecinos vienen denunciando distintos casos de enfermedades asociadas a la contaminación de la planta, incluso relevaron mediante un censo vecinal, más de 200 muertes por cáncer en un radio de solo 6 manzanas. A raíz de todo esto, en el 2014 presentaron un amparo ambiental, cuya sentencia llegó en marzo de 2023, 9 años después.
Dicha sentencia considera probada la contaminación a partir de que la empresa vuelca desechos peligrosos y tóxicos al Paraná, así como la ilegalidad en la que funciona por no tener controles ni habilitaciones y el riesgo inadmisible por estar emplazada en pleno radio urbano.
Luego, la Cámara Primera de Apelación le fijó a la empresa una indemnización sustitutiva de 150 millones de pesos por el daño ambiental al Río Paraná. La cual no se pagó, así como no se cumplieron tampoco las medidas de control exigidas en la sentencia del amparo ambiental, la ilegalidad sigue siendo su modo de funcionamiento.
Un plan económico de reprimarización y profundización de la dependencia
Actualmente nos encontramos con un gobierno que representa al gran capital financiero y que ajusta al pueblo para sostener el vínculo de sometimiento al FMI, a la par que continúa regalando los recursos naturales a los monopolios transnacionales.
Si bien todos los gobiernos que vinieron luego de la última dictadura mantuvieron la dependencia de nuestro país, no todos lo hicieron con el mismo ímpetu ni tan abiertamente como el actual, que en mucho se parece a los años ’90 cuando nos gobernaba Menem, un prócer a los ojos de Milei.
Un plan económico de reprimarización de la economía consiste en políticas de apertura al exterior, desregulaciones y privatizaciones que profundizan la desindustrialización, y potencian al sector financiero y a las actividades mineras, petrolíferas y agropecuarias, de éstas últimas sobre todo el agronegocio sojero, impuesto en 1996 con la aprobación de la semilla transgénica desarrollada por Monsanto (actualmente Bayer).
Las semillas transgénicas son semillas modificadas genéticamente para resistir las consecuencias que cualquier otro ser vivo sufre cuando le aplican herbicidas, pesticidas y otros químicos desarrollados para conseguir el mejor rinde posible de los cultivos.
Sabemos que estas actividades primarizadas, de características extractivistas, generan un engrosamiento de las filas de obreros desocupados, a la vez que una gran contaminación y efectos negativos en la salud del pueblo.
A la luz de este plan económico resulta claramente comprensible la razón por la cual nadie dice, y sobre todo nadie hace nada, cuando en una ciudad de nuestro país se incendia el predio de una multinacional que se presenta como única productora de 2,4D y 2,4DB del Mercosur, segunda productora de glifosato de Argentina y una de las principales productoras de Atrazina a nivel mundial que produce lo siguiente:
.- 12 mil toneladas al año de atrazina, tercer agrotóxico más utilizado en el país.
.- 8 mil toneladas al año de simazina.
.- 600 toneladas al año de formulación de herbicidas 2,4D (segundo herbicida más utilizado en el país, declarado en 2015 como “posiblemente cancerígeno” por la Agencia Internacional para la Investigación sobre Cáncer de la OMS) y 2,4DB
.- 500 toneladas al año de formulación de “insecticidas y otros”.
Al silencio cómplice se suman las medidas tomadas a principio de mes por el gobierno y anunciadas por Luis Caputo de bajar los aranceles de herbicidas a base de atrazina, glifosato y 2,4D y “mejorar” la aprobación de los permisos de Senasa.
Este plan económico de reprimarización, junto con la motosierra y la licuadora, son un modelo de enriquecimiento para pocos y de enfermedad, hambre y saqueo para el pueblo, quien tiene por delante la tarea central de derrotar a Milei y su ajuste, para dar paso a una nueva situación, y así llegar a una verdadera pelea de fondo para lograr una Argentina de los trabajadores y el pueblo.
Teresa Gambandé
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