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En medio de los fuegos de artificio de la campaña electoral, el concluyente paro del 31 de marzo resultó demostrativo de los reclamos contenidos entre los trabajadores. Más temprano que tarde nadie pudo eludir sus consecuencias, ni el gobierno, ni las cúpulas sindicales, ni las grandes patronales. Subió el piso.
El gobierno kirchnerista le salió al cruce y sacó de la galera un retoque al ‘impuesto al salario’ tramposo, deliberadamente embrollado y de escaso efecto sobre los salarios alcanzados. Más clara y directa fue su intervención para imponer un techo del 25% a las discusiones salariales en curso. Si bien reconoce de hecho que la inflación este año no bajará de ese porcentaje, desconoce la pérdida real del 7 al 10% en los salarios pactados en el 2014.
Lejos del envoltorio ‘progresista’, esta iniciativa capitaneada por Kicillof se inscribe en una pura lógica neoliberal y empresarial que culpa a los aumentos salariales en la suba de la inflación. El control de los salarios es uno de los pilares de las políticas de ajuste en una economía capitalista e, inevitablemente, tensiona las relaciones trabajadores-gobierno-grandes patronales.
Las grandes empresas, apoyadas en su condición monopólica y dominante, iniciaron el traslado a los precios de los futuros acuerdos salariales y, para ello, se niegan además al pago en una sola cuota el porcentaje anual que se acuerde.
Los popes de la CGT oficialista, más allá de su disposición a ceder a los deseos del gobierno, no pueden cerrar acuerdos inaceptables para sus bases. Por su lado, el metalúrgico Caló, obediente, aceptó la conciliación obligatoria dictada por Trabajo y postergó un paro votado por un plenario de delegados a mediados de abril. Cavalieri de Comercio y Martínez de la UOCRA se apuraron a firmar por un insuficiente 26% (en una cuota) y los acuerdos penden de un hilo por la oposición de las cámaras empresarias.
Las CGTs de Moyano-Barrionuevo y la CTA Autónoma mentan el paro pero no le ponen fecha ni modalidad. Encorsetados entre un escenario electoral aun indefinido y las demandas de sus afiliados, se niegan al anuncio de un paro que agite las aguas sindicales y, luego, traslade su convulsión a la política.
En tanto, crece desde abajo el reclamo por el paro para quebrar los topes salariales y las intransigencias del gobierno y las grandes patronales. Los trabajadores aceiteros del Gran Rosario están de paro por tiempo indeterminado por un 42% de aumento salarial en su paritaria. Los bancarios marchan al paro el martes 12 en defensa de un pedido de 33% de aumento frente a la banca pública y privada. Por mencionar dos casos significativos.
Los ruidos electorales y la seguidilla de elecciones una tras otra no deben tapar las justas demandas de los trabajadores y los sectores populares. A pesar de la indefinición sobre sus resultados finales, cualquiera de los candidatos con posibilidades concretas, casas más casas menos, expresan las políticas del ajuste sea por la vía de la inflación y/o por la devaluación del peso.
En este cuadro, la garantía para que los acuerdos paritarios cierren a favor de los trabajadores exige agitar las aguas sindicales con nuestros reclamos y convertir la exigencia de paro activo en presión a las cúpulas gremiales de la CGT-CTA y en un hecho ineludible. Desde abajo, de menor a mayor, el activismo sindical no debe despreciar ningún paso para organizar y enfilar hacia la lucha las reivindicaciones económicas, antiburocráticas y gremiales. En ese camino fortalecer y ampliar los espacios donde confluya el combativismo sindical, la izquierda y los que luchan. Aquí es un hecho vital evitar que los agrupamientos no se conviertan de herramientas de lucha de los trabajadores en meras colectoras de opciones electorales.
Un programa mínimo que
contemple:
-paritarias libres sin topes,
-salarios acordes a una canasta familiar de $13.000,
-ningún impuesto al salario,
-basta de precarización en el empleo público y
-no a las tercerizaciones,
-por el 82% para las jubilaciones,
-por la democracia sindical,
entre otros puntos, es base suficiente para avanzar en la unidad del conjunto de los trabajadores.
Ricardo Jufré
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