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A 54 años de su caída en combate - La lucha antiimperialista y la transformación de Ernesto Guevara en el Che
Hablar hoy de Ernesto Che Guevara, a 54 años de su caída en combate, es hablar de un hombre y de un símbolo, de su impronta rebelde desde aquel joven de la Serna “el fuser” -tal su apodo en sus tiempos de rugbier- hasta su estampa inmortal en el retrato de Korda. Si bien es verdad que la historia no se repite, el Che se nos revela como uno de los mejores ejemplos para la aparición de más y más jóvenes rebeldes a la búsqueda de nuevos horizontes de igualdad y solidaridad.
Esta es una cuestión central, por extraño que suene, cabe decir que el Che no nació marxista ni revolucionario, ni tan siquiera antiimperialista, su temperamento y las situaciones sociales con las que se encontró en sus viajes aventureros por América, lo fueron forjando. La realidad latinoamericana vivenciada en sus viajes y su decisión de poner las ciencias médicas al servicio del pueblo en una primera instancia y luego al servicio de la liberación de los pueblos nos van mostrando, a las claras, el peregrinar de los saltos en su conciencia.
“…la exigencia a todo Joven Comunista es ser esencialmente humano, y ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano. Que purifique lo mejor del hombre a través del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo. Que se desarrolle al máximo la sensibilidad para sentirse angustiado cuando se asesine un hombre en otro rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad”
Él ya había vivenciado la explotación sangrienta de la United Fruit and Company -monopolio norteamericano que regenteaba el comercio de la fruta en toda mesoamérica- y la noticia de la reforma agraria impulsada por Jacobo Arbenz en Guatemala lo llevaron hasta allí, donde conoce a su primer esposa y traba amistad con Nico López, un exiliado cubano que lo presentó a Raúl y luego a Fidel y que más tarde terminará muriendo en el desembarco del “Granma”. El gobierno de Jacobo Arbenz termina derrocado tras una invasión mercenaria a mediados de 1954 financiada por la CIA norteamericana. El Che participa de las milicias que sin éxito resistieron la embestida pro yanqui, y es allí donde por primera vez empuña una ametralladora, en una guardia nocturna de una sede del Partido Comunista guatemalteco. Es también en esos meses donde conoce a Harold White, un profesor estadounidense de la universidad de Columbia que pregonaba el marxismo en sus clases, y quien le da a traducir un libro sobre sus ideas del comunismo.
“La organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que surgen... Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia. Van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo y acaban por ser simplemente un recuerdo...”
Las derrotas de las milicias de resistencia en Guatemala no hicieron más que convencerlo que la lucha contra el imperialismo debía hacerse más decidida y cruenta. Llega a México de la mano de los exiliados cubanos y preparan desde allí la travesía a través del Golfo de México hacia la isla, en un viaje de nueve días a bordo de un yate sin provisiones suficientes y con el triple del peso. Contará el propio Che que lo del Granma no fue un desembarco sino más bien un naufragio. Son recibidos a los tiros por la guardia costera y tan solo sobreviven un puñado de ellos. Alguna vez contó Raúl Castro que en medio de ese tiroteo en la noche y hundiéndose, es el Che, quien asombrado por lo que había resistido aquella embarcación, le pregunta el nombre de ese barco, puesto que habían subido de noche y clandestinamente, y es recién allí que leen “Granma” (abuelita en inglés).
Los años de lucha guerrillera, su paso de médico a comandante hasta la batalla de Santa Clara donde el ejército de la dictadura de Batista tenía su mayor fuerza. El rol del Che coordinando a todas las fuerzas que se enfrentaban a Batista, como el Directorio Revolucionario fundamentalmente, hicieron que a finales de diciembre de 1958 con no más de trescientos hombres, el ejército rebelde tomara la ciudad forzando así la renuncia del dictador y el triunfo de la revolución. Le toca allí mostrar su carácter de político y militar a no más de 5 años de haber empuñado una ametralladora por vez primera. Por no detallar lo que vino, como presidente del Banco Central y hasta ministro de Industria, ya en los primeros pasos de la construcción de una nueva sociedad.
La fe en la transformación revolucionaria del hombre era una convicción que lo constituía, como debe constituir a cada revolucionario, su mensaje permanente a la juventud de estudio, trabajo y fusil, así como la permanente práctica del internacionalismo proletario, y la transformación a través del trabajo y la creación y el arte en la construcción del hombre nuevo que siente las bases de la sociedad comunista son aspectos centrales de los que nunca se desentendió.
Hoy, con un imperialismo de apariencia avasallante pero alzado en pies de barro, cometiendo atrocidades por doquier, con serviles vernáculos, protegidos por blindajes mediáticos y por una cáscara democrática con la que intentan dorar su píldora de hambre, represión y ajuste. Al mismo tiempo, miles de jóvenes son arrojados a la marginación sin futuro por una sociedad injusta y desigual, pero aun así van al encuentro de los antiimperialistas revolucionarios en las primeras filas de las calles y emprenden, también, aun sin saberlo definitivamente, el camino difícil y sinuoso de la lucha por la liberación de los pueblos y la construcción de una nueva sociedad fraternal y solidaria.
A 54 años de su caída en combate, el Che está presente en cada lugar donde un pueblo levanta la bandera de la liberación contra el imperialismo, está en cada joven rebelde que levanta el puño contra este capitalismo opresor. Está presente en todos aquellos que piensan que la historia no ha acabado y creen en la revolución. Está presente en el sueño posible y necesario de una sociedad nueva sin explotadores ni explotados, donde la columna vertebral es la construcción de un Hombre Nuevo luchando por la patria liberada, la revolución y el comunismo.
Carlos Quiroga
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