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A 48 años de la Noche de los Lápices

El 16 de septiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, se llevó adelante el secuestro de seis estudiantes secundarios. Sucedía así la llamada “Noche de los lápices”, cuyo objetivo fue la desaparición de compañeros y compañeras, en su mayoría militantes de dos organizaciones: la Unión de Estudiantes Secundarios -brazo estudiantil de Montoneros- y de la Juventud Guevarista -brazo estudiantil del PRT. Días antes y posteriores al 16, también fueron secuestrados cinco militantes secundarios más, en un operativo comandado por el general Ramon Camps.
Los estudiantes secuestrados fueron llevados en un primer momento a la División Cuatrerismo de la policía bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino conocido como el Pozo de Arana. De allí fueron trasladados a la División de Investigaciones de Banfield, también conocida como el Pozo de Banfield. Otros también pasaron por el Pozo de Quilmes e incluso por la Jefatura de la policía de la provincia de Buenos Aires. Todos centros clandestinos de detención a cargo del genocida Etchecolatz. Al día de hoy, son seis los estudiantes que continúan desaparecidos.
Los compañeros y compañeras secuestradas el 16 de septiembre habían protagonizado en 1975 la lucha por el Boleto Escolar Secundario, a través de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios. Conquistando, por primera vez, la tarifa diferencial para estudiantes. En ese momento, a pesar de que no había comenzado la dictadura, la represión estatal había escalado de manera exponencial con la creación de la Triple A, que a fines de diciembre del ´75 secuestró y asesinó a “Pátulo” Rave, dirigente de la UES y partícipe en la lucha por el boleto. Meses después, ya iniciada la dictadura, fueron armadas las listas negras de estudiantes y docentes que entregaban los propios directores interventores de las escuelas.
A 46 años de la Noche de los lápices, seguimos levantando las banderas de aquellos estudiantes que salieron a luchar por una educación pública y gratuita. Muchos de ellos a su vez, como militantes de frentes estudiantiles de organizaciones revolucionarias, abrazaron también la lucha por liberación social y nacional. Justamente, si algo distingue al movimiento estudiantil de aquel momento y a toda la generación del 60/70 es que, a través de la lucha callejera y el debate de ideas, puso sobre la mesa la necesidad y la posibilidad de la revolución en nuestro país. Allí estaba el enemigo principal para las clases dominantes y sobre eso montaron un plan sistemático de tortura y exterminio.
La juventud estudiantil debe reencontrarse con su tradición rebelde. La rebeldía nada tiene que ver con la impostura libertaria. La juventud rebelde no le pega a los jubilados: se pelea con la policía. En esa dirección hay que organizarse para terminar con este presente de miseria y abrir paso a un futuro de bienestar.
Carlos Quiroga
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