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25 de Mayo: un análisis desde el marxismo
Hacia la ruptura del orden colonial
Cuando asumieron el trono de España, los Borbones llevaron adelante una serie de reformas económicas y administrativas en sus dominios americanos. Las mismas buscaban fomentar el comercio entre la metrópoli y las colonias. En esa dirección, el Río de la Plata pasó a ser el centro de un territorio que fue separado del Virreinato del Perú. Con la formación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, España buscaba asegurar su posición en una zona disputada con la corona portuguesa. Al mismo tiempo, la legalización de la actividad comercial de Buenos Aires redundaría en el control tributario de lo que entraba y salía por su puerto, que era un nido de contrabando. La salida al mar por el Río de la Plata hacía más eficiente el tráfico interior de mercancías, ya que por las características del relieve, se tardaba menos tiempo en llegar a Buenos Aires que a Lima desde casi todo el territorio (el viaje era más corto desde Potosí, por ejemplo).
Las “reformas borbónicas”, que pretendieron consolidar el dominio español en la región, avanzaron sin embargo en un sentido opuesto.
La nueva realidad favoreció la ligazón entre Buenos Aires y el Litoral con el mercado mundial, que de todas formas estaba mediado por el monopolio comercial español, intermediario entre la producción local y la demanda europea. La consolidación de la actividad pecuaria transformó en la región más rica a esta otrora marginal porción de los dominios españoles en el sur.
La producción pecuaria se centraba en la obtención del cuero del ganado vacuno, que era ávidamente solicitado en Europa, principalmente en Inglaterra. Secundariamente, se utilizaba el cebo para hacer velas y los cuernos para manufactura artesanal. La agricultura fue mayormente una actividad de subsistencia, excepto por algunas experiencias puntuales y aisladas, situación que cambiaría recién en la segunda parte del siglo XIX.
En sus comienzos, la actividad se desarrollaba persiguiendo el ganado, ya fuera de hacienda o cimarrón. Con el aumento de las exportaciones de cuero comenzó a organizarse la estancia, que favorecía una explotación más racional del ganado. Concomitante con ello tendió a ser más eficiente la organización del trabajo: lentamente, las viejas relaciones laborales de la colonia basadas en la mano de obra servil y esclava fueron abriendo paso al trabajo asalariado. A esto contribuyó también la producción de carne salada para la exportación: el saladero se convirtió así en una actividad industrial derivada de la ganadería.
A grandes rasgos, este panorama abarcaba a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, la Banda Oriental y en menor medida Corrientes. La primera de ellas contaba con el puerto que monopolizaba los derechos de aduana, cuestión clave para entender los conflictos que se desatarían tras la ruptura del lazo colonial con España.
Al estar ligada con la demanda exterior, la actividad pecuaria del Litoral se transformó en la más dinámica del actual territorio nacional, máxime después de la independencia de las provincias respecto de la metrópoli, que en lo económico era una situación de hecho desde mayo de 1810.
Distinta era la situación de las provincias interiores. Allí, las actividades más importantes estaban vinculadas principalmente con el circuito minero altoperuano: ganadería, cultivos (y productos derivados de ellos) y producción artesanal que abastecía la demanda del minúsculo mercado interno protegido por el monopolio comercial. Al igual que en Litoral, en la propiedad de la tierra predominaba ampliamente el latifundio, pero al estar dichas actividades más ligadas a los enclaves mineros, las relaciones sociales eran más atrasadas, siendo mucho más preminente la explotación servil de la mano de obra indígena.
Destruidas las relaciones coloniales, las economías de estas provincias colapsaron. Quedaron claros los límites de la producción artesanal del interior, completamente incapaz de competir con la manufactura europea, con la excepción de aquellas ramas ligadas a alguna ventaja natural (como la producción de vinos y licores, por ejemplo).
Relación entre intereses económicos y planteos políticos
Tales fueron, a grandes trazos, las determinaciones materiales para entender las dificultades a la hora de unificar un mercado interno, premisa básica para el desarrollo de una economía nacional.
Los dirigentes políticos que buscaron radicalizar la revolución entendieron una serie de puntos clave para la construcción de una nación moderna. Estos eran: el incentivo a modernizar las actividades ligadas a la ganadería, en la medida en que eran la principal fuente de acumulación de capital; ligado a ello, desarrollar las actividades industriales directamente ligadas a la exportación pecuaria; sin desmedro del primer planteo, limitar la extensión del latifundio fomentando la colonización agrícola, lo que redundaría en más cantidad de trabajadores, más producción de herramientas, y como resultado de ello la ampliación del mercado interno; la nacionalización de las rentas de la aduana y el control estatal de actividades tales como la minería.
Este programa estaba presente en el ideario del ala jacobina de la Primera Junta, y en lo esencial fue expuesto por Moreno en su Plan Revolucionario de Operaciones. También se encontraban estas ideas en la obra de Artigas. En cuanto al morenismo, fue derrotado en los años inmediatamente posteriores a 1810; lo propio ocurrió con Artigas antes de finalizar la década.
Así las cosas, la puja por la organización nacional desarrollada desde 1816 hasta mediados del siglo se debatió entre los siguientes sectores:
- Los comerciantes porteños, principales beneficiarios del monopolio aduanero. Coincidían en sus intereses con los terratenientes de la provincia ya que eran los principales exportadores; presentaban divergencias, en cambio, en el tema de la unidad nacional, ya que un mercado único de todas las provincias presentaba mejores oportunidades comerciales con Europa.
- Los terratenientes bonaerenses, interesados en el libre comercio con Gran Bretaña en función de colocar su producción. Estos no estaban especialmente interesados en la unidad nacional, ya que su reproducción material podía prescindir de ello.
- Los terratenientes del Litoral. Eran competidores de sus pares bonaerenses y estaban estrangulados por el monopolio comercial porteño. Resolvían esto colocando su producción vía Brasil o Uruguay, y en algunos casos llevando adelante intentos de diversificación productiva, principalmente en el caso de Corrientes. La confrontación con Buenos Aires era tan frecuente como inevitable.
- Las oligarquías del Interior, conformadas por los latifundistas de cada provincia, todas ellas sumamente empobrecidas. La protección mediante el cobro de derechos aduaneros propios (aduanas secas) las condujo a un callejón sin salida, ya que si bien impedía una invasión masiva de manufacturas que compitieran con la producción local, era una traba para la unificación en un mercado interno, única vía posible para salir del atraso.
En el plano político, el primer sector estuvo representado por los unitarios, y los otros tres por las distintas fracciones federales, que a diferencia de los primeros no tenían un programa único en lo político ni mucho menos en lo económico, más allá de la coincidencia en el respeto por las autonomías frente al poder central.
Relaciones de producción: un debate dentro del marxismo
Para comienzos del siglo XIX, el desarrollo económico de Buenos Aires y el Litoral estaba en franca contradicción con la superestructura jurídica del Virreinato. No es casual que en el Río de la Plata y sus inmediaciones las fuerzas sociales estuvieran interesadas de manera prácticamente unánime en la ruptura de las relaciones coloniales -más allá de las diferencias en cuanto al alcance de dicho proceso- y en el Interior se manifestaran las contradicciones, ya que allí se encontraban sectores beneficiarios del orden virreinal.
Hay historiadores que, desde el marxismo -tomar por ejemplo la obra de Leonardo Paso- caracterizan las relaciones sociales de producción en el Virreinato del Río de la Plata como feudales. Tal definición es imprecisa, y parte de una interpretación esquemática y lineal de la sucesión entre modos de producción. Así, si bien el monopolio comercial y el trabajo servil de los indígenas son, entre otros, evidentes puntos de contacto con el feudalismo europeo, el rol de la exportación de metales y la incipiente inclusión de América en un circuito de intercambio mundial -todavía en formación- son elementos a tener en cuenta en la caracterización. El error se profundiza al homologar a los caudillos surgidos de la Independencia con los señores feudales. Esto lleva a caracterizar a los representantes políticos de los comerciantes porteños como progresistas hechos y derechos. También, a sobrestimar el peso del latifundio en el desarrollo económico posterior, subestimando el carácter gran burgués que tienen la propiedad de la tierra y la producción agroganadera al culminar la etapa de la organización nacional.
En el otro extremo, Milcíades Peña señala que en Buenos Aires y el Litoral, desde comienzos del siglo XIX hay capitalismo. Peña cae en el error de centrar su análisis en la esfera de la circulación: así, al estar la producción pecuaria ligada al mercado mundial, esto definiría el carácter capitalista de la misma. Si bien este análisis es más acertado en lo referido a caracterizar a la producción pecuaria como progresiva en relación a la producción colonial, exagera los elementos capitalistas que están en desarrollo. No es riguroso hablar de capitalismo en la primera mitad del siglo XIX, si bien la ganadería avanza en esa dirección.
Tenemos, por tanto, con el inicio del proceso revolucionario, una formación social precapitalista en tránsito hacia el desarrollo capitalista, en el cual las viejas relaciones de producción van cediendo paso a las nuevas, proceso que es mucho más rápido -a pesar de no estar exento de contradicciones- en Buenos Aires y el Litoral que en el Interior. Al mismo tiempo una moderna burguesía va adquiriendo su morfología específica, proceso que recién se consolidaría con la formación definitiva del Estado, reflejo de la estructuración de una gran burguesía de alcance nacional, a diferencia de las clases con intereses específicamente provinciales propias del período 1810-1880. A partir de aquí podemos hablar taxativamente de una formación social capitalista, de carácter dependiente por su desarrollo subordinado a los intereses del capital británico.
Facundo Palacios
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