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“Martelly se tiene que ir. Nosotros somos el gobierno”
Para el domingo 24 de enero estaba programada la realización de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití entre el oficialista Jovenel Moise y el opositor Jude Celestin. Pero el grotesco fraude que marcó la primera vuelta y la renuncia del candidato opositor a participar del balotaje, en un marco de ocupación militar extendida en el tiempo y una intervención flagrante de gobiernos extranjeros en el proceso político interno, deslegitimaron por completo la farsa electoral que se preparaba. Así fue que el viernes 22 de enero, el pueblo haitiano decretó masivamente en las calles la anulación de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales y exigió la renuncia del presidente Michel Martelly.
Hay que recordar que en Haití están asentados alrededor de 10.000 Cascos Azules desde 2004, como fruto de la resolución 1542 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Esta resolución creó la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), que es la fuerza militar y policial de ocupación que actúa en el país cuyo ejército ha sido desarticulado. Detrás de estas tropas están los autotitulados “Amigos de Haití” o “Core Group”, que no son otros que las delegaciones de Estados Unidos, Canadá, Francia, Brasil, la Unión Europea y la propia Minustah (integrada por efectivos militares de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Filipinas, Guatemala, Honduras, Indonesia, Jordania, México, Nepal, Paraguay, Perú, Sri Lanka y Uruguay). Con la honrosa excepción del gobierno revolucionario cubano, que no ha ahorrado esfuerzos en enviar delegaciones de médicos y profesionales de la salud, el resto aporta militares y policías para combatir la miseria en Haití.
En agosto pasado se habían realizado las elecciones legislativas y en octubre la primera vuelta de las presidenciales. Ambas fueron ostensiblemente fraudulentas, con paramilitares ametrallando filas de votantes, quema de urnas y falsificaciones masivas de actas. El propio gobierno de Martelly ya era cuestionado desde el comienzo por ser fruto de un fraude organizado por la embajada estadounidense y la OEA en 2010. Precisamente la OEA y la UE fueron los primeros en salir a respaldar el actual proceso electoral, secundados por el “Core Group”, llamando a que las elecciones se realicen de todos modos.
Puerto Príncipe y otras ciudades de Haití se transformaron desde el viernes 22 en el escenario de la más grande rebelión popular de las últimas décadas en el país. Se quemaron centros electorales, se hicieron barricadas en todas las esquinas, cortaron rutas en los lugares donde sabían que iban a bajar los helicópteros de la Minustah con material electoral. Frente a la represión policial y de las tropas de la Minustah, los movilizados comenzaron a responder con la violencia popular. “Martelly se tiene que ir. Nosotros somos el gobierno” se escuchaba en las calles. Sobrepasado por la marea popular que avanzaba, el gobierno resolvió anunciar públicamente la suspensión de las elecciones, a lo que sucedieron los festejos callejeros y la advertencia de muchos:“nadie abandone las calles, somos el poder popular”.
Pese a la suspensión de las elecciones, las movilizaciones no se han detenido: los manifestantes siguieron exigiendo la renuncia de Martelly, al tiempo que rechazan la presencia de tropas militares en el territorio nacional, que se intensificó después del terremoto de 2010, con un saldo de aproximadamente 300.000 vidas humanas.
Contrariando lo que pretendía el “Core Group”, y lo que repetía en los medios el embajador argentino en Haití, Alejandro Guillermo Deimundo Escobal, no sólo se suspendieron las elecciones, sino que el domingo 7 de febrero, luego de horas de cabildeo, el presidente presentó su renuncia y dejó al país en un virtual vacío de poder. Hasta aquí, la rebelión popular no sólo ha derrotado al corrupto e ilegítimo gobierno de Martelly, sino también a la maniobra electoral de la intervención extranjera, comandada por el imperialismo norteamericano.
El precario acuerdo al que han llegado los representantes de los principales partidos de la oposición y el gobierno saliente es la sustitución del presidente por un primer ministro interino y la convocatoria a elecciones para el 24 de abril. En este lapso, buscarán organizar por arriba una sucesión medianamente ordenada, donde haya alternancia de partidos con programas políticos aceptables para las potencias involucradas, que garanticen una “gobernabilidad” acorde a las necesidades del imperialismo interviniente, para que todo siga más o menos igual que hasta ahora.
Por el contrario, la necesidad más apremiante para el pueblo haitiano choca de frente con los planes de sus ocupantes y opresores. Cuando las clases dominantes están divididas y han perdido momentáneamente la iniciativa política, la prioridad está en dotar a la rebelión popular de una vanguardia que exprese las necesidades más sentidas, en un programa popular, antimperialista y revolucionario que oriente el levantamiento hacia el poder. Pocos pueblos en América Latina tienen la experiencia de lucha anticolonialista y antimperialista que tiene Haití, la etapa que se abre con la sublevación del 22 de enero necesita aglutinar esa experiencia en una dirección revolucionaria, y apoyarse en la solidaridad de los pueblos hermanos para sacudirse de encima la intervención extranjera y los parásitos locales, abriendo paso a su definitiva liberación.
La presencia desde 2004 en territorio haitiano de militares argentinos como del resto del continente es inadmisible y debe ser rechazada por todas las fuerzas democráticas y antimperialistas de nuestro país. Expresa la complicidad, tanto de los gobiernos kirchneristas como del macrismo, con los propósitos injerencistas de los EEUU y sus socios europeos, al tiempo que agrede los históricos lazos de hermandad entre nuestros pueblos. Solidarizarse con el pueblo haitiano es exigir el inmediato retiro de las tropas extranjeras de su territorio.
Leo Funes
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