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3 de junio. Basta de violencia hacia las mujeres. El Estado y los gobiernos son responsables.
Hace tiempo venimos señalando que la irascibilidad provocada ante los feminicidios, y la falta de respuestas efectivas a nuestras demandas se está trasformando en organización y lucha. Y si bien desde las organizaciones sociales y políticas abogamos por ello hace años, ese tiempo tal vez pueda medirse con mayor precisión para el conjunto de la sociedad desde el 2015. Fue ese año cuando un millón de personas copamos las calles un 3 de junio al grito de Ni una Menos, ante el asesinato de la joven Chiara Peréz, cuando aún gobernaba el kirchnerismo. Desde ese tiempo a esta parte, el Ni una Menos se convirtió en bandera de la lucha por nuestros derechos, en un grito que ha trascendido nuestras fronteras para llegar el 8 de marzo último a recorrer varias ciudades a nivel mundial. Desde entonces el movimiento de mujeres en nuestro país se amplió y aún siendo heterogéneo se fortaleció, habilitando profundos debates respecto a cuál es la perspectiva política de ese movimiento que aún está en disputa y que para nosotras implica que Ni una Menos es rebelión.
Mientras, algunos debates se van asentando. La responsabilidad del Estado y los distintos niveles de gobiernos es una consigna instalada y ganada desde el campo popular que hoy nos fortalece ante la compleja coyuntura que estamos atravesando. La actual gestión de Cambiemos tiene bajo su mandato la terrible cifra de la perpetuación de un feminicidio cada 18 horas. Además a la par del ajuste, propiciado tanto por el gobierno nacional como los provinciales, se agudizan las problemáticas que padecemos principalmente las mujeres trabajadoras y del pueblo, sin vistas en este contexto a que desde el gobierno se lleven a cabo políticas públicas que tiendan a encontrar soluciones. La situación se complejiza a la luz de la falta de estadísticas certeras con las cuales contrastar las alarmantes cifras de asesinatos, desapariciones y ataques sexuales que se están dando a conocer. Así y todo lo cierto es que la violencia no merma y castiga con más fuerza a las mujeres del pueblo. Y no solo hablamos de los feminicidios. En la lista de las violencias hacia las mujeres entran las muertes por abortos clandestinos y las desapariciones de mujeres en las redes de trata al amparo del Estado, junto con las problemáticas laborales, entre todas las que hacen además a nuestra constante cosificación. En este sentido es dable y honrosa toda la solidaridad y medidas organizativas que se están construyendo para que la situación no sea aún peor, pero debemos ir por más.
El próximo 3 de junio, invitamos a prepararnos en nuestros lugares de trabajo, barrio y estudio para con distintas actividades construir una gran jornada de lucha que llene las calles y continúe profundizando el camino que venimos llevando adelante contra el ajuste de Cambiemos y por todos nuestros derechos, con la bese de la tremenda movilización del 8 de marzo.
No podemos continuar con un feminicidio cada 18 horas. Los asesinatos se ejecutan como la estocada mortal de una cadena de violencia hacia las mujeres, que configuran una grave problemática social, la cual no encuentra en lo mediato soluciones efectivas desde el Estado y sus precarias políticas públicas carentes de presupuesto. Abril y las cifras alarmantes de feminicidio requieren medidas contundentes – como ocupaciones –que arranquen en forma afectica y sobre todo inmediata el presupuesto necesario para las políticas públicas integrales que venimos hace tiempo reclamando. A la vez que las medidas deben apuntar contra los responsables políticos: el gobierno y sus funcionarios como Fabiana Tuñez, presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres, ligados al ajuste y la ausencia de respuestas. Si no hay soluciones ante la falta de prevención y asistencia efectiva el hartazgo tiene que traducirse en “que se vayan”. A la vez este tres de junio debemos salir a denunciar que la respuesta punitiva del gobierno es la forma de individualizar una problemática social de modo de hacerse el desentendido, además de utilizarlo para acentuar la respuesta represiva ante el conflicto social. (Ver nota “Justicia por Araceli y por todas”) Esto merece ser repudiado ante poniendo todo nuestro programa de lucha.
Ni una menos es rebelión.
A dos años del primer Ni una Menos tenemos que reforzar la organización y dar un paso al frente teniendo en cuenta quien es el enemigo principal: el Estado y la clase social en el poder (la gran burguesía asociada al imperialismo) que fomenta, utilizando viejos resabios culturales, la subordinación de las mujeres para maximizar ganancias o afianzar la dominación, recayendo el mayor peso del sometimiento sobre las mujeres trabajadoras y del pueblo. El movimiento de mujeres supo con creces discutir este tema, pero tras años de esta democracia trucha donde la igualdad formal y jurídica hace abstracción de la desigualdad real, la económica, la clase dominante en parte limó el carácter subversivo que la lucha de las mujeres supo tener y que apostamos a rescatar para darle a la misma una perspectiva de clase.
Fueron claras las palabras del padre de Araceli Fulles ante el feminicidio de su hija “… Esto le puede pasar a cualquier persona. Y más a la gente de trabajo, de la clase media para bajo somos los que más sufrimos”. Este tipo de respuestas derivadas de las propias condiciones materiales de vida y otras infinitas situaciones que podríamos citar, son las que ayudan sin más a comprender que la ecuación mujer trabajadora – mujer pobre, es la que conjuga el mayor peso de la violencia opresiva.
Por eso en este contexto de ajuste, de medidas anti populares y reaccionarias del macrismo, luchamos por otorgar al actual movimiento de mujeres un carácter combativo que lo ponga a la altura de las circunstancias aportando junto al resto de la clase trabajadora y el pueblo a la construcción de un salida obrera y popular.
Con la mira puesta en todo esto este 3 de junio gritemos fuerte ¡Ni una Menos es Rebelión!
Julia Quinteros
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