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Berni y la mano dura
Los sucesos protagonizados por el secretario de Seguridad Sergio Berni dan cuenta de las contradicciones del kirchnerismo entre el relato y los hechos. Tres actos lo tienen como protagonista, y demuestran que lejos del discurso oficial de respeto por los derechos humanos del gobierno, Berni viene a cumplir con un claro objetivo: no permitir los cortes de calle y ser el garante de poner a raya la protesta social en tiempos de ajuste. Para ejecutar estas tareas, Berni actúa con total libertad, nadie le impone nada. Tanto es así que ha desatado la interna dentro del kirchnerismo sobre la política de seguridad y de control de la protesta social aplicada por el gobierno.
Esta semana se conoció un video filmado el 31 de julio donde se ve al Jefe del destacamento de Gendarmería de Campo de Mayo, Juan Alberto López Torales, tirándose encima de uno de los autos de la caravana de protesta por el conflicto de la autopartista Lear en Panamericana, simulando ser atropellado. Esa maniobra garantizó la detención, con una causa armada, de tres militantes. A López Torales ahora se lo conoce como el “gendarme carancho”. Aún no fue puesto en disponibilidad. Berni aseguró la continuidad del Jefe de Gendarmería.
En el mismo video, se ve a un señor de barba gris pidiendo que “bajen a palazos” al conductor del coche. También aparece en el acampe de los trabajadores de Lear donde fue señalado como infiltrado de inteligencia para “marcar” a delegados y militantes. Luego se supo su nombre, Roberto Ángel Galeano, y que la Secretaría de Seguridad lo incorporó como Coordinador de las fuerzas de seguridad. Galeano es un ex carapintada que perteneció al servicio de inteligencia. Sergio Berni lo recontrató en su gestión tiempo después que la ex ministra de Seguridad Nilda Garré le diera la baja por sus antecedentes.
Y para finalizar, Berni estuvo presente con su Gendarmería en el desalojo del asentamiento ubicado en Villa Lugano, donde actuó junto con la policía Metropolitana. Este hecho abrió un nuevo debate sobre la violencia institucional aplicada a los más humildes, a las barriadas populares, con la excusa de que los asentamientos y villas generan inseguridad. Berni trajo a la mesa el tema de los inmigrantes, y dijo que el ciudadano extranjero que delinque, debería ser extraditado. Frente a la crisis, la excusa de siempre, y el inmigrante es un blanco más del ajuste.
¿Qué la lleva a Cristina a sostener a Berni, cuando la tropa no parece estar muy de acuerdo con las maniobras del secretario? No es un secreto que Berni se está midiendo como candidato para la provincia de Buenos Aires en las próximas elecciones. La sobreactuación con ropa militar y helicópteros y las declaraciones explosivas son sus herramientas de campaña. Pero 2015 queda lejos. El trabajo del secretario le sirve al gobierno para aplicar el ajuste hoy, no mañana. Además de la sucesión incierta, es el presente lo que incomoda dentro del mosaico K. Allí salió Nilda Garré a tomar distancia en la estigmatización de los extranjeros. Más vehemente fue Verbitsky, que viene sistemáticamente denunciando en Página 12 a Berni, despegándose de él y buscando limpiarle la ropa sucia a Cristina, a quien pretende desligar de la represión. Intento vano: hasta nuevo aviso ella sigue al mando. Berni es su subordinado. Así lo entendió La Cámpora, que pasó de un comunicado crítico por los hechos de Lugano a la obsecuencia característica a través del “Cuervo” Larroque que salió a bancar al teniente coronel.
Los esfuerzos prácticos por contener la bronca popular frente a la crisis dan por tierra con el relato de derechos para todos y todas. La aplicación del ajuste necesita de la represión sobre los trabajadores y los pobres. Como ocurrió con el arreglo con la Repsol y los pagos al Ciadi y el Club de Paris, también en el tema de la “inseguridad”, el gobierno nacional aplica el programa recalcitrante de las derechas en la oposición. Por otro lado, la decadencia del kirchnerismo habilita el juego propio de los carreristas que apuntan a caer parados en el futuro.
Así las cosas, a esta altura seguir apostando al progresismo del gobierno se explica, en el mejor de los casos, por la capitulación más absoluta, cuando no, por la hipocresía lisa y llana.
Marcela Stein
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