Actores diferentes, la misma Argentina monopólica y dependiente

Pocos días después del cambio presidencial siguieron las renuncias o disposiciones para el reemplazo en la conducción de las principales instituciones, entre ellas, Afip, Banco Central, Inta, Incaa, RTA, Arsat, Televisión Pública, Biblioteca Nacional como en diversos equipos de otros tantos municipios del conurbano. Salvo el caso de Sabatella que pataleó varias veces pero nunca resistió a fondo el desalojo en Afsca, se ha desmontado prácticamente sin traumas la estructura armada por el modelo kirchnerista.

Uno de los planos donde se registraron mayores diferencias y disputas con el macrismo estuvo en el manejo de los medios y en la instrumentación de las comunicaciones, donde además de periodistas, locutores, programación y hasta proto-empresarios caranchos, el tema de los contenidos es significativo. La anulación de la ley de medios por decreto y la fusión del Afsca y el Afstic bajo el control de Enacom marcha efectivamente en el sentido de una mayor concentración de los medios audiovisuales y teleinformáticos en manos de unos pocos grupos. Por otro lado cabe recordar que tampoco aquí aparecen las bondades de una ley debatida y enaltecida por la intelectualidad de Carta Abierta pero que, durante su vigencia, los avances en la democratización del manejo de los medios con un sentido más popular e integrador fueron escasos y precarios. No se trata solo de reconocer el derecho a entidades u organizaciones sociales a disponer 1/3 de los medios sino de posibilitar también los recursos necesarios para su instrumentación. La constitución nacional está cargada de reconocimientos de derechos ciudadanos, pero a su vez bajo su amparo se ha conformado la concentración monopólica del capitalismo dependiente y el entramado jurídico político y represivo que lo legitima.
Algunos casos menores, de alcances limitados y sentido progresista, fueron excepciones que no convalidan la regla. No hubo tales cambios estructurales ni afectación del poder monopólico en estos años. Ni la ley de entidades financieras, ni la de explotación minera, ni las secuelas de la legislación laboral precarizada, ni el comercio exterior, ni la de medicamentos con predominio de laboratorios extranjeros, ni la política impositiva regresiva, ni la del aborto, se han modificado. Por el contrario algunos de los cambios fueron de sentido aún más reaccionario, como la ley antiterrorista, de hidrocarburos (posibilitó el acuerdo con Chevrón), explotación minera a cielo abierto, desprotección de glaciares, ley de semillas (Monsanto), ley de tierras, espionaje interno, etc. Algunas medidas en el plano social como la Asignación por Hijo, posibilidad de jubilación general y mínima, paritarias libres, son reparaciones que no alcanzan a enmendar la enorme deuda social pendiente ni la degradación progresiva de la clase trabajadora, (sin 82%, trabajo genuino, salarios a valor de canasta, viviendas, realización de la juventud, etc.). Otra consideración merece por cierto, la ley de matrimonio igualitario, identidad del género, fertilización asistida, que afectaban derechos que hoy fueron finalmente consagrados.
Sin pretender hacer un balance global de la gestión kirchnerista en los 12 años, corresponde sí precisar hasta donde fueron profundos los cambios como también la confusión generada en sectores de masas y/o en proyectos de izquierda militante que se diluyeron en un camino sin retorno, creyendo descubrir allí una burguesía patriótica. Lo hacemos centralmente a los efectos de reafirmar una política, programa y táctica revolucionarias, sin perder de vista, en los entretelones de la disputa interpartidaria o del parlamentarismo funcional al régimen, que la tarea principal alrededor de la cual corresponde orientar al movimiento de masas y desde donde se debe calificar las conductas políticas e ideológicas, son las que van contra el poder de los monopolios y las medidas que verdaderamente afectan sus intereses. En estos 12 años algunas corporaciones extranjeras emblemáticas como Cargill, Syngenta, Dreyfus, Monsanto, Banca Morgan, se consolidaron igual que grupos locales como AGD,Techint, Arcor, Macro, entre otros. En el caso del grupo Clarín que pasó de amigo, en tiempos de Néstor, a enemigo y sobre el cual concentró su estrategia Cristina desnudando que efectivamente ejerce un monopolio en el manejo de los medios y actúa como patronal antiobrera, lo mínimo que debería haber hecho desde lo nacional y popular, antes o después de aquel 54% de 2011, es proceder a su expropiación lisa y llana como se hace con un enemigo del pueblo, en lugar de andar revoloteando a su alrededor para terminar derrotada sin penas ni gloria e indirectamente fortaleciendo a dicha corporación. Hay diferencias sí, entre el proyecto anterior y el actual, más corrido a la derecha, pero no tan determinantes como para enfrentar y reducir la posición monopólica dominante que expresa en su conjunto el capitalismo dependiente. La disputa intermonopólica en el país siempre tuvo expresiones políticas e ideológicas diferentes y en este período democrático gran parte de la misma, se dirime y refleja en el resultado de las urnas. Cristina perdió por razones económicas y políticas, por descomposición social, por hartazgo y por sus propios errores, pero no centralmente porque lo tuvo enfrente a Clarín. O Macri es superpoderoso, o recibió el apoyo del mismo establishment que unos días antes se inclinaba por Scioli. Sería muy dañino para la revolución y para la juventud antimperialista militante que se vuelva a instalar esa lógica que no rompe con límites establecidos por el poder, entre un capitalismo de amigos y otro neoliberal. Al final de cuentas, no basta con ganar elecciones. Así como no hay patria liberada sin acabar con el poder monopólico tampoco hay socialismo sin hacer la revolución.
Elbio Rojas