El denominador común de la coyuntura latinoamericana pasa por la agudización de la lucha de clases. Estamos entrando al epicentro de un período en el que las mediaciones institucionales... Ver más
Crece la disputa interimperialista
Luego de más de cuatro años de desarrollo, la guerra desatada en territorio sirio asciende un escalón en el riesgo de detonar un conflicto abierto entre potencias.
Concientes de la debilidad del gobierno de Al Assad, el 30 de septiembre el parlamento ruso aprobó una intervención militar (previo pedido formal del gobierno sirio), contra los diversos grupos armados que operan en Siria. Horas más tarde, la fuerza aérea rusa hacía su primera incursión fuera del territorio propio en décadas. La decisión se justifica públicamente por la ineficiencia demostrada por la Coalición Anti-Estado Islámico (CAEI) que reúne a unos 40 países y está encabezada por EEUU, Gran Bretaña, Francia y Turquía. Esta coalición lleva dos años actuando en Siria, durante los cuales no ha parado de avanzar el Estado Islámico (EI). Al mismo tiempo, Putin ha anunciado la conformación de un centro de coordinación para el combate al EI con sede en Bagdad, que reúne a los representantes de Siria, Rusia, Iraq e Irán.
Sin embargo, las razones reales pasan por otro lado. Siria es socio comercial y militar de Rusia desde hace décadas, y no cualquier socio. Allí cuenta con la base militar de Latakia y en la costa occidental la de Tartus, única base militar rusa en todo el Mediterráneo. La fragilidad del gobierno en los últimos meses alertó a Rusia sobre la posibilidad de que éste cayera, acelerando los pasos hacia una sucesión política digitada desde EEUU. Si Rusia aspira a tener peso en el futuro de Siria, debía involucrarse en el conflicto. Ya no bastaba con la provisión de aviones de combate y pertrechos para el Ejército Árabe Sirio como lo venía haciendo, era necesario jugar fuerte. La conformación del bloque con Iraq e Irán, reúne a todos los interesados a su vez en garantizar a Siria como salida directa del gas y el petróleo a Europa directamente por el Mediterráneo, lo que se obstruiría si Damasco cayera bajo la órbita de EEUU y sus aliados. El involucramiento militar ruso es una demostración de fuerza dirigida a la OTAN y a todos los países de la región: Rusia no podrá ser ignorada a la hora de discutir los planes estratégicos para Medio Oriente.
Luego de la anexión de Crimea, en el inicio del conflicto en Ucrania, EEUU ha promovido un aislamiento internacional de Rusia que resulta cada vez más difícil de sostener. Durante la Asamblea General de las Naciones Unidas hubo un encuentro de 90 minutos entre Obama y Putin en Nueva York que, según John Kerry, Secretario de Estado de los EEUU, arrojó un “acuerdo de que Siria debe ser un país unificado, unido y secular, que EI debe ser desmantelado, y que es necesario que haya una transición controlada”.
Precisamente, cuando el equilibrio entre estos intereses encontrados se va tornando más difícil de lograr, se aceleran los preparativos para resolver un nuevo equilibrio por la fuerza. Eso es lo que estamos viendo en Siria. Hasta hace unas semanas eran los EEUU y la UE los que, junto a países menores, hacían uso de la fuerza militar, ahora también Rusia ha decidido mostrar los dientes. La crisis económica internacional es el telón de fondo de este recalentamiento de las relaciones entre las potencias y sus crecientes intervenciones militares. La agudización de las contradicciones interimperialistas en la región avanza. Ya se hace evidente que la voluntad de los EEUU no tiene el mismo poder hegemónico. De hecho, las conversaciones de Israel con Rusia son señales de que, ante la declinación del poder norteamericano, el régimen sionista busca reaseguros para sus intereses. Al mismo tiempo la audacia de Rusia tampoco es un síntoma de salud. Su economía está atravesando serias dificultades, su PBI está en franco retroceso y apuesta a la carrera armamentista como forma de disputar mercados.
Mientras tanto, y al calor de estos acontecimientos, los pueblos de la zona dan señales de reavivar sus reservas antimperialistas y antiguerreristas. La Tercera Intifada del pueblo palestino es prácticamente un hecho, contra la ocupación sionista de su territorio. Son miles en Gaza y en Cisjordania los que salen diariamente a combatir en las calles a las fuerzas de ocupación israelíes con lo que tienen a mano, inclusive han empezado a sucederse movilizaciones del propio pueblo de Israel contra la represión al pueblo palestino. Al mismo tiempo, la explosión de dos bombas en Ankara -capital de Turquía- durante una manifestación contra la política guerrerista del gobierno ultra reaccionario de Erdogan hacia la resistencia kurda, que provocó casi cien muertos, ha detonado una serie de movilizaciones mayores, con paro general incluido, responsabilizando al gobierno por el atentado y ratificando su solidaridad con el pueblo kurdo.
Así como las disputas interimperialistas acumulan elementos en dirección a una guerra de rapiña, los trabajadores y pueblos del mundo pueden aprovecharlas para acercar la hora de la revolución, la liberación y la emancipación social.
Leo Funes
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