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Siria: detrás de los refugiados
Detrás de la multitudinaria oleada de migrantes forzados que están llegando a Europa en las últimas semanas están los desastres humanitarios en que se han convertido los países de origen, como fruto de las intervenciones bélicas de las potencias imperialistas de occidente. En su mayoría provenientes de los países árabes de medio oriente, norte y noreste de África, y particularmente Siria, son decenas de miles que huyen del horror de la guerra que, en todos los casos, tiene un elemento en común: la presencia -directa o indirecta, explícita o velada-, de las fuerzas armadas de los EEUU y sus socios europeos de la OTAN. En algunos casos la presencia de reservas de gas o de petróleo, en otros la persistencia de gobiernos que no se doblegan ante las presiones para adoptar los lineamientos dispuestos desde Washington, lo cierto es que la injerencia yanqui afecta a todas las naciones de la región y la tendencia visible es al incremento y la diversificación de las intervenciones militares del imperialismo occidental.
Uno de los subproductos de las invasiones, guerras de rapiña y asedio permanente a que están sometidos los pueblos de la zona, es precisamente, la destrucción de su aparato productivo con escasas o nulas posibilidades de ser reconstruido en un breve plazo y, por consiguiente, la generación de contingentes gigantescos de personas que buscan huir de sus países de origen para poder desarrollar su vida en horizontes menos convulsionados. Colateralmente, esto ya es base para un negocio de proporciones en manos de los traficantes que lucran con la venta de pasaportes, el cruce del Mediterráneo, el Egeo o el traslado por tierra, y las coimas a lo largo de la travesía que los lleva hasta su destino en Europa occidental. Pero hay un negocio mucho mayor, que la gran burguesía alemana no ha tardado en advertir. El presidente de la Federación de la Industria Alemana primero, y funcionarios del estado después, han declarado la necesidad de contar con casi un millón de trabajadores extranjeros suplementarios este año, para sustentar el nivel de crecimiento proyectado de la industria alemana y al mismo tiempo mantener deprimido el costo de la fuerza de trabajo. Uno de los principales proveedores de mano de obra para la industria alemana es Siria, que se destaca en la zona por tener uno de los mejores niveles educativos y, luego de estar más de cuatro años sumergidos en guerra, las posibilidades locales de absorber mano de obra calificada escasean. Buena parte de los 200.000 ingenieros que necesita el aparato industrial germano en el próximo año podrían ser facilitados en la medida que el conflicto en Siria se mantenga. No sorprende entonces, que el gobierno alemán se haya comprometido en estos días a reforzar su presencia militar en el país agredido. Así, el flujo masivo de refugiados se convierte en una fabulosa oportunidad de ganancias para la burguesía industrial receptora.
¿Qué pasa en Siria?
La República Árabe Siria lleva más de cuatro años sumergida en una guerra que la viene desangrando. Desde inicios de 2011, luego de haberse desatado la ola de levantamientos populares en el norte de África conocidos como “primavera árabe”, un sector de la población siria comienza a ganar las calles con diversos reclamos de carácter económico y político. A esta situación, tal como sucediera en los demás países, se le sumó la intervención occidental -y particularmente estadounidense- y es así que el descontento de algunos sectores, a veces multitudinario y en otros casos marginal, fue aprovechado por EEUU y sus aliados para socavar, condicionar o directamente tumbar gobiernos no alineados con las líneas directrices de la política estadounidense para la región. El caso de Libia fue el más extremo, derivando en una invasión lisa y llana del territorio nacional por parte de fuerzas de la OTAN. Aquí también se da el escenario de un gobierno apurado por la rebeldía de su pueblo y por la agresión solapada de las potencias imperialistas.
En el caso de Siria, el gobierno de Bashar Al Assad cumplía una serie de requisitos para engrosar la lista de objetivos de la alianza atlántica. Al Assad jamás retiró su apoyo a Irán, siempre fue un aliado de la causa palestina y blanco del sionismo expansionista de Israel, que mantiene ocupada parte del territorio sirio desde hace décadas. El país no tiene deudas con el FMI, y mantiene en manos del estado una industria petrolera con reservas por 25.000 millones de barriles. Con este marco, y a caballo del contagio de la “primavera árabe” a tierras sirias, la injerencia de las potencias occidentales y las dinastías del golfo alineadas con EEUU no se hizo esperar. Ante el primer signo de represión por parte del gobierno sirio, los movimientos de protesta mutaron rápidamente en rebelión armada, adiestrada y financiada por las potencias occidentales y sus socios en la zona, y se conforma el Consejo Nacional Sirio como cabeza política del bando rebelde. La guerra civil estaba en marcha. Acto seguido, estas mismas potencias decretan un bloqueo económico a Siria y exigen la renuncia del presidente como prenda de negociación para desactivar el conflicto. Sólo Rusia y China, entre los pesos pesados, continúan comerciando con Siria.
A esto se suma la entrada en escena del Ejército Islámico de Irak y el Levante (EIIL), o Estado Islámico (EI) como se autoproclamaron luego de declarar el nacimiento del califato en las zonas ocupadas de Irak y Siria. Este engendro reaccionario y terrorista -también alimentado en secreto por las dinastías petroleras del golfo y algunas potencias occidentales- tuvo su momento de mayor expansión luego de la retirada de tropas estadounidenses de Irak y actualmente controla y explota los principales pozos petroleros del norte de Irak y el este de Siria. Esto le ha facilitado un colosal financiamiento propio y con ello la posibilidad de mayor autonomía estratégica respecto de sus mentores, lo cual explica algunos tímidos ataques de las fuerzas de la OTAN sobre el EI en los últimos meses. Más allá de la propaganda en los medios occidentales, lo cierto es que el combate real al EI lo están llevando adelante el Ejército Árabe Sirio y las milicias kurdas.
Simultáneamente, el desarrollo de las guerrillas autonomistas kurdas en el norte de Siria, completan un escenario de suma complejidad en el territorio del país. Si bien los kurdos sirios disputan objetivamente con Siria una porción de tierra lindante con Turquía y con Irak, su enemigo principal no es el gobierno de Siria sino el de Turquía y el EI. Los bombardeos turcos sobre la guerrilla kurda – antes que a las bases del EI - en territorio sirio así lo testifican.
Así, el tablero geopolítico de la región tiene en Siria a su principal foco de conflicto, y a medida que se desarrolla el conflicto son más los sectores involucrados, y mayor el riesgo de una generalización de la guerra en toda la región. Por un lado la OTAN con EEUU a la cabeza, a lo que hay que sumar al menos a Israel y Turquía junto con colaboradores menores, buscando resolver cuanto antes la caída del gobierno de Al Assad y la creación de un gobierno títere, donde tengan participación sus ahijados del Consejo Nacional Sirio. De ser necesario, está la opción de una desintegración territorial de Siria, lo que facilitaría el debilitamiento de los estados e incrementaría la posibilidad de ejercer un control político, militar y económico de la zona por parte de las potencias occidentales. Si algo evitó hasta ahora un mayor involucramiento militar de las potencias imperialistas occidentales es el respaldo político de Rusia, Irán y -en menor medida- China al gobierno de Siria. Este conflicto ya lleva largos 50 meses y la permanencia de Al Assad en el gobierno supone un duro golpe a los intereses yanquis en la región, a su hoja de ruta que ha vuelto ingobernable la región, aún para muchos de los aliados de la Casa Blanca.
Algunos movimientos en este sentido ya se están dando. El giro que se ha comenzado a advertir por parte de Arabia Saudita (histórico aliado de EEUU en la región), no es menor. Al anunciar recientes inversiones en Rusia, está contrariando la política estadounidense de sanciones a éste país. En el mismo sentido, siendo uno de los principales financistas de los “rebeldes” sirios, está propiciando el diálogo con el gobierno de Al Assad para una salida negociada. Otro tanto ocurre con Qatar, cuya influencia sobre el Frente al-Nusra -que también opera en Siria-, está direccionando sus acciones contra el EI.
La nación y el pueblo de Siria, como en otros escenarios del mundo imperialista en crisis, enfrentan las consecuencias de la opresión política y social al tiempo que padecen los estragos de la disputas entre las potencias imperialistas en su territorio. Nuevamente las banderas antiimperialistas, de liberación nacional, democracia popular y emancipación social deben ponerse al frente de las luchas y rebeliones populares.
Leo Funes
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