Para que la lucha se abra paso vamos por el voto bronca

Martes, 14. Julio 2015

Elecciones polarizadas entre candidatos del ajuste

Los resultados de elecciones primarias o de gobernaciones realizadas a la fecha expresan una tendencia favorable a la continuidad de los partidos o gobiernos de turno. Con excepción de Mendoza recuperada por la oposición radical-pro luego de 8 años de peronismo o de Tierra del Fuego recuperada por el sciolismo, la orientación del voto en el resto del país va por el centro sin alteraciones y con la obviedad por parte de los contrincantes que la disputa central se librará en el mismo lugar donde anidan los mayores bolsones de pobreza, como es la provincia de Buenos Aires, y donde también se concentra los mayor cantidad de votantes. Allí el FPV tratará de compensar la desventaja que arrojó el veredicto en Córdoba y Capital el 5 de julio, apostando, como en otras oportunidades, a la eficiencia de su maquinaria controlada por intendentes y punteros. Se desprende de ello, en primer lugar, una precaria expectativa, visto la uniformidad del discurso; y la escasa convicción de cambios que despiertan propuestas vacías y candidatos cuasi mercenarios. En segundo lugar, una polarización intencionada y también, de hecho, ya perfilada entre el sciolismo y el macrismo como los dos referentes principales del establishment, ante el definitivo retroceso del massismo y el papel de relleno que juegan fuerzas menores. Y, en tercer lugar, al hecho de que aún en esas condiciones de validación que la gran burguesía pretende con cada elección, una persistente franja de voto-bronca, abstenciones, nulo o en blanco se repite, constituyendo el espacio más consecuente, entre programa y acción, para la denuncia del régimen político, para elevar la lucha obrero-popular en curso y para favorecer el desarrollo de una política revolucionaria.

Matrimonio con camas separadas

La consagración de la dupla Scioli-Zannini después del ninguneo a Randazzo, puso al gobierno en la grilla de largada para ir por otros cuatro años en el manejo de las riendas del estado. Más allá de especulaciones y condicionamientos que supone la vicepresidencia y la designación en los primeros puestos de las listas nacionales a referentes de La Cámpora, ni Scioli es un títere improvisado, ni Zannini podrá imponer demasiado sin Cristina como funcionaria y sin el manejo de la caja. En realidad se trata de una sociedad de mutua conveniencia que funcionó durante 12 años timoneada por los Kirchner y que puede cambiar, en este caso, el manejo del timón pero no el rumbo de las medidas más ortodoxas que se deberán aplicar. Dicho rumbo no es novedad y es inherente a un modelo agotado. Ya se intentó con la devaluación de Kicillof en enero 2014 y la recomposición en el pago de la deuda con el Club de Paris Repsol y Ciadi; pero luego, ante el fallo adverso de Griesa, la presidenta transformó la cuestión del “no pago a los buitres” en una bandera de campaña postergando toda decisión al respecto. Es decir que, si fuera por el rumbo más a la derecha, que ahora debería timonear Scioli como estima la militancia kirchnerista, recordamos que su postulación surge del acuerdo con Cristina y Zannini al igual que el paquete de medidas que se aplicarán en caso de ganar, y que hoy deliberadamente se ocultan. Esta es la base sobre la cual se montan los acuerdos con los grupos económicos, que si bien miran con simpatía y prefieren muchos de ellos a Macri-Michetti, también ponen en debate la mayor o menor capacidad de contención de la rebeldía social que se vislumbra.
Cualquiera de los dos candidatos con mejor chance vendrán, irremediablemente, con mayor devaluación, con pago de la deuda externa, con achiques salariales, con aumentos tarifarios, con represión. No son lo mismo, pero si en algo coinciden ambos, es en las medidas orientadas para descargar la crisis sobre el pueblo. Por otra parte, el reciente espaldarazo brindado por el motonauta a Carlos Menem en el acto de campaña en La Rioja, anticipa el cambio discursivo y también la disputa en la dupla oficial, provocando incomodidad en un kirchnerismo que siempre denostó al neoliberalismo de los 90.
En esta misma línea, la renuncia del general Milani, a pedido de la presidenta, y más allá de las complicaciones últimas surgidas en las causas judiciales por la desaparición del soldado Ledo y otras por enriquecimiento ilícito, apunta centralmente a lavar la cara antes de la campaña para favorecer el discurso e imagen de los candidatos. Sin embargo se mantienen el equipo de espionaje montado por el general como los abultados recursos asignados.
La búsqueda de otro reaseguro, pero con mayor alcance y visibilidad, es el actual apresuramiento del gobierno en moldear el Poder Judicial con designaciones a dedo de abogados transformados en jueces subrogantes de tal forma de contar con una justicia adicta o al menos neutralizada. No alcanzan los fueros legislativos para proteger a todos, se necesita jueces propios para tener impunidad. Pero también preservar poder sin estar en el gobierno es una prioridad en los intereses de la corriente de la burguesía renegociadora surgida en el cono sur en los últimos 20 años. Si Brasil es un espejo, no lo es solo por la necesidad del ajuste que hoy imponen los grandes grupos apoyándose en partidos o candidatos seudoprogresistas, lo es también porque allí la disputa por el control de la Justicia no parece llegar todavía a los mismos niveles locales. Ni en uno ni en otro bando entre oposición y oficialismo, la designación y remoción de jueces se realiza en defensa de los derechos y reivindicaciones de la clase trabajadora o de una inexistente justicia independiente, más bien es el reflejo de una pugna ya instalada entre facciones de la gran burguesía por el control estructural de algunos estamentos del estado. Como tal, dicha pugna tampoco es indiferente a los vaivenes de un mundo capitalista en crisis caracterizada por una abierta disputa intermonopólica en el control de los mercados.
La propia degradación del régimen democrático burgués y sus representaciones políticas, es el reflejo de que la política doméstica se define cada vez con mayores ingredientes e influencia de lo que sucede en el orden internacional. Tal vez allí, en ese mundo desordenado y en las consecuencias del empobrecimiento y la resistencia que genera en los pueblos, están las razones del actual viaje del Papa por la zona.

Evitar el desbarranque antes del veredicto electoral

El gobierno pone todos los esfuerzos para que el deterioro de la economía no impacte en lo inmediato. Procura mantener los niveles de consumo y la tendencia declinante de la inflación por debajo del 2%, a la par garantizar el plan 12 cuotas y otras facilidades que agilicen la circulación de los últimos aumentos de paritarias, como parte de esa lógica. Una sensación reactivante, que no es tal, pero que en lo inmediato constituyen la táctica para demorar más allá de octubre las consecuencias económicas de las medidas de ajuste que deberán introducir. Allí está su apuesta y también en el mejoramiento de la asistencia social en el conurbano, a sabiendas de que aún en caso de una corrida cambiaria o escapada inflacionaria puedan sostener el diferencial de votos en juego. Los efectos del estancamiento actual con la no generación de nuevos puestos de trabajo, caída de la inversión y capacidad ociosa en ramas industriales en los niveles de 2003, déficit presupuestario récord, saldo comercial por momentos de signo negativo o renovación del crédito con la banca imperialista, quedarán como parte del recetario del capitalismo monopólico para después del veredicto.

La realidad y el auge de luchas detrás de la vidriera

La otra realidad, como trasfondo a la vidriera electoral, son las condiciones de vida con el retorno de los cortes por escasez de gas y energía eléctrica ante los primeros fríos, toneladas de frutas sin levantar por el quebranto de las producciones regionales, la certificación de niveles de pobreza por encima del 30%, la gran cocina del narcotráfico ya naturalizada en el país con sus secuelas de corrupción, inseguridad y esterilización de nuevas generaciones. Hay que recordar al momento de elegir y del balance del período, que no son 12 sino 32 años con el régimen vigente y sin embargo las recetas de las clases dirigentes son las mismas, los intereses que defienden también y hasta los propios candidatos, cuando lo que verdaderamente interesa es terminar con un esquema de poder y un modelo de sociedad basado en la injusticia y el sojuzgamiento a la clase trabajadora.
Pero el pueblo no se resigna, persiste en la acción directa como base de su reclamo sin esperar soluciones de arriba. Si el mes anterior fueron los aceiteros con su paro y bloqueo de 25 días para romper el techo salarial y luego el paro nacional, hoy la lucha de los choferes de la línea 60 contra el lockaut patronal, de los obreros de Acindar contra los despidos, de los fruticultores del Valle por los precios, o las tomas de los estudiantes secundarios contra el vaciamiento de la enseñanza pública, caracterizan un cuadro de situación que se extiende desde hace muchos años, particularmente desde 2001, y que las fuerzas de izquierda junto a la vanguardia obrero- estudiantil deben trabajar para elevarlo hacia un plano revolucionario en lugar de esterilizarlo en el juego de una democracia domesticada.

El voto bronca, una propuesta justa y consecuente

Subyace así una situación contradictoria entre la tendencia mayoritaria al voto afirmativo y la escasa convicción a su vez de que por ese medio se produzcan cambios verdaderos. De allí la conducta natural, posterior a cada plebiscito, de continuidad de la lucha de masas por recuperar organismos gremiales y avanzar hacia el desborde de la burocracia sindical empresaria. En esa convicción, que no pudieron extinguir, anidan las mayores posibilidades de quebrar la política del ajuste, en la medida que sobre la base del plan de lucha y de las puebladas, también avance el debate en la vanguardia y en la construcción del frentismo revolucionario.
No se puede avanzar hacia un gobierno de los trabajadores, como sostiene el FIT, bajo la creencia de arrebatar electoralmente a la burguesía monopólica sus propios órganos de gobierno o insertar legisladores. Se avanza sí, en la medida que la táctica electoral contribuya a la unidad del combativismo la izquierda y los que luchan, y se proponga elevar y conducir la lucha de clases hacia un plano revolucionario para la toma del poder político. El voto debe acompañar esa perspectiva sin esperar milagros. Si la bronca o el voto blanco o nulo es una definición para que madure el auge de luchas y organice la rebeldía obrera en la perspectiva de la revolución y el socialismo, lo es tanto en primera como en segunda vuelta o en balotaje, de lo contrario se trata de puro oportunismo.Ese es el estigma que arrastra hoy el electoralismo de izquierda cuando llama a votar en blanco en el balotaje entre Larreta y Losteau en la ciudad porteña.
En ese marco, el PRML viene dando la batalla política para ampliar la franja del voto bronca, entendida como la propuesta justa para derrotar la política de trasladar y hacer pagar la crisis a los trabajadores. Es una propuesta democrática que no delega derechos ni siembra esperanzas institucionales. Que no se diluye en el posibilismo del parlamentarismo y puja sí, para que la unidad y el programa esbozado en la lucha de todos los días se eleve política y organizativamente.
Es un debate abierto y como tal salimos a militar con afichadas, volantes y pintadas. Llevarlo a los centros de trabajo a la vanguardia natural y al activismo militante. Concretar charlas, actos y organizar junto a otras agrupaciones espacios de coordinación por el voto bronca, que son espacios de lucha tal cual se viene conformando en Capital, Tucumán, Chaco y en todos los lugares del país donde sea posible confluir para que las brasas del la rebelión de diciembre de 2001 y del Puente Pueyrredón sigan encendidas.

Andrés Zamponi

Publicado en: 
Martes, Julio 14, 2015 - 23:15

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