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Renunció Richarte, primera crisis del actual rectorado
En el no transar anterior (“UBA: Entre subsidios y espías”) decíamos que el vicerrector de la UBA, Darío Richarte (ex SIDE), se encontraba en un “impasse” producto de la dura interna política en los servicios de inteligencia. Finalmente, el martes 17 de marzo presentó su renuncia al cargo, “resolviendo” por adelantado lo que podía convertirse en una crisis del poder universitario.
¿Curriculum o prontuario?
Darío Richarte era militante de la Franja Morada (UCR) de la Facultad de Derecho en los años `90. Se integró al Grupo Sushi y desde ahí se catapultó a la Secretaria de Inteligencia (SIDE), con el ascenso de De la Rúa al gobierno en 1999. Ocupó el cargo de subdirector durante dos años, siendo responsable de la represión ocurrida en el marco de la rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Allí desarrolló fuertes vínculos con las redes de espionaje y, al retirarse, fue acusado por un “faltante” de 18 millones de pesos.
Posteriormente se asoció con el Grupo Veintitrés (del empresario K Sergio Szpolski), del cual fue parte como inversor y director de algunas publicaciones, entre ellas el periódico universitario “La U”. Asimismo, su profesión de abogado y sus contactos en el sistema judicial le posibilitaron convertirse en defensor de funcionarios kirchneristas acusados de corrupción, como Abal Medina, Scoccimarro o Amado Boudou.
Su trayectoria en la UBA
La pregunta que muchos estudiantes y docentes hicieron cuando el Rector Alberto Barbieri lo eligió como vice fue ¿qué relación guarda un ex espía corrupto con la universidad pública, la ciencia y la academia? Pero esta pregunta no pasó por la cabeza de las autoridades de la UBA.
Sus preocupaciones eran otras. La UBA está plagada de negociados turbios que involucran a funcionarios de todos los colores políticos, especialmente sus máximas autoridades. Acuerdos con grandes empresas, sistemas de pasantías precarizadas, alquiler de predios, convenios con diversas áreas del Estado y subsidios discrecionales son moneda corriente, literalmente. Este flujo monetario es aceite para el clientelismo político, es decir, ordena listas electorales y bloques políticos.
El rol de Darío Richarte era garantizar la impunidad de los involucrados, aprovechando su experiencia como operador judicial y defensor de corruptos. Por ejemplo, el reciente escándalo con subsidios del Ministerio de Industria que llegaban hasta funcionarios de la UBA (como Emiliano Yacobitti, actual Secretario de Hacienda), que fue rápidamente acallado.
La implosión de la SIDE
Richarte llegó a su cargo en la UBA gracias al acuerdo entre el Rector Alberto Barbieri y funcionarios del gobierno nacional, como Jorge Capitanich y Julio de Vido. Es decir, tenía “luz verde” desde arriba. Es que el dúo con Barbieri tenía como objetivo cerrar un ciclo de crisis de poder que se había iniciado en la casa de estudios en 2006, cuando los estudiantes impidieron la elección de Alterini como Rector. El objetivo era homogeneizar y consolidar la dirección de la UBA, para evitar que las luchas estudiantiles y docentes continuaran propagándose.
Sin embargo, sus raíces en el espionaje se volvieron un arma de doble filo cuando la disputa entre oficialismo y oposición llegó a los servicios de inteligencia, especialmente luego de la muerte del fiscal Nisman, que derivó en una crisis política.
Cuando un sector de la SIDE comenzó a operar abiertamente contra el kirchnerismo, aquel tomo cartas en el asunto y realizó una “limpieza”, disolviéndola y copando el nuevo organismo (Agencia Federal de Inteligencia, AFI) con militantes fieles a Cristina. Al mismo tiempo, depositaba su confianza en la inteligencia militar, liderada por César Milani. En este verdadero “enroque”, Richarte quedó mal parado por sus buenas relaciones con los nuevos enemigos del gobierno, como el espía Antonio “Jaime” Stiuso. Tanto así que abandonó la defensa de Amado Boudou como primer paso formal de su alejamiento del kirchnerismo. Poco después, formalizó la renuncia a su cargo de la UBA.
El rol de la presión
estudiantil
Desde que asumió como vicerrector, Richarte recibió el repudio de muchos estudiantes y docentes. Aunque sin lograr constituirse como un movimiento opositor fuerte que pudiera echarlo de su puesto, la campaña estudiantil y el escándalo de tener semejante personaje como vicerrector habían surtido efecto en los medios de comunicación y entre los mismos estudiantes. Paradójicamente, quien había llegado para cerrar una crisis se convirtió pronto en el punto débil de la gestión de la UBA.
El Rector Barbieri hizo cálculos políticos. La combinación de los problemas concretos que venían desde arriba y las luchas estudiantiles que podían desarrollarse desde abajo, constituía un costo político demasiado elevado para mantener a Richarte en su puesto. Así decidieron echar peso por la borda, deshaciéndose del factor problemático para evitar una crisis mayor.
No hay que subestimar el papel que jugaron las iniciativas de los estudiantes en su renuncia, como las clases y actos o los pronunciamientos de personalidades progresistas, impulsadas por las organizaciones de izquierda. Pero tampoco deben sobreestimarse, porque se corre el riesgo de ver un movimiento estudiantil en pie de rebelión donde recién tenemos atisbos de lucha, que deben ser empujados para poder caminar solos. Esto es importante, porque el balance realizado por la conducción de la FUBA (tanto el Partido Obrero como Patria Grande - Mella), fue sumamente exitista: hace pasar su renuncia como victoria de una supuesta lucha estudiantil dirigida por ellos mismos. En realidad, el factor fundamental fue una crisis política a nivel nacional, cuyo peso fue suficiente para desencadenar el resultado en cuestión.
Por supuesto, a partir de ahora el evidente resquebrajamiento de las alianzas por arriba creó un escenario más propicio para continuar la pelea contra estas autoridades anti populares y corruptas. Ahora le toca rendir cuentas a Barbieri, el principal privatizador de la UBA.
Es momento de combinar el nuevo escenario abierto con la intervención independiente de los estudiantes para desarrollar un proceso de lucha y plantear “que se vayan todos” en la UBA, primer paso para avanzar en una universidad pública y gratuita al servicio de la liberación del pueblo.
David Paz
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