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El CriptoCurro de Milei
La popularidad del Milei, su credibilidad como presidente y la publicidad que hizo en Twitter / X fueron elementos clave para que el pasado 14 de febrero la criptomoneda $Libra fuera comprada por unos 44.000 usuarios en Argentina y el mundo.
De manera premeditada el 85% de stock inicial de $Libra había sido acaparado por los propios creadores (tres usuarios) y se encontraba desbloqueado, lo que habilita su venta sin restricción alguna. Cuando los creadores notaron que el precio había subido lo suficiente, en pocos segundos vendieron todo y embolsaron una ganancia de unos USD 100 millones. Como contrapartida, provocaron el derrumbe de la cotización de la criptomoneda, la evaporación del 90% de su capitalización de mercado (USD 4.400 millones) y la pérdida de los ahorros de miles de personas, cuyas inversiones en $Libra pasaron a valer… ¡prácticamente cero! Básicamente, una enorme transferencia de dinero de los inversores incautos hacia los creadores de $Libra, conocida en el ámbito cripto como rug pull.
La promoción de $Libra no fue arbitraria, no se trató de una coincidencia, sino de una jugada amañada y planificada de antemano: los analistas de criptomonedas coinciden en ello. La página web de “Viva la Libertad Project”, al cual está asociado $Libra, fue creada minutos antes y en forma totalmente anónima. A su vez, Javier Milei promocionó $Libra tan solo 23 minutos después de su creación y el tweet del presidente fue la señal de largada para las ventas de la criptomoneda, lo que habla de una operación concertada. Además, Milei conocía a los actores involucrados en la estafa y mantuvo varias reuniones con ellos, oficialmente registradas en Olivos y Casa Rosada, durante los meses anteriores: Julian Peh (Singapur, dueño de KIP Protocol, empresa creadora del “Proyecto Viva la Libertad”), Hayden Davis (EEUU, fundador de $Libra, la criptomoneda del “Proyecto…”), Mauricio Novelli (empresario fintech argentino) y Manuel Terrones Godoy (presidente de Tech Forum y socio de Novelli), entre otros.
En la telaraña de vínculos, Novelli opera como nexo de Javier y Karina Milei con el mundo cripto. Novelli organiza los encuentros entre el dúo presidencial y aquellos empresarios dispuestos a pagar decenas o cientos de miles de dólares en concepto de “patrocinio” o “asesoría” -una forma elegante de cobrar coimas. Lo mismo hacía Hayden Davis con empresarios de su entorno, según informó el periódico New York Times.
En definitiva, la evidencia apunta a que la estafa fue planeada y que Javier Milei y su entorno estuvieron no solamente en conocimiento, sino abiertamente involucrados en ella. En criollo, los Milei formaron parte de la constitución de una trama delictiva con el objetivo de obtener millones de dólares en un año electoral, a través de una estafa disfrazada de inversión financiera. La política vive del dinero mal habido, y la libertad avanza en la misma dirección.
Ahora bien, si la justicia (argentina y norteamericana) y el poder legislativo intervienen y dictaminan en uno u otro sentido respecto al involucramiento de Milei dependerá de múltiples factores. Allí entran a jugar la rosca política y judicial estadounidense, la afinidad de Milei con Trump, la relación y negociación del gobierno con el poder judicial argentino, la intervención de la oposición, el impacto en la opinión pública, entre otros. No sería extraño que caigan un par de “perejiles” y queden impunes los autores políticos de la estafa, como sucede frecuentemente en Argentina. En principio, LLA y sus aliados (PRO, UCR) bloquearon la creación de una comisión investigadora en el Senado y el gobierno anunció que se investigaría a sí mismo a través de los organismos del Estado -una mano lava la otra.
A nivel mundial, las criptomonedas funcionan como un refugio para toda clase de operaciones financieras y transferencias de dinero, gracias a la escasa regulación legal y estatal, la posibilidad de configurar las monedas a gusto de su creador, la velocidad con que fluctúan de valor y la fluidez de las transacciones a nivel internacional. Con esas características, era esperable que tarde o temprano la política se involucrara con el mundo cripto para hacer lo que mejor sabe hacer: financiarse de manera irregular. Las criptomonedas se suman así a otros métodos más clásicos de financiamiento político, como los padrones de aportantes truchos, la filtración de presupuesto estatal por diversas vías, el uso de ONGs o fundaciones pantalla, el cobro de coimas o retornos a los negocios ilegales y los aportes empresariales a cambio de posteriores ventajas, entre otras delicias.
¿Qué son las criptomonedas?
En su origen, las criptomonedas fueron concebidas como un medio de pago digital, rápido, seguro, anónimo y de bajo costo, para uso en operaciones financieras y a salvo de la manipulación de gobiernos, bancos comerciales y bancos centrales.
Dejando de lado los debates, para entenderlas rápidamente diremos que las criptomonedas son dinero (como el peso argentino o el dólar), es decir, un equivalente general de las demás mercancías. Como tal, cumplen con las funciones dinerarias, como ser medio de cambio (se pueden usar para comprar y vender cosas), reserva de valor (se pueden ahorrar) y unidad de cuenta (sirven para medir el precio de las cosas). Además, como toda moneda, dependen del consenso social: la aceptación de los actores económicos (personas) acerca de su condición de moneda.
Sin embargo, las criptomonedas tienen algunas características particulares:
- No tienen un soporte físico (billetes y moneditas) sino virtual: son un conjunto de datos digitales, encadenados en bloques (blockchains) y ubicados en la web.
- No son emitidas ni respaldadas por el Banco Central de un Estado, sino por una red descentralizada de usuarios a través del “minado de datos”, un proceso de creación y verificación de datos que funciona como un libro contable global.
- No están reguladas por ningún gobierno y las transacciones no son intermediadas por bancos o Estados, se dan directamente entre usuarios.
- El stock emitido de una criptomoneda está definido de antemano, mientras que un Banco Central puede emitir moneda a discreción.
- Las transacciones en criptomonedas quedan registradas en las cadenas de datos (por ende, son públicas y transparentes), aunque existen criptomonedas más anónimas y privadas.
- Su autenticidad no está dada por métodos de seguridad (marcas de agua, tintas especiales), sino por la criptografía, un método avanzado de cifrado y verificación de datos que impide la falsificación.
Asimismo, existen variantes que añaden o eliminan alguno de los atributos mencionados: las stablecoins, criptomonedas cuyo valor es anclado al de otros activos o divisas para reducir su volatilidad; o las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés), emitidas por un Estado como parte de su base monetaria.
A diferencia de las criptomonedas “clásicas”, las memecoins (como $Libra o $Trump) son monedas virtuales cuyo valor no está asociado a su capacidad de ejercer una función real -como ser un medio de pago virtual seguro- sino a la popularidad de una persona, objeto, imagen o personaje (real o virtual). Por eso son susceptibles a la intervención pública de influencers y personas famosas. En su mayoría se crean como bromas, tienen un valor irrisorio y están destinadas al entretenimiento de una comunidad digital, que las compra solamente por diversión. Esto las vuelve altamente volátiles (su precio varía en forma brusca) y especulativas, blanco de maniobras (como inflar artificialmente su precio y venderlas repentinamente) o de acaparamiento en grandes proporciones por parte de sus creadores, con el objetivo de manipular los precios y las transacciones. Todo ello las hace mucho más riesgosas que las criptomonedas clásicas, como Bitcoin o Ethereum.
En términos generales, la aceptación de una criptomoneda -y por ende su capacidad para representar valor- está anclada fundamentalmente en su utilidad para ser medio de cambio. Los usuarios confían en la seguridad de la tecnología de encriptado, el método utilizado en la creación y verificación de los datos contenidos en una criptomoneda, que les garantiza la autenticidad de cada bloque de datos durante las transacciones por internet. Existen muchas criptomonedas (Bitcoin, Ethereum, Binance, etc.) y cada una constituye un proyecto individual. A grandes rasgos, cuánto más robusto el proyecto y mejor elaborada una moneda, más aceptada es para transaccionar, más gente la compra y la vende, más valor adquiere, más aceptada se vuelve. No obstante, por sus características distintivas, la ausencia de respaldo y el uso limitado a determinados ecosistemas financieros, persiste el debate acerca de si las criptomonedas son efectivamente una moneda y si pueden cumplir con las funciones dinerarias.
¿A qué vinieron?
Más allá de sus características técnicas, las criptomonedas -como cualquier otro activo financiero- existen en un contexto determinado y representan allí un papel específico. Entonces, comencemos por definir la etapa actual del capitalismo, caracterizada por:
- La globalización: la integración acelerada de los espacios nacionales en el mercado mundial, la centralización del capital y la conformación de grandes conglomerados transnacionales.
- El neoliberalismo: la creciente desregulación de los mercados, la libertad de los agentes económicos y la reducción del papel económico de los Estados.
- La financiarización del capital: la primacía de las actividades financieras en el proceso de valorización del capital, a expensas de la producción, el comercio y el consumo de bienes y servicios, sumado a la penetración del capital financiero en la economía de las familias y en el funcionamiento de los Estados (vía endeudamiento).
A efectos de entender el tercer ítem, recordemos que el capital financiero es -muy simplificadamente- una forma de capital que nace de la fusión del capital productivo con el capital bancario pero que “se separa” de sus funciones anteriores, tanto de la producción y el intercambio de mercancías (capital productivo) como de la mera intermediación (capital bancario). En su lugar, monopoliza el acceso al crédito y se dedica a financiar -con diferentes mecanismos y a cambio de un interés- las inversiones necesarias para afrontar la escala creciente de los procesos productivos.
En décadas recientes, la integración y liberalización de los mercados, el estancamiento secular de la economía real y la abundancia y complejidad de los activos financieros fueron configurando un comportamiento rentista en el capital, es decir, una creciente preferencia por las actividades financieras como mecanismo para la obtención de ganancias y la valorización del capital. En criollo, la obtención de plusvalía no ya en forma directa mediante la explotación de la fuerza de trabajo en el proceso productivo, sino de manera indirecta gracias al interés que generan las novedosas y complejas formas del -en última instancia- préstamo de dinero. Entre sus múltiples consecuencias se encuentran el dominio del capital financiero (bancos, fondos de inversión, etc.) por sobre el resto de las fracciones del capital, los Estados y la política económica y el comportamiento económico de las personas.
A largo plazo, la importancia de los mercados financieros, la creciente complejidad de los derivados financieros, la velocidad de las transacciones y los comportamientos especulativos llevan a un incremento artificial o ficticio de los precios de los activos financieros, que se alejan cada vez más del valor real de los activos tangibles a los cuales -en última instancia- están relacionados. Lógicamente, eso genera un crecimiento del volumen total de capital financiero, “burbujas” de capital ficticio cuyo valor nominal es varias veces superior al de la economía real. Cuando un hecho desencadena el encuentro de ese capital ficticio con su valor real, la burbuja explota y se genera una enorme crisis financiera y económica, como sucedió en 2008 con la crisis de las hipotecas sub-prime.
¿Qué tiene que ver todo esto con las criptomonedas? Ellas fueron imaginadas y creadas con un imaginario “antisistema” de corte anarco-liberal, para escapar de la arbitrariedad de las autoridades monetarias centrales, el monopolio de los bancos sobre el dinero y las finanzas y el peso de las crisis financieras recurrentes. No obstante, como todo producto o sujeto que existe en el marco de determinadas relaciones sociales, las criptomonedas no pueden escapar a las determinaciones del modo de producción.
Insertas en un capitalismo monopolista, globalizado y financiarizado, las criptomonedas terminaron por convertirse en un activo financiero más del montón, un lugar donde los capitales financieros pueden invertir para obtener una ganancia aprovechando las fluctuaciones de precios. De hecho, los cambios en el precio de las principales criptomonedas no están asociado a la incorporación de tecnología, el incremento en las transacciones u otras variables “reales”, sino a los movimientos del capital financiero que las compra y vende en forma especulativa. El mismo derrotero sufrió la actividad fundamental de las criptomonedas: la minería de datos pasó de representar el ideal de la descentralización y la libertad (usuarios individuales produciendo datos, integrados en una red sin regulación) a convertirse en una industria más del capitalismo, sostenida por grandes capitales financieros y concentrada en pocas manos (cuatro pooles de minería explican el 60% de la actividad).
Entonces, con independencia del análisis técnico o de su utilidad como medio de cambio, las criptomonedas están lejos de ser un milagro o una salvación. Más bien son producto de las contradicciones del modo de producción y no tardaron en ser absorbidas por la lógica y la dinámica del capitalismo financiarizado.
David Paz
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