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¿Recuperación o recesión? El mito de la V
La inflación se desacelera (8,8% en abril) pero jalonada por la recesión, el deterioro de los ingresos y la caída del consumo privado.
El “enfriamiento” de la economía como método para bajar la inflación -el camino elegido por Milei y Caputo- no solamente es cortoplacista y poco efectivo, sino también perverso: supone frenar la actividad económica (producción de bienes y servicios) y deteriorar los ingresos de las personas para disminuir el consumo de la población (demanda), forzando así una baja en los precios. La caída de la producción y comercialización de bienes tiene como consecuencia suspensiones, despidos y eventualmente el cierre de establecimientos (fábricas, comercios, etc.), con la consiguiente pérdida permanente de los puestos laborales. Además, si el mercado laboral tiende a expulsar a los trabajadores, quienes mantengan su trabajo lo harán con menores sueldos y peores condiciones de contratación: cuando no hay laburo, cualquier trabajo es bueno.
En primer lugar, la recesión está vinculada a la caída del consumo privado, calculada por el INDEC en un -11% en el primer trimestre de 2024 y un -7% en abril respecto al mismo mes de 2023, con lo cual la tendencia a la baja se mantiene. Esta caída acompaña, lógicamente, a la disminución de los ingresos de la población: el gobierno de Milei se ha llevado puestos los bolsillos de asalariados (-15% desde noviembre), jubilados (entre -22% y -34% en 2024) y beneficiarios de planes sociales (aproximadamente -29% hasta abril).
Asimismo, en el primer trimestre de 2024 y a pesar del buen resultado del sector agropecuario, la actividad económica disminuyó un 5,3%, arrastrada fundamentalmente por los rubros más golpeados: la construcción y la industria manufacturera.
En el primer trimestre del año se retrajo con fuerza la industria (-9% interanual, -5% desestacionalizado) como consecuencia de la caída del consumo, con picos sectoriales en cemento, siderurgia, automotriz y metalmecánica. La industria manufacturera en particular cayó un 20% interanual. Mucho peor fue la situación en la construcción (-30% interanual), afectada por la suspensión de la obra pública.
Lógicamente la recesión no tardó mucho en reflejarse en los niveles de empleo, una de las pocas variables relativamente estables durante el gobierno anterior. Los primeros despidos masivos con Milei fueron en el Estado nacional (15.000 personas), pero rápidamente llegaron al sector privado. Según los datos del SIPA y de la Encuesta de Indicadores Laborales (Secretaría de Trabajo), entre diciembre y marzo se perdieron 100.000 puestos de trabajo registrados. Casi la mitad de estos despidos fueron la construcción y el transporte, pero también resonaron el cierre de plantas, suspensiones y despidos en industrias clave como la automotriz, alimenticia, electrónica y metalúrgica. Naturalmente, habría que añadir la pérdida del empleo no registrado (en negro), algo difícil de calcular pero que se respira en los barrios.
Un efecto lateral de la recesión es la disminución de la recaudación impositiva: si no se vende, no se pagan impuestos. A pesar del incremento de las retenciones por exportación agropecuaria y el Impuesto PAIS, el primer trimestre del año la recaudación bajó un 10,2%, jalonada por la caída del 29% de los impuestos ligados a la actividad interna (IVA, Ganancias), Bienes Personales (-69%) y los aportes de la seguridad social (-23,5%). En abril la cosa no fue mejor, con una caída del 13% interanual. Destruir la actividad económica golpea uno de los objetivos de Javier Milei: bajar el déficit fiscal, es decir, la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado, incluyendo el pago de los intereses de la deuda pública. El plan económico se muerde la cola.
Para colmo, el plan recesivo se aplica sobre una herencia económica desastrosa, con salarios y jubilaciones atrasados, una inflación in crescendo, un elevado endeudamiento externo, un acuerdo con el FMI que condiciona la política económica y reservas negativas en el Banco Central, consecuencia de los períodos de Macri (JxC) y posteriormente de Alberto Fernández (FdT). Sin embargo, la recesión es un plan consciente y deliberado de Milei, que comenzó con una devaluación del 118% apenas asumió la Presidencia, con su consecuente fogonazo inflacionario (+25% en diciembre y +20% en enero). Además, el líder libertario aplicó una triple combinación de ajuste: congeló el presupuesto del Estado a valores de 2023 afectando salarios públicos, jubilaciones, planes sociales, salud, educación y otros rubros (licuadora), realizó recortes en subsidios a la energía, obra pública y transferencias a las provincias (motosierra) y postergó el pago de las obligaciones del sector público (bicicleta o freezer). Todo lo anterior provocó un enorme costo a los bolsillos de los sectores populares. Es decir, la pérdida de los puestos de trabajo se produce con posterioridad a la reducción de los ingresos de la población: una combinación difícil de digerir. El gobierno debería tener en cuenta que el efecto electoral y la paciencia social no son eternos.
En síntesis, en seis meses de gobierno Javier Milei ha destruido la actividad económica, el consumo, el empleo y la recaudación impositiva como pocas veces se ha visto en la historia de nuestro país.
El rebote “en V” y la recuperación económica que prometió el presidente se aleja del horizonte, como ocurrió con la “lluvia de inversiones” y el “segundo semestre” de Cambiemos. En aquel entonces, la calle produjo la derrota política de Macri. La consigna de la hora es “Fuera Milei”.
David Paz
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