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Macri y la debacle de la salud pública
Tras cuatro años de Macrismo y de recetas a la neoliberal en salud, es momento de hacer un balance de lo que nos deja (y de lo que nos quitó) este gobierno en materia de salud pública para pensar nuestra agenda de lucha de cara al período que se abre.
Empezando por lo estructural, no se puede pasar por el alto el feroz ataque que significa la degradación del Ministerio de Salud a Secretaría. Esta readecuación perpetrada a mediados de 2018 significó la reducción del presupuesto a un sistema sanitario al que ya no le sobraba un peso. Los programas nacionales regulados por el ex-ministerio sufrieron, en consecuencia, recortes significativos. Los ejemplos sobresalientes expresados en porcentaje de reducción son: Cobertura de Emergencias Sanitarias (54% menos), Prevención y control de enfermedades endémicas (71%), Desarrollo de estrategias en salud familiar (76%), Atención sanitaria en el territorio (55%) y Prevención y tratamiento de patologías específicas (63%). Este desguace surgió en el marco de la reducción del gasto público acordado con el FMI para alcanzar el “déficit 0”, poniendo en evidencia una vez más de qué lado se ubicó siempre el gobierno de Cambiemos: con las demandas del imperialismo, nunca con las necesidades del pueblo.
En esta misma tónica se dieron los más de 2000 despidos en salud y el desguace de los hospitales que sufrieron esta política. Son sobresalientes los ejemplos del Posadas, el Garrahan y el Cruce, donde se desataron grandes conflictos llevados adelante por los trabajadores y usuarios, pero que no lograron aún torcer el rumbo del ajuste.
En estos últimos cuatro años se profundizó la quita de derechos en materia de salud pública: el faltante de medicamentos para HIV/SIDA, la quita de vacunas del calendario, la desfinanciación de la producción pública de medicamentos y la quita de fármacos del Plan Médico Obligatorio, son sólo algunos ejemplos de cómo lo que se ha intentado es pasar el máximo posible de gasto público en salud al bolsillo del paciente. Un bolsillo cada vez más flaco, con una inflación que no encuentra su techo, paritarias a la baja y despidos, donde la preocupación por la salud queda postergada frente a la necesidad de llevar un plato de comida a casa.
En los Hospitales y salas, los trabajadores se ven forzados a realizar sus tareas también bajo estas condiciones con sueldos a la baja, con una demanda que crece y crece con la repetición ad infinitum del mantra “perdí mi obra social”, sin insumos básicos para el ejercicio de nuestras tareas y con enfermedades que van en aumento como la sífilis y tuberculosis producto de la falta de políticas preventivas y de promoción de la salud.
No hay que sentarse a hacer números finos para balancear a este período: los índices y estadísticas nos explotan en la cara, en hospitales y centros de atención.
No podemos dejar que esta situación se siga recrudeciendo. La salud del pueblo tiene que ser una prioridad en un país donde sobran los recursos, no hay razón alguna para sujetar las urgencias de vida a los tiempos políticos de los gobiernos.
¡Con necesidades básicas insatisfechas no hay salud posible!
Puesta en pie del Ministerio de Salud nuevamente. Derogación de la CUS, impuesta de la mano del BM. Reincorporación de todos los despedidos y despedidas del sistema de salud. Basta de Precarización laboral. Aumento del presupuesto en salud para 2020. Por una salud al servicio del pueblo y no de las multinacionales y monopolios farmacéuticos. La salud es un derecho, no un bien de mercado.
Octavio Ruiz
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