Hacia el Centenario de la Revolución de Octubre I Los bolcheviques ganan los soviets

Miércoles, 16. Agosto 2017
Hacia el Centenario de la Revolución de Octubre

Luego de las Jornadas de Julio la entrega del poder a los Soviets de forma pacífica se hace imposible: sin guerra civil el tránsito es imposible porque la contrarrevolución ha triunfado gracias al apoyo de los eseristas y mencheviques. Los obreros, soldados y campesinos rusos comprendieron que a fines de julio de 1917 la primera parte de la revolución había terminad en un fracaso.

Las promesas de libertad, paz, pan y tierra que fueron las que guiaron la revolución de febrero habían sido tiradas por la borda por parte del Gobierno provisional con la alianza de los mencheviques y los eseristas. El desarrollo de la revolución en marzo y abril avanzaba pero en julio y agosto retrocede.

El general Kornilov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kerenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea de la época zarista: deseaba la continuidad de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Se convirtió rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques ‘derrotistas’.

El peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. La tensión aumentaba poco a poco, con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité Central del Partido KD(kadete), su líder, Pável Miliukov, dijo: “El pretexto lo proporcionarán los motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la vida empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.” La Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que “estos batallones no están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los bolcheviques”

Cuando el golpe militar ya estaba en marcha, las masas de obreros y soldados dirigidas por los bolchevique asaltaron las armerías y se movilizaron batallones rojos desde cada una de las fábricas donde tenían mayor trabajo político. Los bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe, Kerenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber sofocado el intento de golpe y las directivas de los bolcheviques y de Lenin daban la orden de no apoyar a Kerenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo que no podía haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo que proclamaban los bolcheviques. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la resistencia bajo la dirección política de los bolcheviques, fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia de los comunistas. Su prestigio iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.

Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375.000 a 54.000 votos, los mencheviques de 76.000 a 16.000 y el KDT de 109.000 a 101.000 sufragios, mientras que los bolcheviques aumentaron de 75.000 a 198.000 votos. La consigna de «Todo el poder para los sóviets» fue utilizada más allá del ámbito bolchevique, siendo usada por obreros del PSR o por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron una resolución en favor del poder soviético.

Las revueltas campesinas no se quedaban a la zaga: Los campesinos pobres tomaban las tierras de los señores dispuestos a no esperar más la reforma agraria prometida y nunca llevada adelante por el Gobierno Provisional. Retornaban a la vieja tradición de los levantamientos de Pugachev de antaño. Miles de soldados de origen campesino desertaban y volvían a sus pueblos y aldeas enterados de los repartos de tierras, la composición del ejército ruso tambaleaba y la cadena de mando comenzaba a desplomarse por las acciones de propaganda de los bolcheviques.

En los pocos días que transcurren desde junio a fines de agosto Lenin y los bolcheviques se transforman en la dirección mayoritaria de los sóviets, las masas de obreros y soldados afluyen hacia sus filas. El Gobierno Provisional, malherido tras el intento de golpe de Kornílov, tambalea y comienza a abrirse la posibilidad cierta de comenzar a organizar la insurrección por parte de los bolcheviques.

“Durante la revolución, millones y millones de hombres y mujeres aprenden en una semana más que en una año de vida rutinaria y monótona”, esta frase de Lenin resume los días de agosto de 1917 dónde los obreros, campesinos y soldados rusos vieron de forma palpable los límites y el fracaso del Gobierno Provisional en la dirección del gobierno y la traición de los mencheviques y los eseristas. El camino está abierto para los bolcheviques: la tarea es organizar la segunda etapa de la revolución.


Roberto Craviotto

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Miércoles, Agosto 16, 2017 - 20:45

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