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Venezuela I Tiempo de definiciones
El último intento organizado por el imperialismo estadounidense junto con la oligarquía venezolana y algunos gobiernos de la región reunidos en el Grupo de Lima, buscando desestabilizar al gobierno bolivariano y dislocar su estructura interna, ha terminado en un fracaso de las mismas proporciones que el show que habían montado. Según los planes golpistas, el 23F, luego de un festival vergonzante en la frontera colombiana, debía ser el día en que entre la “ayuda humanitaria” al territorio venezolano, distribuida por “un millón de voluntarios”. Simultáneamente, se esperaba una fractura significativa en los altos mandos de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas y, en caso de que el gobierno lograra impedir el ingreso de la “ayuda” imperialista, lo esperable era una reacción popular en forma de alzamiento cívico-militar pidiendo la cabeza de Maduro.
El fiasco fue absoluto. Los camiones de supuesta ayuda humanitaria no entraron, la legión de voluntarios que promocionó Guaidó brilló por su ausencia, la “fractura” en las FANB se redujo a un puñado de militares rasos que huyeron como ratas, atropellando civiles en la frontera, y sólo hubo algunos disturbios aislados en puntos fronterizos, mientras las grandes concentraciones de masas se dieron en repudio al escenario intervencionista montado por el imperialismo y sus empleados. Al finalizar el “Día D”, reinaba la calma en Venezuela y el “presidente interino”, así como varios grupos de lúmpenes a sueldo, contratados para provocar los incendios de camiones que recorrieron las pantallas del mundo, habían quedado del lado colombiano de la frontera.
El saldo de la jornada dejó la evidencia de un repudio renovado y generalizado a la agresión imperialista por parte del pueblo venezolano y un respaldo masivo al gobierno legítimo de Maduro. Quedó claro también que Guaidó no ejerce ningún poder dentro de Venezuela, no incide dentro de las FANB, no tiene el respaldo popular que promocionaba ni tampoco ha sido capaz de acaudillar al conjunto de la oposición. Todo esto le ha valido la recriminación de los patrones del norte, que creyeron estar en vísperas de una implosión del régimen bolivariano. Quedó claro que el golpismo y la intervención imperialista no cuentan con bases sociales suficientes para avanzar en la aventura que iniciaron. Sin embargo, hay tres factores que todavía están en condiciones de seguir usufructuando: el apoyo de gobiernos cómplices de la Casa Blanca en la región, la posibilidad de seguir financiando grupos que desestabilicen la situación fronteras adentro, y los límites, vacilaciones e indulgencia del nacionalismo burgués al frente del movimiento bolivariano con los propios golpistas.
Luego de recibir las instrucciones del Departamento de Estado yanqui, el títere Guaidó salió de gira por Sudamérica. Consciente que no hay consenso en el Grupo de Lima para una intervención militar -por el incendio que esto provocaría en el continente-, buscó ratificar el apoyo regional a su figura para redoblar la presión política y diplomática sobre el gobierno de Maduro. Al cabo de una recorrida exprés por los gobiernos cómplices del golpe retornó a Venezuela, sin capacidad de ejercer el ansiado doble poder, pero libre. Este provocador a sueldo del imperialismo, en lugar de ser inmediatamente encarcelado como corresponde a un infame traidor a la Patria, sigue libre y conspirando. Nada le impidió que se reúna con dirigentes sindicales, que haga actos públicos y que anuncie un plan de lucha escalonado para insistir con el plan de derrocar al gobierno constitucional. Si así se trata a un golpista que actúa a cara descubierta y a plena luz del día, no sorprende que los conspiradores se sientan con la impunidad necesaria para organizar un sabotaje al servicio eléctrico que mantiene en penumbras a todo el país desde hace días. Desde afuera se intensifica el bloqueo económico y la presión política y diplomática, y desde adentro se conspira buscando sumir en el caos a la población. Desde el gobierno la apuesta parece seguir siendo “jugar al desgaste” de los golpistas, cediendo constantemente la iniciativa a los enemigos del pueblo. Mientras tanto, la crisis económica y social se carga en los hombros del pueblo trabajador en su vida cotidiana.
La experiencia bolivariana está ante uno de los retos más difíciles que le ha tocado afrontar en 20 años de vida, y todo indica que las dificultades irán en aumento. Ni Trump ni ninguno de los gobiernos cómplices en la zona están en condiciones de ir hasta las últimas consecuencias en la escalada agresora contra Venezuela, todos tienen enormes dificultades puertas adentro de sus países para garantizar su continuidad. Quien sí puede y necesita poner todo en esta pelea es la clase obrera y el conjunto del pueblo venezolano, cuyo futuro pende de un hilo. Es momento de reforzar tanto la unidad antimperialista como la lucha contra los elementos más vacilantes del movimiento bolivariano. No es momento de ofrecer la otra mejilla al agresor. La mano dura contra golpistas, saboteadores y enemigos del pueblo en general, es una necesidad del pueblo trabajador para afirmarse en un rumbo revolucionario que saque a Venezuela de la crisis en la que está metida y consolide una dirección comprometida con las tareas urgentes de liberación nacional y emancipación social.
Todo paso dado en esta dirección contará sin dudas con la simpatía y solidaridad de los pueblos de la región, y será a su vez, un fuerte impulso para la rebelión contra los programas de ajuste, entrega y represión de Macri, Bolsonaro, Piñera, Duque, y todos los lacayos de Trump.
Leo Funes
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