Solidaridad con el Pueblo Wichí y los Pueblos Originarios del Chaco
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En estos días de julio el nombre de nuestra provincia resuena en la efeméride patria, de un 9 de julio que en 1816 se vivía como el momento álgido de las contradicciones que dieron forma a nuestro país: con la ausencia del Litoral y la Banda Oriental, los diputados de Buenos Aires y de las jurisdicciones interiores del Virreinato juraban por la emancipación absoluta desde una amenazada frontera de la Revolución.
Corazón espiritual de la república, a Tucumán le aguardarían muchas de las jornadas más trascendentales de la vida nacional con un pueblo protagonista y movilizado; con altibajos a lo largo del tiempo respecto a la relación con el Estado nacional (ni el Centenario o el Bicentenario destacarían por un protagonismo en detrimento de la Capital Federal), no sería hasta las dictaduras militares del siglo XX que los responsables del gobierno argentino decidieran finalmente apuñalarlo con el cierre de los ingenios en 1969 y darle muerte a sus fuerzas vivas en 1975. Irónicamente, se denominó Operativo Independencia a la ocupación militar de la provincia, con la instauración de una política económica entreguista sellada con la sangre y el silenciamiento de los trabajadores y estudiantes que abrazaron el camino de la lucha en todas sus formas. El ensayo tucumano se replicaría en otras jurisdicciones como Ledesma (Jujuy) y las detenciones arbitrarias, las torturas y el exterminio se extenderían a todas las partes durante la última dictadura. Aplastados los sueños de un futuro de lucha, los tucumanos habríamos de crecer huérfanos de la última generación que desafió las estructuras de la dependencia, al punto de que el máximo responsable militar de la represión durante el Proceso sería elegido primero como gobernador y luego como intendente ya en democracia (con un partido político que conserva hoy el lugar de tercera fuerza electoral).
El arribo del PRML a Tucumán supuso el desafío de plantarse ante el estigma de la derrota política de los 70s que marca a las tendencias de izquierda; y ante las condiciones objetivas que conectan las luchas de ayer y de hoy. En un contexto de reprimarización de las economías regionales, los trabajadores del campo y los estudiantes continúan siendo en gran medida los sujetos sociales que definen el signo de las luchas reivindicativas que tienen lugar en la provincia. Así, del hiato de los años emerge una nueva generación surgida de la profundización de las contradicciones del modelo que generó la masa de jóvenes desocupados y trabajadores precarizados que acompañan nuestras consignas. La base de nuestros nuevos compañeros no estaría en los muy escasos remanentes de las organizaciones setentistas (signadas por la claudicación ideológica) sino en el trabajo territorial: jóvenes desengañados de la política electoral y con todo por conquistar a través de la organización revolucionaria. En esta gestación angustiosa, el PRML y sus organizaciones de masas crecen, tropiezan y avanzan en los primeros pasos hacia la verdadera emancipación.
El legado de la juventud robada
Desde el territorio fueron emergiendo los primeros militantes al compás de una trayectoria de vida definida por la creciente desocupación y la miseria económica. Jóvenes, madres y trabajadores precarizados de los cordones suburbanos de la capital engrosaron pronto las filas de CUBa-MTR y han resistido ya más de un cambio de partido gobernante, los numerosos trastornos de la relación con el Estado y las promesas vacías del clientelismo barrial de temporada. Así, la movilización ha quedado instaurada como forma de supervivencia ante las postergaciones y negaciones del sistema vigente, al que se desafía coartando su intención de sacar a la gente de las calles a guisa de negociar la pobreza. Superar las coyunturas particulares de cada barrio para el trabajo común conlleva la necesidad de profundizar sobre la formación política. Politizar, como dicen los compañeros, se ha vuelto en este 2022 una prioridad absoluta en el proceso de avance de la conciencia colectiva para una intervención más firme.
Un hito al respecto lo ha constituido la participación (con la presencia de JR-CHE) en el acto realizado el 24 de abril en Pozo de Vargas, una construcción subterránea de mampostería utilizada por la última dictadura militar como sitio de inhumación clandestina. Un 24 de abril de 1976 Miguel Ángel Sosa de 42 años fue secuestrado y llevado de su casa a la fuerza por personal civil de las Fuerzas Armadas; dos días más tarde fueron secuestrados, del mismo domicilio, su hijo Víctor Hugo Sosa (de 20 años) junto a Mario Daniel Oyarzabal. 41 años más tarde el Colectivo de Arqueología Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT) encontró los restos de Miguel Ángel y de Víctor Hugo a 34 metros de profundidad, siendo luego fueron identificados por el EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense). Partiendo desde Plaza San Cayetano, se participó llevando las consignas de fue genocidio; no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos; por memoria, verdad y justicia; contra la impunidad de ayer y de hoy; no al cierre de la investigación de Pozo de Vargas; nunca más. En un contexto local de persistente negacionismo del terrorismo de Estado, el dialogo con la historia de la militancia, aún desde el trágico relato de su destrucción, ha conseguido que una generación nueva marche con muchas de las banderas que antaño sostuvieran los que ya no están. A la cuestión de los derechos humanos, rescatamos la dimensión política de la lucha de aquellos años para manifestar una continuidad con el presente. Y no abandonarla: Mario Daniel continúa hoy desaparecido.
Los estudiantes son tendencia
Copado por el clientelismo, el reformismo, y los prejuicios en general sobre las agrupaciones de izquierda, pocos estudiantes y profesionales se sumarian en estos primeros años al trabajo territorial. Circunstancia a la que se suma una mayoría de militantes propios concentrados en zonas alejadas de las casas de estudio y atravesados por situaciones de pobreza, desocupación y truncamiento de las trayectorias educativas. La instauración de la Tendencia Universitaria 29 de Mayo este junio último adquiere así una importancia de primer orden, dado que aún en su estado primigenio constituye un éxito en el mencionado acompañamiento para el avance de la conciencia general bajo el objetivo de ampliar los horizontes del quehacer político hacia ámbitos como el estudiantil.
Los protagonistas de esta experiencia son, en su mayoría, jóvenes en los primeros años de cursado con participación activa en la CUBa y la JR, tanto en las movilizaciones como en la cuestión organizativa. Su formación política en el territorio precede a la académica, y en ellos quizás se encarna el desafío de dar respuesta a las múltiples tensiones que atraviesan las juventudes por su condición de estudiantes, trabajadores y militantes en el marco de un modelo económico-social que los explota y excluye. Lo universitario es uno de esos ámbitos de clivaje del sistema, en tanto réplica o reducción del mismo como en la complejidad de las posibilidades de transformación.
Es oportuno señalar que el impulso definitivo para la creación de la Tendencia haya acontecido a partir del acompañamiento de una delegación en las elecciones de universitarias en Córdoba. A las condiciones objetivas de una juventud que crece y madura junto con el trabajo territorial, este viaje proporcionó un salto cualitativo para la construcción de una subjetividad revolucionaria al incorporar una perspectiva que ponga en discusión las contradicciones en juego en conlleva la política universitaria.
La participación inaugural de la Tendencia tucumana en las últimas jornadas de protesta en la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional de Tucumán se realizaría bajo una metodología de continuidad de la movilización como instrumento característico de la actividad territorial pero con una apertura a nuevos modos de politizar e imbricarse en la discusión política (algunas de las compañeras se desempeñan en el sector de la salud). Los reclamos en esta unidad académica devienen de la negación sistemática por parte de las autoridades a la constitución de una Facultad que reglamente presupuesto propio y un gobierno universitario acorde a las necesidades del propio estudiantado y de la sociedad en general. Genuino sostén ante la debacle universitaria que supuso la pandemia de Covid-19, los trabajadores de la salud cuentan acaso con las jornadas más extensas y riesgosas en el espectro laboral, a lo que se suma la imposibilidad –bajo sanción administrativa y de la opinión pública- de un reclamo sostenido y organizado por mejoras de sus condiciones laborales. Bastante más acentuado en lo que respecta al estamento de los enfermeros, sobre la profesión esta postergación se traslada a la propia etapa de formación en la universidad pública: en no más de tres aulas se instruye a una cantidad superior a los 5000 estudiantes con apenas infraestructura. Avalada por las autoridades, la situación es tal que no solo está lejos de los aspirantes la inclusión de hecho y la accesibilidad en el sistema educativo, sino la propia capacidad de participar en la toma de decisiones como estamento estudiantil. La 29 de Mayo acompañó el reclamo general por una Facultad de Enfermería con un gobierno universitario democrático donde se dé respuesta al derecho de una educación digna.
Renovación y renacimiento
La desaparición trágica de la juventud combativa de antaño es el último de los episodios de una independencia inconclusa, de un proceso de dependencia en favor del gran capital local y trasnacional. Empobrecida y quebrada ideológicamente, en la provincia de Tucumán reivindicar el legado político de la lucha setentista significa en sí mismo retornar a las aspiraciones de destrucción de las estructuras de expolio y explotación. Celebramos la vitalidad de los jóvenes que le ponen el hombro a la militancia; y como un gesto de reconocimiento para nuestros luchadores históricos del PRML, aquellos para quienes Tucumán fuera a la vez un recuerdo doloroso y un anhelo de porvenir.
Diego Quintero
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