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Trabajar por imponer un plan de lucha

Los trabajadores estatales tuvieron un fin de año sin tregua. La política de ajuste del gobierno de Cambiemos se vio reflejada en los despidos en el Ministerio de Trabajo, en el de Hacienda (ex Economía), en el de Educación, en el INTI, en Pensiones, por nombrar una parte. Otra cara del ajuste fue la pérdida del poder adquisitivo, entre 8 y 10 puntos (en relación al año anterior) producto de una inflación que alcanzó el 40% mientras los aumentos paritarios de 2016 fueron de entre el 27 y el 30%. Pero como si fuera poco, la política de ataque a los trabajadores se cristalizó también en la flexibilización laboral, las modificaciones a la ley de ART e incluso en el intento del Ministerio de Modernización de crear una “seudo-universidad” para los trabajadores de la Administración Pública, una verdadera provocación contemplando los altos niveles de precarización laboral, salarios bajos y pésimas condiciones de trabajo; eso no es jerarquizar al Estado, buscan evaluar a los trabajadores y garantizarle los negociados a los empresarios amigos, tercerizando las capacitaciones.
En su afán por continuar deslegitimando a los estatales incluso pretenden poner maquinas en todos los edificios para controlar el horario de entrada y de salida de cada trabajador, apelando al tan utilizado discurso de los ñoquis. Pero cuando los trabajadores exigen un salario igual a la canasta básica (que supera los $20.000), mejores condiciones de trabajo, pase a planta permanente y estabilidad laboral, más presupuesto para la aplicación de las políticas públicas la respuesta es un silencio escalofriante. Esa indiferencia a los reclamos de los estatales es la que lleva a muchos trabajadores a tener dos o hasta tres trabajos para llegar a fin de mes, y resulta que el problema es que los trabajadores fichen. Claramente el país está patas arriba.
Este contexto explica la adhesión al PARO y la masiva participación en las movilizaciones del 6, 7 y 8 de marzo. Sobran motivos para salir a manifestarse y el que no lo ve se lo lleva puesto la masa de trabajadores en la calle. Los estatales se sumaron y junto con el movimiento obrero abonaron a transformar, en los hechos, esas tres medidas aparentemente independientes una de la otra en un plan de lucha que no sólo sacudió al gobierno sino también a las direcciones sindicales que vienen utilizando a los trabajadores como prenda de negociación. Lo que quedó en claro el martes 7/03 entre chiflidos, empujones e incidentes, más allá de la internas del PJ, es que los trabajadores no están dispuestos a seguir siendo rehenes de la burocracia de turno.
Mención aparte merece el posicionamiento de los sindicatos estatales, tanto UPCN convocó a la movilización (no paro) al Ministerio de Producción con un entusiasmo irreconocible de un sindicato que se caracteriza por el silencio y los acuerdos a espaldas de los estatales con cada gobierno de turno, con idéntica línea intervino SUTECBA en la Ciudad de Buenos Aires. De las medidas del 6 y el 8 no dijeron ni mu. Por su parte las distintas fracciones de ATE con su discurso opositor buscaron diferenciarse tanto de UPCN como internamente. ATE Capital llamó a paro por 72 hs. y movilizar en cada una de las medidas, por otro lado ATE Nacional llamó a paro por 24 hs. y a parar y movilizar el 8 de marzo. Los discursos combativos y de lucha contra el gobierno de Macri resuenan en las voces de los dirigentes de ambas fracciones, para que se diluyan y pierdan sentido en la propia práctica: trasmitiendo entre la base que lo importante era sólo el 7/03, quitándole el peso pesado que tenía imponer un plan de lucha. A esto se suman los artilugios de siempre haciendo convocatorias separadas y dividiendo a los trabajadores estatales en su disputa por la CTA, intentando a su vez llevar agua para el molino del proyecto electoral de cada fracción. Nada nuevo para los estatales.
A pesar de las incongruencias de los dirigentes sindicales, por abajo se vio reflejada la bronca en la participación masiva del 6,7 y 8. No sólo tendrá que tomar nota la CGT sobre el creciente malestar y la respuesta en la calle, en particular entre los empleados de la Administración Pública aumenta el descontento y no alcanza con los discursos pendencieros de las direcciones de ATE. El peligro de la perdida de trabajo y los bajos salarios son los ejes principales que rondan los conflictos estatales, será cuestión de elevar la lucha meramente sindical a la lucha política señalando al gobierno nacional como blanco revelando sus verdaderos intereses y negociados. No se puede dejar de advertir que es un momento clave para fortalecer la unidad y coordinación de los sectores, seccionales, juntas internas, delegados y activistas combativos para poner en pie una alternativa de lucha que a partir de los tradicionales métodos de la clase obrera apueste a ganar las calles para derrotar el ajuste del gobierno de Macri. Está por delante el reclamo de las paritarias, donde el aumento no sólo debería incluir el porcentaje de la posible inflación (estimada hasta en un 24%) sino también la pérdida del poder adquisitivo en el 2016 (10% aproximadamente), las cuentas superan ampliamente el pretendido techo del 18%, los estatales deben prepararse para dar esta batalla, sobrepasando a las direcciones burocráticas de turno imponiendo un plan de lucha escalonado y acciones directas en la calle que permitan alcanzar triunfos concretos.
Ema Díaz
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