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Pandemia - Movilidad vs. hacinamiento
La identidad epidemiológica de la pandemia transcurre como una suerte de libro contable en el cual, de un lado, se computan las estadísticas de casos, de recuperados, de fallecidos, de variantes virales, de vacunas administradas, etc.; y del otro los números de las evidencias: testeos, respuesta inmune, cantidad de camas, de respiradores, de cámaras para mantener cadáveres, de fosas en el cementerio, etc.; es decir, de datos comprobables a través de los sentidos. Lo que de ordinario llamamos positivismo.
Mientras tanto, la situación sanitaria resulta cada vez más crítica. Las postales del horror que tiempo atrás veíamos en España, Francia o Italia, con terapias intensivas desbordadas, la falta de oxigeno en Manaos, la gente muriendo en el piso de los hospitales de Ecuador, las ambulancias haciendo colas en Chile, la ampliación de terrenos en los cementerios para enterrar muertos en Brasil, etc.; todo eso ya está presente en Argentina, como parte de la segunda ola.
En Córdoba, por ejemplo, donde es sabido que tanto la internación pública como privada superó el 100%, el gobernador Schiaretti acaba de decretar una alerta roja implicando en la misma el alta anticipada y el autocuidado domiciliario de los pacientes críticos. En Misiones, los enfermos aguardan su desenlace tirados en los pasillos. En el Hospital Cullen de Santa Fe acaban de instalar una cámara frigorífica para responder al exceso de muertos, y así de seguido. Un relevamiento reciente del Ministerio de Salud de la Nación señala que Santa Fe, CABA, Mendoza, San Juan, Río Negro, Tucumán y Neuquén figuran entre los distritos más complicados, pero lo cierto es que mientras estos ya están incendiados, las provincias menos afectadas han comenzado a prenderse fuego.
Entonces, ¿qué pasa con los modelados matemáticos de la curva de contagios, las directrices de los ministerios de Salud o los cientos de protocolos que supuestamente iban a prevenir lo que está sucediendo? ¿Quién es responsable? ¿El virus? ¿La población? ¿La ley de gravedad?
El epidemiólogo Jaime Breilh señaló recientemente que “un Estado que encarna los grandes intereses corporativos y las necesidades estratégicas del capital, no podría hacer suya una ciencia crítica y por eso asume el positivismo como su ciencia funcional” . Por eso, el alcance de la ciencia comprometida con este Estado hoy, en medio del horror, está a la vista.
Es sabido que el problema de la movilidad social, el presencialismo, fue el preámbulo de la debacle. Sin embargo, ¿qué evidencia a favor y en contra fue aportada?
Un estudio de octubre de 2020, de Rader y colaboradores, publicado en la revista “Nature” cotejando la movilidad social y hacinamiento durante la primera ola de la pandemia en distintas ciudades de China e Italia obtuvo como resultado una asociación significativa negativa de la Covid con la movilidad social y una asociación significativa positiva, también de la Covid, con el hacinamiento social .
De acuerdo a esta investigación los factores espaciales, como el hacinamiento y la densidad de la población, pueden elevar el riesgo de brotes sostenidos (más prolongados), incluso después de la implementación de cierres. Como contrapartida, las ciudades que están menos pobladas y tienen tasas de ataque más bajas podrían ser más susceptibles a experimentar brotes futuros si el SARS-CoV-2 se reintroduce con éxito (segunda ola). Pues bien, eso es lo que pasó durante la primera ola y lo que está pasando con la nueva ola en nuestro país.
El mayor hacinamiento y la mayor densidad poblacional observada en los principales aglomerados urbanos de la Argentina: Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Tucumán, etc., fueron determinantes en el incremento de la cuantía de enfermos, particularmente por la existencia de asentamientos y villas atiborradas en una superficie acotada. Además, las comorbilidades críticas a la hora de contraer Covid: diabetes, obesidad, síndrome metabólico, hipertensión, asma, etc., como consecuencia de la mala alimentación, el sedentarismo, el estrés, el abandono y la violencia, también resultaron preeminentes en estos espacios. Finalmente, la gota que rebalsó el vaso: la circulación del virus SARS CoV2, con una dinámica afín a los aglomerados (ambientes densamente poblados), terminó de definir la pandemia. Pandemia que por estas circunstancias se ensañó con los más pobres, los ancianos con jubilaciones de hambre residiendo en geriátricos, los sin techo durmiendo apiñados en las recovas, las familias numerosas permaneciendo en una misma habitación, etc.
¿Acaso no son un hacinamiento transitorio, una fiesta clandestina, un vagón de tren colmado o un simple encuentro familiar? Sin embargo, el gobierno y sus expertos jamás tomaron nota del fenómeno. Solo se limitaron a contar los casos y comunicarlos al final del día, sin prevenir las comorbilidades y la circulación viral en los aglomerados.
La propia movilidad social daba cuenta de no ser el problema. Para ello basta observar la aplicación “Google movility”, una suerte de cencerro que a través del teléfono celular permite obtener un mapa del desplazamiento de las personas de cada país. La misma da cuenta que durante la pandemia en Argentina la movilidad a la tiendas, restaurantes, cafeterías, centros comerciales, parques temáticos, museos, bibliotecas y cines, cayó un 30%, la visita a los parques nacionales, playas públicas, puertos deportivos, parques para perros, plazas y jardines públicos, cayó un 49%, la movilidad vinculada al transporte cayó un 23%, la movilidad en lugares de trabajo cayó un 5%, y solo aumentó la movilidad en los lugares de residencia 9% y en las farmacias y supermercados 14%. Es decir, que en general, la sociedad permaneció en sus domicilios y solo salió a comprar algo de comida y remedios.
De esta forma, el supuesto de la movilidad como problema equivale al supuesto de los comerciantes de que la liberación del flujo de personas les va a asegurar mayores ventas sin contemplar que esas mismas personas no tienen un peso en el bolsillo.
Resulta evidente, entonces, que el capitalismo no solo ha dado lugar a la emergencia del virus y a las circunstancias que han hecho posible la pandemia -en especial la pobreza-, sino además, a la imposibilidad de prevenir el surgimiento de nuevos agentes infecciosos y nuevas epidemias, al tiempo que se muestra incapaz de asegurar una existencia saludable para la inmensa mayoría de la población. Por eso resulta imperioso poner en ejercicio una práctica solidaria con los más necesitados y, a la vez, comprometida con la transformación de esta sociedad.
Eduardo Maturano
1.- Breilh J. SARS-CoV2: rompiendo el cerco de la ciencia del poder. Escenario de asedio de la vida, los pueblos y la ciencia. ASPO. Posnormales (2020): 31-90.
2.- Rader, B., Scarpino, S.V., Nande, A. et al. Crowding and theshape of COVID-19 epidemics. NatMed 26, 1829–1834 (2020). https://doi.org/10.1038/s41591-020-1104-0
3.- Informes de movilidad local sobre Covid-19. https://www.google.com/covid19/mobility/
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