De acuerdo a lo programado hacia fines del primer semestre del año, las seis centrales sindicales docentes universitarias están llevando adelante una medida de fuerza en el conjunto de las... Ver más
Movimiento estudiantil: crecer desde la política
En la mayoría de las Universidades Nacionales ya comenzaron las actividades de este 2021. Al igual que en el resto de los niveles educativos, el debate central es sobre la modalidad de las clases durante el año. En los primeros días de febrero el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) ya tomó postura: durante el primer semestre se mantendrá, en general, la modalidad virtual y se comenzará un retorno paulatino a la presencialidad, haciendo hincapié en aquellas áreas con actividades prácticas.
Ni una mención sobre cómo se garantizarían las condiciones de salubridad en aquellas facultades con cursadas masivas, ni mucho menos de dónde saldrán los recursos necesarios para el cumplimiento de los protocolos. En esa parte, al igual que el ministro Trotta, se desligan de toda responsabilidad y dejan que cada universidad decida cómo seguir. Los rectorados a su vez, hacen lo mismo y delegan la decisión en los decanatos de las facultades. Se sigue pasando la pelota y termina recayendo sobre los equipos de cátedra, armar propuestas para poder pensar un esquema de clases presenciales y virtuales. Nadie quiere pagar los platos rotos y, aprovechando la autonomía universitaria, ocultan la falta de recursos y un plan que pueda garantizar la cursada y la salud de quienes están en el sistema universitario.
Ahora bien, desde las organizaciones del movimiento estudiantil hace falta hacer un balance de lo que viene pasando. En primer lugar, la virtualidad de hecho impuso un régimen en donde se vuelve difuso hablar del “movimiento estudiantil” como sujeto. En este último año, se avanzó con un esquema de aislamiento, en donde se impuso que cada estudiante resuelva de manera individual las propias falencias del sistema universitario para garantizar la educación pública. La política de arriba fue abiertamente direccionada a romper los lazos entre estudiantes, a tal punto que tenemos suerte si se conoce con quién se está cursando. A está situación se llegó con la complicidad de las conducciones de las Federaciones y Centros de Estudiantes, que en ningún momento hicieron algo para organizar al estudiantado y se centraron en incrementar su rol de administradores de la miseria. En este sentido, hay que tener cuidado con las afirmaciones del CIN sobre que “la virtualidad llegó para quedarse” más allá de la pandemia. Detrás de eso, están los planes educativos de los Organismos Internacionales de Crédito que, además de imponer la desarticulación de la organización sindical y de la estudiantil, viene a profundizar la mercantilización de la educación pública.
En este contexto, es de resaltar los enormes esfuerzos para intentar llegar al estudiantado y no aislarse de la masa. Más si tenemos en cuenta que, como lo demuestra la propia lucha de clases en nuestro país, el movimiento estudiantil es un aliado fundamental de la clase obrera en la lucha por el poder. También sigue vigente la lectura de que, ante la falta de cursada presencial, las reivindicaciones específicas -justas, urgentes y necesarias- están en un segundo orden de prioridad. Esto último se da por una cuestión objetiva: los principales problemas de quienes estudiamos en la universidad, son los mismos que los del resto del pueblo. Está en la crisis económica que continúa agudizándose y golpeando a los bolsillos obreros y populares. Por eso la necesidad de reforzar que los estudiantes somos parte de esa juventud a la que se le niega el trabajo genuino, el poder llegar a fin de mes e incluso poder proyectar un futuro.
Con esta perspectiva, el desafío de este 2021 pasa por poder llegar y organizar a los estudiantes desde la política. Nucleando el descontento por las condiciones de vida en general y apuntando directamente a la salida inmediata: el no pago de la deuda externa. De allí la necesidad de armar un polo de estudiantes que, desde el antiimperialismo, aporte a generar propaganda, insumos y debates sobré por dónde viene una salida popular a la crisis. En ese sentido, la Autoconvocatoria por la Suspensión de Pagos e Investigación de la Deuda, es un buen espacio para propiciar y desplegar esta política.
Martina Bas
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