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Misiles sobre Siria | Oscura trama criminal de Trump
Una hora después de concluida la cena oficial entre los presidentes Trump y Xi Jinping en la Florida, dentro del marco de la visita oficial del premier chino a territorio norteamericano, 59 misiles del tipo Tomahawk partían desde los destructores USS Porter y USS Ross que navegaban en aguas del Mediterráneo oriental.
Tardaron cuatro minutos en cubrir la distancia hasta su objetivo situado en territorio sirio: la base aérea de Shayrat en la provincia de Homs. Ambos destructores forman parte del escudo antimisiles de la OTAN estacionado en la base de Rota (Cádiz, España). Los impactos de los misiles destruyeron hangares, depósitos de municiones y aviones Mig-23 y produjeron la muerte de al menos 16 personas entre militares y personal civil.
Posteriormente, en un comunicado a la nación, Trump finalizó con un llamado a las naciones ‘civilizadas’ del planeta a acabar con el terrorismo y la carnicería en Siria. Esto no es ni más ni menos que el paso previo para la constitución de una coalición internacional para intervenir militarmente contra el gobierno de al-Assad. Tanto republicanos como demócratas apoyaron el ataque. Incluso senadores tan críticos como el republicano John McCain, le ofrecieron su apoyo para futuras operaciones. Y en el exterior, la OTAN, el Consejo Europeo, el Reino Unido, Alemania, Francia, España e Italia aprobaron la acción. Las bombas han dado a Trump su primera victoria. El Senador Lindsey Graham, un veterano republicano, afirma que apoyaría un despliegue de hasta 7.000 tropas estadounidenses en Siria para derrocar a al-Assad.
La ex-secretaria de Estado del ex presidente Barack Obama brindó rápidamente apoyo al ataque de su “enemigo” en las elecciones presidenciales: admitió que deberían haber sido más “agresivos” con el régimen de Bashar al-Assad. Citó en concreto que se debería haber establecido una zona restringida de vuelos y haber tomado medidas de represalia contra las bases aéreas sirias que usaron armas químicas en el norte del país.
El motivo aducido por el gobierno norteamericano para su ataque unilateral fue el uso de gas Sarin sobre la población de siria KhanShaykhun. Si bien está comprobado el uso de esta arma química en dicha localidad no está claro si fue lanzada desde aviones del régimen de al-Assad o los aviones del régimen sirio destruyeron depósitos del gas que pertenecían a las tropas de ISIS en esa región y que se habría esparcido causando la muerte de 84 personas entre ellos 27 niños. Los antecedentes en la propia Siria en 2013 indican (aún para los registros de las Naciones Unidas), que los únicos que han utilizado estas armas químicas son algunos de los grupos terroristas que operan en territorio sirio.
Por primera vez en seis años de guerra civil e intervención imperialista sobre territorio sirio los EEUU atacan directamente al gobierno de al-Assad. Esto implica un cambio cualitativo con la doctrina Obama del “dirigir desde atrás” (lidingfrombehind) donde los EEUU se limitaban a desplegar en terreno asesores, entrenadores y minoritarias tropas de elite, a la vez que proveían armamento y tecnología a diferentes grupos rebeldes como Al-Nusra.
La inmediata reacción desde el Kremlin ha sido suspender las misiones aéreas conjuntas y pedir una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. A la vez denunciaron el ataque de Trump como unilateral y realizado por fuera de todos los marcos legales internacionales y a espaldas de la ONU. La administración Obama y hasta el ataque de la semana pasada, también la de Donald Trump, consistía en colaborar con los rusos para atacar las bases sirias del ISIS. Los EE.UU. saben que cualquier movimiento en terreno sirio ha de contar con Putin y el preaviso a Moscú para evitar bajas en sus tropas, lo que muestra que la comunicación era abierta y fluida. Pero esto ya pertenece al pasado.
El bloque ruso-iraní salió a respaldar al premier sirio, advirtiendo que un próximo ataque será contestado con las amplias capacidades de respuesta militar que tienen ambos países.
Como señalábamos al comienzo, no es un dato intrascendente que el ataque se haya llevado a cabo durante la visita del presidente chino a los EE.UU. A diferencia de la campaña electoral, el ejercicio de las funciones tiene un margen muy acotado para innovar en el frente de batalla. Trump se anotó un punto a favor al ganarse el apoyo interno y de todo el arco de aliados en la coalición internacional, al tiempo que se aleja de las denuncias sobre la injerencia de Putin en su triunfo electoral. Pero este logro se hace sobre la base de ceder ante la presión de los sectores más interesados en hundir a al-Assad, entre quienes resalta la figura de su rival, Hillary Clinton.
La clave es el uso de armas químicas, imputado al gobierno sirio. Una vez determinada esta responsabilidad, la reacción internacional, asumida por EE.UU., estaría justificada. El organismo de Naciones Unidas que está encargado de la destrucción de armas químicas nunca publicó el informe sobre el gas que mató a decena de civiles. Como suele suceder en estos casos, los medios occidentales toman la información que viene de parte del Observatorio Sirio para los DDHH, y la instalan en la opinión pública en minutos. Este organismo de propaganda sunita, con sede en Londres, y vinculado directamente a la Hermandad Musulmana (patrocinadores de los “rebeldes”-terroristas- en Siria), socios históricos de la familia Clinton.
Los misiles cayeron sobre Siria pero su sombra se extiende hasta el mismo Irán y la península coreana. Suenan los tambores de la guerra y se abre paso la doctrina Trump en clara línea de continuidad con la de Obama, Bush y Clinton.
Roberto Craviotto
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