Marxismo y lucha ecológica

Sábado, 19. Diciembre 2015
Marxismo y lucha ecológica

En los días pasados se desarrolló la 21°Cumbre de cambio climático de la ONU, fundamentalmente destinada a producir acuerdos en cuanto a la reducción de las emisiones de dióxido carbono (CO2) a la atmósfera de nuestro planeta y a la mitigación del calentamiento global. Los resultados de la cumbre no serán auspiciosos para nuestro planeta, o quedarán en el plano de las buenas intenciones, y esto básicamente porque el dominio del capital en la economía a escala planetaria -sobre todo en su etapa imperialista, y especialmente en una coyuntura de competencia de las grandes potencias- no es compatible con la preservación mínima del entorno natural ecológico.

Según los datos manejados por los especialistas en las reuniones preparatorias de la cumbre mundial, para impedir que el calentamiento global suba más de dos grados hasta el 2050 es necesario que los EEUU y la Unión Europea reduzcan las emisiones de carbono (CO2) como mínimo en un 80% o más en los próximos 35 años. Las emisiones de carbono se producen por el uso de combustibles fósiles (carbón y petróleo), en gran medida en el sector fabril -recordemos que mucha de la electricidad se produce en centrales eléctricas térmicas gracias a la quema de carbón- y en el gigantesco parque automotriz mundial. Si se planea reducir el calentamiento global, una de las tesis es consumir menos, por lo tanto producir menos, es decir que las empresas posean menos ganancias.
Simplificando la oposición: la reducción de las emisiones de CO2 va en contra de la lógica de acumulación del capital.
El problema ambiental no es un problema nuevo y ha sido tratado por los padres del marxismo. Si bien no constituía su preocupación central, encontramos numerosos pasajes y desarrollos acerca de las modificaciones resultantes del entorno natural de la especie humana por la lógica de la economía capitalista. Entre ellos es famoso el pasaje de Friedrich Engels en su Dialéctica de la naturaleza: “Así los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos en absoluto sobre la naturaleza como conquistadores sobre un pueblo extranjero, sino que le pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cerebro, que residimos en su seno; y que toda nuestra dominación radica nada más en la ventaja que tenemos sobre el conjunto de las otras criaturas, de conocer sus leyes, sirviéndonos de ellas juiciosamente”. De esta forma alertaba acerca de los peligros de la depredación del modo de producción capitalista y el crecimiento económico ilimitado en busca de la ganancia ilimitada y el beneficio rápido, sin tener en cuenta ninguna otra cosa que reproducir el capital con desprecio inaudito por el entorno natural. También Marx en La Ideología Alemana señalaba la mutua interdependencia del hombre y la naturaleza: “Se puede considerar la historia desde dos puntos de vista, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, no debemos dividir estos dos aspectos. Mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan mutuamente”.
Para los marxistas el ser humano no puede ser considerado aparte de su entorno natural: el hombre mismo es producto del trabajo de modificación de su entorno mediante su trabajo. Y la naturaleza no puede ser considerada como exterior y opuesta a la especie humana, en tanto que somos animales vivientes y también naturales y dependemos de los demás seres vivos y de los mares, lagos, atmósfera y montañas, con los que estamos en constante relación recíproca para vivir. Las separaciones abstractas y las oposiciones insuperables como materia-espíritu, alma-cuerpo, ser humano-naturaleza, conforman el pasado del marxismo. El materialismo histórico, desarrollado por Marx y Engels, plantea la interrelación y el mutuo condicionamiento de aquellos extremos. Justamente el papel del trabajo humano como creador del ser humano es la aplicación de las leyes de la dialéctica para explicar el papel de la producción. Para Marx la producción es la apropiación de la naturaleza a manos del individuo en el seno de una forma social determinada y mediante ella.
Los aportes de Marx y Engels referidos al cambio climático como los mencionados más arriba, sobre los cuales se debe hacer un estudio más exhaustivo, evocan en lo fundamental una denuncia del supuesto progreso infinito que conforma la arquitectura profunda del régimen de producción capitalista junto a la multiplicación interminable de necesidades artificiales para aumentar descomunalmente el consumo para producir más y más mercancías. Sumado a esto el descalabro económico, cuyo fruto y origen a la vez es el rol de la mercancía en el capitalismo, donde se va disociando cada vez más el valor de uso y el valor de cambio, expresado en la contradicción de que el capital produce para vender y no para satisfacer las necesidades de la humanidad, teniendo como consecuencias las crisis económicas, en donde se atiborran los depósitos de mercancías sin compradores y los pobres y desahuciados mueren de a miles por día de hambre y enfermedades curables. Esa irracionalidad del capital que se expande sobre personas y cosas gracias a la voracidad insaciable de las superganancias, que explota al trabajador extrayéndole plusvalía y contamina y destruye la naturaleza consumiéndola y contaminándola, es la que debe ser cortada de cuajo de un solo golpe: derrocando del poder a la burguesía.
He aquí el programa ambiental de los padres del marxismo. Y queremos subrayar esta línea de razonamiento: el problema ecológico es un problema de raíces económicas que amerita una resolución política. El modo de concebir la naturaleza como objeto de explotación, conquista y rapiña es derivado del sistema capitalista. Siendo un ejemplo de la tesis marxista de que el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general, es decir, el ser humano se relaciona con la naturaleza como con “una cosa”, los seres humanos se relacionan entre sí como si se tratara de “la administración de cosas”, la fetichización del sistema de producción de mercancías que es el capitalismo le asigna “propiedades humanas” a las cosas y cualidad de “cosa” a los seres vivos. La naturaleza es un objeto sobre el cual se ostenta propiedad y puede ser destruido a antojo; el otro humano también corre la misma suerte. Una solución real, profunda y duradera del problema ambiental que pone en peligro la supervivencia humana en la tierra depende esencialmente del cambio de modo de producción. La finalidad de la producción de bienes y servicios no debe ser la ganancia capitalista sino la satisfacción de las necesidades de toda la humanidad. Derrotada la lógica de lucro y el beneficio individual, suplantada por el aprovechamiento social de la producción, la distribución y el consumo, entonces la naturaleza dejará de ser una gigantesca reserva de commodities listos para arrojarlos al mercado mundial.
La producción planificada revolucionaria no puede sustentarse sin la lógica de un real desarrollo sustentable. Es más, el único desarrollo sustentable económico es una economía socialista planificada. En este punto es donde el programa revolucionario marxista-leninista abarca el desarrollo de la conciencia y de la lucha ambientalista (así como el de numerosos reclamos parciales y diseminados que no pueden encontrar el elemento unificador y estructurante para dar posibilidad real a sus propuestas de cambio social) en su más profundo y cabal sentido. En la confrontación decisiva, los que se reúnan bajo el estandarte del ecologismo y el ambientalismo, estarán representados en su doble condición de militantes por el medio ambiente expresada a través de su conciencia ecológica y de revolucionarios, por su conciencia de clase.

Roberto Craviotto

Publicado en: 
Sábado, Diciembre 19, 2015 - 16:45

Notas relacionadas