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Macri y Cristina juegan al gallito ciego
Uno de los aciertos discursivos del kirchnerismo fue venderse como depositario del antineoliberalismo y, por ello, víctima de un arco opositor destituyente, versión remasterizada de la vieja Unión Democrática.
Recientemente, Cristina Fernández, en un acto partidario realizado en la Universidad Nacional de Lanús en el marco de unas jornadas sobre salud, volvió a la carga con la idea, aunque ahora lejos de señalar a los gobiernos de Menem y la Alianza, expresiones del neoliberalismo, equiparó el concepto a Macri, al tiempo que dijo ser víctima no de la oposición destituyente sino de la persecución y los juicios en su contra como parte de una reedición del Plan Cóndor.
Ésta es parte de su estrategia de rearmado y bien vale la pena tenerla en cuenta. Llegar o no a buen puerto dependerá del ajuste de la brújula y en ésto el kirchnerismo se ha mostrado eficaz.
Sin embargo, hasta ahora el neoliberalismo de Macri resulta dudoso al tiempo que el Plan Cóndor (bis) no ha pasado de ser una teoría poco convincente.
Esto no significa dudar de la identidad política e ideológica del PRO, sino de una práctica consistente más allá de Macri y sus fans. Y ocurre que en un mundo donde las grandes potencias están virando al proteccionismo más radical y donde las ideas aperturistas se han convertido en herejías, con la única excepción de China y de quienes la ven como su tabla de salvación, difícilmente pueda alguien presumir de neoliberal sin ser tenido por desquiciado.
La reciente cumbre del Pacífico realizada en Perú, las medidas anunciadas por Trump, el Brexit, etc., dan cuenta de un mundo que no es el que Macri imaginó. Pero lo peor es el escenario capitalista local donde la economía orientada por décadas al mercado externo no se encuentra en condiciones tecnológicas de sobrevivir y no porque precisamente Macri la haya destruido en un año, más allá de su apuesta a la reprimarización, tras la eliminación de las retenciones. Tampoco, y aquí está la clave, la sociedad se muestra permisiva frente potenciales privatizaciones (independientemente) que nadie se muestre dispuesto a invertir.
Al fin y al cabo el macrismo no es más que un kirchnerismo con buenas costumbres al punto que pocos notan la diferencia: la ley antidisturbios emulan los operativos de Berni y el Proyecto X de la gendarmería K, los despidos a los militantes de la Cámpora se han compensado con nombramientos del PRO al punto de arrojar un saldo igual a cero, los planes sociales siguen vigentes y el déficit fiscal resulta idéntico. La única novedad intelectual ha sido cambiar emisión por endeudamiento, algo que a Macri no le ha permitido frenar la inflación sino mantenerla en el estado anterior. Habiendo agotado tempranamente los cartuchos del ajuste que el propio Scioli reconoció como necesarios durante su campaña, el gobierno se muestra desconcertado y la oposición burguesa de Cristina y su gente también. Ambos sectores especulan con las próximas elecciones legislativas pero a ninguno se le cae una idea.
Sólo la vida, la organización, el papel de las masas y la relación de fuerzas hablarán, pero lo cierto es que el país no arranca y lejos está de hacerlo en un contexto local e internacional complicado para el poder.
Jorge Díaz
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