Los rusos también se anotan

La llegada del presidente de Rusia, Vladimir Putín, encastra con vacíos económicos y políticos del gobierno de Cristina Kirchner. El giro fondomonetarista impuesto por los acuerdos con Chevron, el Ciadi, Repsol y el Club de París, más la voluntad de pago a los defenestrados fondos buitres destiñó el discurso kirchnerista contrario a la hegemonía del imperialismo yanqui. Claro que la ‘compensación’ ahora no proviene del lustre revolucionario de la Rusia soviética sino del capitalismo brutal y expansionista de la Rusia de Putín (lo mismo cabe decir de la visita del presidente chino Xi Jinping).

Por otra parte, la necesidad de financiamiento, para recomponer las reservas y sostener inversiones proyectadas, fuerza la búsqueda de alternativas por fuera de los condicionamientos habituales de organismos del tipo del FMI.

Por su parte, la presencia de los intereses rusos en la región se inscribe en la creciente disputa entablada con el imperialismo yanqui y de fortalecimiento del Brics, el bloque económico integrado por Brasil, Rusia, China y Sudáfrica.

Los intereses rusos son variados pero, básicamente, se concentran en energía, hidroeléctrica y nuclear, también en hidrocarburos, gas y petróleo convencionales y shale.

Junto al presidente ruso, llegó la empresa Grazprom (de capitales rusos y alemanes --Basf-- pero cuyo accionista mayoritario es el Estado ruso que controla el 51% de las acciones), que ya tiene una puerta de entrada en Vaca Muerta para su inversión.

El ingreso de este monopolio se enmarca dentro del plan trazado para el 2016 por Wintershall, junto con Total, la mayor operadora francesa, para explotar el campo Vega Pléyade, ubicado en aguas profundas de la Cuenca Austral. Para esto, ambas empresas planifican invertir 2.000 millones de dólares entre 2013 y 2017 y, para recaudar este dinero, abrieron las negociaciones con Gazprom.

Es por esto que, resultan bastante acertadas las propagandas oficiales al afirmar que “Argentina nos incluye”, así es, nos sigue incluyendo dentro de un capitalismo dependiente de los monopolios, como lo son Chevron y Gazprom y como también lo son, por ejemplo, Monsanto y Barrick Gold, que destruyen nuestro ambiente, que extraen sin reparo nuestros recursos, que nos obligan a utilizar sus servicios, que nos reprimen de la mano del gobierno nacional y los provinciales y que se quedan con millones dólares a costa de nuestro pueblo.

J.G.