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La toma de Mu-Mú y la conformación de la Lista Violeta de Alimentación
A mediados de los ’80 nuestro partido (por entonces Partido de Liberación) tuvo una intervención de peso en el gremio de la alimentación, a partir de su inserción en la fábrica Mu-Mú. El caso de Mu-Mú ha sido poco estudiado; sin embargo, se trató de una de las principales luchas sindicales dirigidas por la izquierda, en momentos en que la oposición obrera a los planes de ajuste del gobierno de Alfonsín la hegemonizaba la burocracia de Saúl Ubaldini, cuyo norte estaba puesto en el retorno al poder del peronismo. A pesar de haber culminado en una derrota, Mu-Mú da cuenta de un trabajo en profundidad que realizó una importante movilización de los trabajadores de la planta, eligió democráticamente a sus representantes, impulsó el paro activo, llevó adelante el control obrero de la producción, las ventas y los salarios, y desde allí impulsó la unidad del combativismo para disputarle el gremio a la burocracia de Daer, jerarca sindical que hoy sigue atornillado a su puesto. De todo esto se deriva la importancia de repasar esta experiencia que tuvo a nuestro partido haciendo punta, como insumo para la construcción de un sindicalismo combativo, antiburocrático y por el clasismo.
Esta nota es un extracto de una charla que brindó Manuel Malvicino (fallecido Secretario Político del Partido) en 2007 sobre el trabajo sindical de nuestro partido.
La empresa de golosinas Mu-Mú había sido vendida por sus antiguos dueños. Los nuevos propietarios pertenecían a grupos de financistas parasitarios de fuertes vinculaciones con la dictadura. A partir de allí la empresa comenzó a tener dificultades económicas que se tradujeron en demoras con el pago de los salarios a los trabajadores y mermas en la producción.
El partido tenía un camarada en Mu-Mú, Anselmo Polverari. Los problemas de la empresa tornaron urgente la necesidad de contar con organización sindical. La burocracia del sindicato, advertida de los ánimos combativos de los compañeros, retrasó las elecciones. Bajo dirección del partido se impulsó una elección sin tutela sindical ni previo aviso a la patronal. Se hizo la elección, con total participación de los trabajadores, tras la cual nuestro camarada quedó al frente de la Comisión Interna.
Ante un nuevo retraso en el pago de los salarios, se realizaron paros y retención de tareas. Pasaron los meses, la deuda se acumulaba y se decidió la toma de la empresa.
La toma ganó la calle. Se levantó una olla popular frente a la fábrica. Se buscó la solidaridad de los vecinos. Los trabajadores hicieron un escrache en las oficinas del abogado - empresario Marcópulos, denunciando la doble condición de patronal incumplidora con los trabajadores y defensor de los milicos asesinos y torturadores en pleno desarrollo del Juicio a las Juntas. Se participó en todas las marchas de DDHH para propagandizar el conflicto. Incluso se estableció una olla popular en Plaza de Mayo. Se realizaron peñas y choriceadas en el Parque Rivadavia para recaudar fondos.
Es decir, la toma de la fábrica no quedó encerrada defendiendo un galpón sino que tomó la forma de un paro activo.
Como lo recaudado en las alcancías no alcanzaba, se decidió la puesta en marcha de la fábrica produciendo con materia prima existente, y su venta posterior a cargo de los vendedores que participaban activamente de la toma. El dinero recaudado era controlado por la Comisión Interna. Se estableció una forma de pago que tenía en cuenta las necesidades particulares (familia numerosa, casos de enfermedad, etc.), todo aprobado en asambleas.
La patronal llamó a convocatoria de acreedores y reasumió la dirección de la empresa. Se comprometió a pagar los salarios caídos. De ahí en más, fue norma que todo retraso de pagos se respondía con retención de tareas.
Mientras tanto, el proceso electoral para normalizar la Seccional Capital del Sindicato de la Alimentación se aproximaba. Nuestra línea fue la de armar frentes combativos y antiburocráticos que levantaran la consigna por la recuperación sindical. Así se impulsó el armado de la Lista Violeta, en la que participaron también el MAS y compañeros del peronismo combativo. El candidato a Secretario General fue Polverari, en base a la experiencia de lucha desarrollada en la ocupación que se había prolongado por seis meses y se había alzado con el triunfo de su reapertura.
La burocracia de las 62 Organizaciones Peronistas presentó la Lista Verde, encabezada por Rodolfo Daer, quien años después alcanzaría el cargo de Secretario General de la CGT. La tercera lista era la Celeste y Blanca. Se hacía llamar “pluralista” y estaba integrada por una parte disidente de la burocracia -el grupo de “los 25”- y por el PC.
Las elecciones las ganó Daer, pero con la particularidad de que perdió en las empresas más importantes, incluso en Noel que era donde trabajaba. La que sí triunfó en las principales fábricas fue nuestra Lista Violeta. Ganamos ampliamente en Bagley y Terrabussi Pacheco, y empatamos con la Celeste y Blanca en Terrabusi Capital. Los tres establecimientos reunían la mitad del electorado. También ganamos en Canale y Stani. A pesar de ello se impuso Daer mediante el fraude consumado en las pequeñas empresas, donde no llegamos con los fiscales necesarios.
Ante la posibilidad de obtener un triunfo, el partido garantizó las fuerzas suficientes como para ocupar el sindicato en caso de que fuese necesario. La patota de Daer, al conocerse los primeros resultados en las empresas más grandes, comenzó a actuar con nerviosismo, produciéndose algunos encontronazos que preanunciaban un enfrentamiento. El peso de las comisiones internas opositoras en los principales establecimientos marcaba la endeblez del triunfo de la burocracia, que reconocía como única base de sustentación el aparato y denunciaba la carencia de base propia entre los trabajadores.
Por su parte, en Mu-Mú volvieron a producirse atrasos salariales. Para la campaña de huevos de Pascuas se acordó con la patronal empezar a producir a condición de que las ventas y los cheques de pago fueran controlados por la Comisión Interna. Se le impuso a la patronal el criterio de pagos que tuvieran en cuenta las necesidades particulares, los cuales serían fijados por los trabajadores a través de la Interna. Dicho de otra manera, hubo control de la producción y de las ventas, de la recaudación y de la forma de pago de salarios. De hecho se había logrado un doble poder en la empresa, aplicando la política del partido en toda la línea.
Simultáneamente, en el gremio, una asamblea de delegados y activistas promovía un plan de lucha con paros por turno por aumentos salariales. Que se practicaran asambleas en forma quincenal era resultado de la primavera democrática que no tardaría en estallar. Se produjeron despidos en Bagley y Terrabusi. Los trabajadores pararon y reclamaron un paro general del gremio. El partido volanteaba en Bagley llamando a la ocupación de la empresa. Nuestro secretario general, Mario Geller, participaba de la volanteada y debatía en la puerta de fábrica con los huelguistas.
Se llamó a asamblea. Las comisiones internas empezaron a pronunciarse por la huelga general. El delegado de Noel, cercano al PC, anunció que ya habían arreglado con la patronal un aumento y que no harían ninguna medida: una huelguista de Bagley le dio un sonoro cachetazo. Daer y la Directiva se retiraron de la asamblea por “falta de seguridad”. El delegado de Mu-Mú tomó el micrófono pidiendo que se retomara la asamblea con o sin la presencia de Daer y fijando posición favorable al paro general. Los delegados de Terrabausi Capital (PC) pidieron un cuarto intermedio para gestionar la presencia de Daer. El delegado de Bagley (MAS) pidió esperar a que Daer se pusiera a la cabeza de la asamblea. En medio de la confusión, se retiró una parte de la misma. Cuando retornó Daer exigió que, para continuar, se fueran los activistas y solo quedaran los “cuerpos orgánicos”. Se produjo la desmovilización y quedaron solo unas pocas comisiones internas que votaron por mayoría no hacer el paro general. El único partido de izquierda que tuvo una línea no conciliadora con la burocracia en esa asamblea fue el nuestro. Y no porque lo enunciemos, sino porque así fueron los hechos.
Mientras los despedidos de Bagley y Terrabusi iniciaron una huelga de hambre en Plaza de Mayo, los directivos de Mu-Mú pidieron su propia quiebra. Se inició una nueva lucha por la reapertura. Se logró que el síndico decidiera la puesta en marcha alquilando la fábrica por un año y que el personal fuese reincorporado. Al año no le renovaron el contrato a ningún activista ni a los delegados. El partido organizó un encadenamiento con dos activistas en la puerta de la fábrica. Se trató de lograr que los compañeros enfrentasen con medidas de lucha los despidos. Luego impulsamos un acto en la puerta de la fábrica que contó con la presencia de José Páez, delegado clasista del Sitrac, Armando Jaime, de la CGT clasista de Salta, las Madres de Plaza de Mayo y todas las fuerzas políticas de izquierda.
Días después, ya sin el activo ni los delegados Mu-Mú cerró definitivamente.
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