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La llegada del invierno llevó al límite la capacidad de tolerancia de los trabajadores de la educación y del estudiantado. Con temperaturas cada vez más bajas, la desidia de la gobernadora Vidal en provincia de Buenos Aires quedó a la vista de todos. En varias escuelas los directivos tuvieron que, por ejemplo, reducir la jornada escolar haciendo que los estudiantes entren más tarde en el turno mañana y salgan más temprano en el turno tarde para evitar los horarios con menor temperatura. Aún así, con la ola polar, el frío es insoportable a toda hora y las posibilidades de que la enseñanza y el aprendizaje tengan lugar en esas condiciones son prácticamente imposibles. Sin embargo, en este contexto no se ve a la gobernadora consternada por la falta de clases con el mismo entusiasmo con el que protesta cuando el motivo es un paro. Justamente, los paros con los que los docentes iniciamos el ciclo lectivo tenían entre su pliego de reclamos la preocupación por la infraestructura de las escuelas de la provincia. No queremos otra explosión como la que acabó con las vidas de Sandra y de Rubén hace ya casi un año y tampoco queremos congelarnos en escuelas que no tienen gas ni calefacción de ninguna clase.
La respuesta de la dirección de SUTEBA fue la denuncia de que son más de 500.000 los estudiantes afectados por la falta de gas; mientras tanto, las respuestas a nivel local no se hicieron esperar: docentes, estudiantes y la comunidad educativa en general se movilizaron o realizaron distintas medidas en varios distritos para visibilizar la problemática exigiendo una solución inmediata. Una vez más, las bases docentes demuestran las reservas de lucha.
Las cosas en CABA no son muy diferentes. Las obras del Paseo del Bajo que Macri inauguró junto a Larreta con tanto orgullo produjeron una invasión de ratas que se alojaron en varias escuelas y obligó a suspender las clases. En otros colegios las estufas no encienden o se desbordan los desagües cloacales. Nuevamente, los funcionarios no parecen preocuparse porque se pierdan días de clases cuando las causas son su propia política de vaciamiento de la educación pública. Podemos llamarlo desidia, sí, pero es más que eso. Se trata de un proyecto político en el que la educación es un privilegio para pocos y no un derecho de todos.
La tarea de los docentes en este momento debe ser preparar nuevamente las medidas de lucha que tenemos como clase trabajadora: no iniciar las clases luego del receso de invierno hasta que las escuelas estén en condiciones. Además de estufas que funcionen es necesario que haya más y mejor calidad en los comedores escolares porque no se aprende con frío y tampoco con hambre. Los estudiantes de las escuelas públicas de CABA y Provincia de Buenos Aires pasan hambre y frío. Es la política del macrismo en todos sus estamentos: nacional, provincial y municipal. No alcanza con declaraciones y denuncias, a la política de ajuste de Macri, Vidal y Larreta hay que derrotarla con la lucha.
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