Jornada de lucha contra los monopolios

Hay dos Argentinas en términos sociales. Por un lado, la de los desocupados, los trabajadores, los pequeños y medianos productores agrarios e industriales y, por el otro, la de un puñado de parásitos. Estos últimos, la gran burguesía, son la causa de pauperización y sometimiento de los primeros. Es un núcleo hegemónico, en alianza con capitales imperialistas, que controla y digita diversas ramas productivas. Dicha posición define su esencia de monopolio.
Desde el punto de vista de las condiciones de vida esta brecha se amplía cada vez más. Tal es así que, en la Argentina del 2021, no solo son pobres los desocupados, sino que gran parte de los trabajadores registrados se encuentran bajo la línea de la pobreza, las pymes cierran mientras que los monopolios acrecientan ganancias.
Es cierto que la pandemia por el Covid-19 y la herencia del proyecto basado en la timba financiera y la entrega de Mauricio Macri, empeoraron la situación económica de las mayorías. Pero no menos cierto es que el gobierno de Alberto prometió en campaña establecer cambio de rumbo, y a raíz de ello, una parte importante de la población le depositó su confianza en el 2019. Hoy, dos años después, un sector muy grande se siente decepcionado. El "peso de la mochila recibida" ya no funciona como excusa. El meollo de la cuestión radica en que la postura "dialoguista" del gobierno es objetivamente condescendiente con los grupos concentrados y ajustadora con el pueblo.
Como son los monopolios los que crean la inflación y producen la devaluación del salario, con la intención de "recuperar el poder de compra", el gobierno buscó por medio del consenso acordar con ellos un congelamiento de precios. De más está aclarar que los montos de remarcación en varios productos del rubro alimenticio superan el porcentaje promedio de la inflación, lo que significa que la retracción acordada entre los monopolios y el gobierno a los precios del 1/10 no logrará recomponer la capacidad de compra de la población, ni afectará en lo más mínimo las altísimas tasas de ganancias de los formadores de precios. A pesar de ello, los grupos económicos que producen la mayor parte de los productos de consumo masivo en el rubro alimentos, como son los casos de Molinos Rio de la Plata (Pérez Companc), Arcor (Pagani) y Ledesma (Blaquier), se negaron al pacto y demostraron quiénes son los que detentan efectivamente el poder en la Argentina.
Sin afectar intereses no existe posibilidad de mejorar la calidad de vida de la población. La conducta sumisa del gobierno lo hace efectivamente cómplice y responsable de los padecimientos del pueblo. No avanzó con la nacionalización del grupo Vicentin, no castigó a los empresarios que acopiaron el alcohol al inicio de la pandemia, no suspende los pagos al FMI a pesar de caracterizar discursivamente como una estafa al préstamo, como tampoco toma represalias contra los formadores de precios. Nada más alejado de la actitud y las banderas enarboladas durante el primer gobierno justicialista: ni “fifty-fifty”, ni soberanía política, ni independencia económica.
Con el objetivo de marcar a los responsables del hambre, bajo la consigna "con los monopolios y el FMI no hay nada que acordar", desde el PRML convocamos a una jornada de lucha nacional señalando como blanco a las empresas monopólicas. El día 29/10, en conjunto con distintas organizaciones, realizamos actos y movilizaciones en CABA, Conurbano bonaerense, Mar del Plata, Rosario, Santiago del Estero, Resistencia, San Miguel de Tucumán, San Salvador de Jujuy y Salta capital, a las puertas de Arcor, Molinos Río de la Plata y Chango Más.
A medida que la crisis se va haciendo más profunda y se agudizan los ataques a las condiciones de vida de las masas, se hace cada vez más necesario instalar, en el debate y en la práctica, que a los enemigos del pueblo no se los vence con medidas administrativas. La jornada del 29/10 fue un aporte en dirección a darle forma a este planteo, desde la lucha en las calles.
Sabrina Fara