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Grabois y Grobo sobre la economía popular
El pasado 22 de abril se llevó a cabo un debate organizado por la Universidad Nacional de Córdoba cuyo eje central fue “La productividad de la economía popular”. Del mismo participaron como figuras principales Gustavo Grobocopatel, conocido representante del sector agroindustrial -quien supo ser el “empresario modelo” de Cristina Fernández de Kirchner- y Juan Grabois, dirigente de la UTEP y principal sostén teórico de la “economía popular”. Como mediador del debate participó el ex decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias Juan Cornero, quien públicamente y en reiteradas oportunidades se ha manifestado como uno de los defensores a ultranza de las altas esferas del “agribussines” desde el ámbito académico.
Como era de esperar, Grabois comenzó lanzando una serie de denuncias apuntando a los sectores más concentrados del capital agroindustrial en defensa de la pequeña producción y la agricultura familiar, contra la tala descontrolada de los bosques, la contaminación por el uso de agroquímicos y el desplazamiento forzoso de las poblaciones rurales. Todos efectos ciertos y verificables de la producción agrícola a gran escala controlada por el capital monopólico. Ahora bien, para Grabois todos estos efectos no deseados de la producción agrícola terminan encontrando su raíz en la moralidad del capital. Es decir, en última instancia el problema se reduce a cuestiones morales y metafísicas. Ya que según Grabois, el desplazamiento del “milenario” culto cristiano y sus “valores morales” que se ha dado con desarrollo de la sociedad burguesa por el culto al dinero y la avaricia de los capitalistas, ha traído consecuencias sociales nefastas.
Como ha señalado Marx, este aspecto metafísico es inherente a la sociedad capitalista y tiene por base la producción mercantil y a través de ella la producción y acumulación de plusvalor siempre crecientes. Pues entonces para eliminar el tan odioso culto al dinero hay que abolir la producción mercantil y con ella el trabajo asalariado. No se puede moralizar al capital con los principios ético morales de la escolástica medieval.
Por otra parte, y con respecto a la concentración de la producción y de la tierra que se da en la rama agrícola con sus rasgos específicos, de la cual dio cuenta Grabois en su discurso, es posible afirmar que esto es un fenómeno natural del capitalismo y que como tal se puede advertir en todas las ramas de la producción: la concentración y centralización del capital son tendencias inherentes al mismo. Este es el resultado necesario del proceso de acumulación capitalista, lo cual implica el desplazamiento y la proletarización de los pequeños propietarios, arrendatarios, etc. De esto se puede inferir que dar en propiedad la tierra a las familias campesinas o de trabajadores rurales como proponen Grabois y los que aun sostienen las banderas de la reforma agraria no sería una solución, por lo menos en términos estructurales. Sobre esto último se desprende la cuestión central que estuvo planteada en el debate: la productividad de la economía popular o en este caso de la pequeña producción campesina. Sobre esta cuestión Grabois reconoce que los niveles de productividad de la economía popular no se ajustan a los de la producción a gran escala. Ya que como acertadamente planteó el mismo Grabois, las cooperativas insertas en la economía popular adolecen de una escasa productividad como resultado de una baja composición orgánica de capital.
Ahora bien, reconociendo la escasa productividad de la agricultura familiar, Grabois pretende que los productores de la economía popular puedan insertarse en el mercado. Sobre esta cuestión debemos atender a lo siguiente: el valor de un artículo se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir por el grado de productividad media alcanzada por la sociedad. Así, aquellos productores que no poseen ese grado de productividad, están destinados a la bancarrota. Teniendo esto en cuenta es lícito preguntarse, ¿cómo se podría sostener la agricultura familiar de baja productividad compitiendo en el mercado con la agricultura capitalista moderna? Hay dos respuestas posibles: el subsidio estatal, o como lo dieron a entender el mismo Grabois y su nuevo aliado, el rey de la soja Grobocopatel, la cooperación o asociación de los pequeños productores con el gran capital agroindustrial.
Siendo realistas y entendiendo las leyes del capital, lo que eufemísticamente Grabois y Grobocopatel llaman “cooperación” es en realidad la transformación de los pequeños productores y trabajadores rurales en mano de obra barata para el gran capital agrario. Es decir, para Grabois este parece ser finalmente el destino de la economía popular ante la quiebra de un Estado argentino cuyo compromiso principal es el pago de la deuda externa, lo cual implica necesariamente la reducción de subsidios para los trabajadores desocupados y para la economía popular, subsidios que han sido hasta ahora el verdadero sostén de la misma.
Diego Maldonado
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