La reciente aprobación del Presupuesto 2015 desnuda la bancarrota del kircherismo, quien habrá de arribar al final de su gobierno con los números en rojo y el país envuelto en graves conflictos... Ver más
Garantía de entrega
Como suele suceder para estas fechas, en torno al 33º aniversario del desembarco argentino en las islas Malvinas se dieron a conocer informaciones sobre espionaje del Reino Unido sobre la Argentina, que tendría en la mira objetivos militares y políticos locales. Al mismo tiempo salieron a la luz los resultados de exploraciones británicas que revelan la riqueza petrolera de las islas y el anuncio de futuras inversiones para explotar el subsuelo. A esto se sumó el anuncio británico de aumentar su presupuesto militar en las islas, y las declaraciones de la “presidenta malvinera” que se esmeró en aclarar que se queden tranquilos, “no somos un peligro militar para nadie”.
Coincidentemente, ambos países se encaminan hacia próximas elecciones, con lo cual, todo lo dicho debe ser leído también como expresión de garantías a los sectores que aportan a la campaña de sendos gobiernos. El gobierno británico lo hace asegurando larga vida a sus enclaves coloniales, el argentino ratificando a los inversores que acá los militares están para otra cosa.
En efecto, y en la misma línea que aquella rendición incondicional de Benjamín Menéndez, desde el gobierno de Alfonsín en adelante se ha instalado como política de Estado la “desmalvinización”, que se apoya en la idea de que el imperialismo es invencible (el británico en este caso) y la consecuente subordinación al orden imperial tal como viene barajado. El de Cristina es un gobierno inscripto en esta misma línea ideológica, solo que, como en tantos otros terrenos, revestido con un discurso “anticolonialista” que contrasta abiertamente con su práctica.
La Argentina es hoy un país sin hipótesis de conflicto para sus Fuerzas Armadas, sin sistema de defensa nacional, y sin la menor capacidad disuasiva, mucho menos frente a una potencia como el Reino Unido. La política entreguista se evidencia en la elevada participación directa o indirecta de capitales británicos en la explotación de las principales reservas petroleras y mineras. En la Patagonia, el “lugar en el mundo” de CFK, se cuentan por millones las hectáreas en manos de empresarios británicos. Y hay que recordar también que la política de “pago serial” de la deuda externa, funciona como fuente de financiamiento de las tropas con que el Reino Unido ocupa las Malvinas.
En el caso del ejército argentino, la hipótesis de conflicto que lo ordena es la que emana de la gran burguesía asociada al imperialismo que le dio origen: estar listo para actuar contra la clase obrera y el pueblo argentinos. Históricamente se ha mostrado disciplinado y bien predispuesto como última línea de defensa de los monopolios y el imperialismo frente a la insurgencia obrera y popular, y actualmente -aunque mermado en su poderío- se sigue instruyendo en el mismo oficio. La única vez que las FFAA intentaron hacerle frente a una potencia extranjera, empujadas por el oportunismo y la desesperación, terminaron claudicando vergonzosamente. Sólo están especializadas en la “guerra interna”, como lo demostraron en la “campaña del desierto”, en la semana de enero del 1919, en los numerosos golpes de estado, en los bombardeos a plaza de mayo en el 55, en la coordinación pro-imperialista del Plan Cóndor, en los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos en los 70, en los alzamientos carapintadas, por nombrar los más salientes.
La “década ganada” nos deja unas FFAA encabezadas por un genocida especialista en tareas de inteligencia como César Milani. Los abultados recursos que maneja están destinados a coordinar sus acciones con las fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia, en la vigilancia, persecución y represión de trabajadores en lucha y organizaciones de izquierda. Con estos gobiernos sumisos y entreguistas, y estas FFAA anti-obreras y cagonas frente al enemigo imperialista, la recuperación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y el resto de territorios ocupados por Gran Bretaña es sencillamente imposible. La tarea seguirá reservada para un gobierno popular revolucionario que suplante este aparato reaccionario por una fuerza de signo contrario y encare integralmente la defensa de nuestra soberanía como parte de un programa verdaderamente nacional y antiimperialista.
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