El gobierno, hacia un nuevo acuerdo con el FMI

Lunes, 10. Febrero 2025

Tocando Fondo

La obsesión del gobierno es garantizar una cotización del dólar estable y en bajos niveles, pues 2025 es un año electoral y es fundamental sostener la disminución de la inflación, el principal capital político de Milei. Todas las decisiones económicas se toman en esa clave: garantizar el flujo de dólares necesarios para el equilibrio del modelo hasta fin de año.

A grandes rasgos, el plan anual del gobierno parece ser mantener la bicicleta financiera en marcha para evitar la fuga de los inversores hacia el dólar; despejar los vencimientos de deuda en dólares y obtener fondos frescos mediante un nuevo acuerdo con el FMI; y ofrecer incentivos selectivos a los exportadores para compensar la salida de divisas por importaciones con miras a cuidar las reservas del Banco Central.

¡Todos a las bicicletas!

Por un lado, el gobierno mantiene la cotización del dólar oficial con una micro devaluación constante y controlada del 1% mensual (crawling peg) combinada con una intervención en los mercados paralelos, para evitar que se ensanche la brecha con el oficial. Esta última se implementa mediante instrumentos permanentes (como el dólar blend, que deriva divisas de la exportación de soja hacia los dólares bursátiles para bajar su cotización) o puntuales (como la compraventa de bonos por parte del BCRA). La estabilidad cambiaria cumple un doble objetivo: para la población reduce la inflación y crea un “espejismo” de consumo (turismo, importaciones), mientras que a los especuladores financieros les asegura la dolarización de sus ganancias. 

Por otro lado, el gobierno también mantiene las tasas de interés (~2,2% mensual) de los instrumentos de deuda en pesos por sobre la tasa del crawling peg (1%), permitiendo un margen de ganancia anual del 15% en dólares (Forbes, 6/2) para quienes opten por comprar los bonos que emite el Estado. Así, los inversores son atraídos hacia instrumentos de deuda en pesos, evitando que corran hacia el dólar y desequilibren la cotización de la divisa: con esa misma intención, en enero el gobierno renovó deuda en pesos pero con instrumentos que vencen en 2026. Asimismo, con la especulación financiera tan rentable y los dólares del blanqueo disponibles, los exportadores se ven incentivados a tomar deuda a cuenta de futuras exportaciones y los importadores a demorar sus operaciones, lo cual permite al BCRA comprar divisas en el mercado oficial (Forbes, 6/2). 

Esquemas como este son siempre de carácter transitorio, un parche: los inversores llegan con dólares y se retiran con más dólares, una salida costosa para las reservas del BCRA. Además, se caracterizan por su fragilidad: cambios mínimos en las condiciones (baja de tasas, suba del dólar paralelo, retirada de depósitos bancarios, cambios en los flujos internacionales de inversiones) pueden incentivar a los inversores a desarmar posiciones en pesos y huir hacia el dólar, todo en pocos días. Es lo que asomó a fines de diciembre, cuando Toyota decidió retirarse del juego y produjo un agujero de USD600 millones en las reservas en un solo día. Tras ello, el gobierno bajó el crawling peg de 2% a 1% mensual, para garantizar el atractivo de la especulación y evitar que otros grandes protagonistas se bajen de la bicicleta y produzcan una corrida cambiaria.

¿No te sobra un DEG?

Luego de los acuerdos de 2018 y 2021, Milei y Caputo trabajan en un tercer acuerdo con el FMI, que está pronto a concretarse y seguramente contenga un estiramiento de los plazos de pago y un desembolso adicional de dólares estimado en USD 11.000 millones. El objetivo es blindar con deuda el actual esquema de dólar barato y financiar la salida del cepo luego de las elecciones de octubre, entendiendo que hacerlo antes implicaría devaluar el peso e interrumpir la desinflación. 

Tras la asunción de Trump en EEUU, el FMI se inclina hacia la aprobación de un Acuerdo, dejando de lado el cuestionamiento del organismo respecto a la cotización del dólar planchada y la existencia de distorsiones como el dólar blend o el crawling peg. El miedo del “ala técnica” del FMI es que Caputo repita su comportamiento de 2018 - 2019, cuando utilizó el crédito para financiar una cotización insosteniblemente baja del dólar y facilitar la fuga de los capitales especuladores que habían ingresado al carry trade.

Con ello, en menos de siete años las tres fracciones del régimen político han hundido sus manos en el barro de la deuda externa, ubicándose -con sus diferencias- entre los responsables de la entrega del patrimonio nacional y el ajuste sobre el pueblo. La historia no los absolverá.

¿Quién paga la fiesta? 

Por un lado, un nuevo acuerdo con el Fondo reforzaría la tutela del organismo internacional sobre la economía y las finanzas del país. Si bien Milei ha dicho -y cumplido- que su programa económico es aún más agresivo que las propuestas del FMI, la firma de un nuevo compromiso de deuda abre la posibilidad a nuevos y mayores condicionamientos o metas, reforzando la imposición de una agenda de reformas estructurales en los campos laboral, previsional, impositivo y regulatorio, entre otros. Asimismo, extiende la implementación de programas de ajuste más allá de la duración del gobierno de Milei, renovando la prioridad de los acreedores internacionales por sobre el bienestar del pueblo argentino.

Por otro lado, la estabilidad del dólar con inflación en pesos produce un encarecimiento del costo de vida local medido en dólares. La consultora PxQ realizó un estudio comparativo de la canasta básica argentina, mostrando que está un 13% más cara que en otros países de la región -medida contra Brasil, la cifra llega al 19% (Cavallo, dic/24)-. A su vez, el gobierno decidió abiertamente utilizar los ingresos de la población (salarios, jubilaciones y planes sociales) como ancla inflacionaria, estableciendo o promoviendo aumentos deliberadamente por debajo de la inflación. Esto provocó en 2024 una disminución del consumo masivo del 14% respecto a 2023 (La Nación, 15/1), con la particularidad de verificarse en todo el país y en todos los canales de venta, según la consultora Scentia. La desaceleración de la tendencia en los meses de noviembre y diciembre no alcanzó para revertir el peor resultado de los últimos 20 años. 

El superávit fiscal es una condición clave del modelo, pues permite restringir la emisión de pesos para mantener estable la base monetaria y, con ello, la relación entre el peso y el dólar. Ese superávit fue conseguido recortando fuertemente los fondos que el Estado destina al pago de jubilaciones, salarios públicos, planes sociales, subsidios a la energía, inversiones y obra pública, todos rubros que afectan directa o indirectamente las condiciones de vida de los sectores populares.

Asimismo, la política de “dólar barato” perjudica a la industria y el comercio nacional, cuyos costos de producción se incrementan al mismo tiempo que bajan los precios de los bienes importados, dificultando la competencia en el mercado local, al punto de producir quiebras y cierre de establecimientos. El sector privado perdió, solo en 2024, 16.500 pymes y 120.000 puestos de trabajo (INDEC). 

Finalmente, el asunto incluso golpea al sector agroexportador, a pesar de ser altamente competitivo en el mercado global. En diciembre y enero varias empresas icónicas del sector avisaron que no podrían cubrir sus deudas. Por ello, persiste el reclamo por una devaluación que compense la caída de los precios internacionales y el incremento de los costos locales de la producción. Como está visto, incluso dentro de la gran burguesía existen ganadores y perdedores del modelo Milei. 

Llega, no llega, llega…

En cuanto a los riesgos, ya es público el cuestionamiento de la sostenibilidad del modelo a corto y mediano plazo, pues requiere un ingreso constante de dólares a la economía para contener la demanda de divisas y mantener equilibrada la balanza de pagos, en un escenario donde el BCRA acumuló fondos en 2024 gracias a la recesión pero continúa en terreno de reservas netas negativas. 

Si bien no existe un consenso entre los analistas, se verifica una tendencia a concluir que los dólares están garantizados siempre que no “pasen cosas”, como le sucedió a Macri en 2018. Diversos elementos y decisiones juegan a favor y en contra del gobierno en ese sentido.

El blanqueo orquestado desde octubre de 2024 aportó una masa de dólares que ingresaron al sistema financiero local y redujeron la presión sobre las reservas, al tiempo que fomentaron el crédito en dólares para las empresas. Ese alivio es real y tangible, aunque transitorio, pues se trata de una medida por única vez.

El dólar barato impulsa la salida de dólares por el turismo de los argentinos en el exterior, afectando tanto a las reservas del BCRA como a la demanda en el mercado paralelo (MEP, CCL). La cuenta capital, en su conjunto, fue deficitaria desde junio de 2024 y se aceleró en el último tiempo: solo en enero el BCRA debió vender unos USD 1.000 millones para contener la cotización del dólar. Con esa alerta en mano, el Ministerio de Economía redujo las retenciones a la soja en un 20% de manera transitoria para acelerar la liquidación de la cosecha, para compensar la caída de las reservas del BCRA y, gracias a la vigencia del dólar blend, aumentar la oferta de dólares en el mercado paralelo. 

En ese campo, el dólar blend es un obstáculo para la acumulación de divisas, pues deriva un 20% de lo exportado hacia el mercado paralelo de dólares, en lugar de hacerlo a las reservas del BCRA. No obstante, es un instrumento clave para mantener la oferta de dólares en el mercado paralelo  y fomentar la liquidación de la cosecha, pues garantiza un precio final más atractivo para productores y cerealeras sin el cual probablemente se frenarían las exportaciones. 

El flujo de salida de divisas tiene otro factor importante en la deuda externa, que presenta en 2025 un panorama difícil de afrontar: USD 20.000 millones en vencimientos con organismos internacionales, acreedores privados y deudas provinciales. Entre otros, esto explica el apuro del gobierno por cerrar un acuerdo con el FMI y despejar al organismo de la ecuación, emitiendo simultáneamente una señal de confianza hacia los mercados que permitan abrir el país al crédito voluntario. 

Un cuarto aspecto preocupante está en el financiamiento de las importaciones en 2025: la combinación de recuperación económica y dólar barato puede generar una tendencia a la importación de bienes extranjeros, que dependiendo de su magnitud pondría en tensión las escasas reservas del BCRA. A favor, el gobierno contará con un saldo comercial positivo gracias a las exportaciones del sector energético y el agro, que se calcula superarán la previsión de importaciones incluso en un escenario optimista de crecimiento. 

A su vez, el gobierno supo montar otro mecanismo de atracción de dólares, su nave insignia: el RIGI. Amén de mostrarse todavía un poco perezoso en su objetivo de atraer inversiones, el huevo de la serpiente está en su propia lógica: permite a los inversores remitir las ganancias y el capital al exterior en pocos años, prácticamente sin restricciones. Es decir, al potencial auge inicial de llegada de dólares extranjeros, en el mediano plazo puede sucederle el fenómeno inverso: una salida de capitales que ponga en riesgo la estabilidad financiera de las cuentas públicas. En esta dicotomía, está por verse cuánta inversión logra atraer durante 2025, el único plazo que -por ahora- le importa al gobierno. 

En suma, cuando el flujo de inversiones es positivo, el problema de la sostenibilidad es conceptual. Cuando el flujo se revierte y salen más dólares de los que entran, la situación puede derivar en una corrida cambiaria hacia el dólar. Es lo que le sucedió a Macri en 2018, quien terminó abrazado al salvavidas de hierro del FMI. El desenvolvimiento del 2025, con las tensiones económicas por arriba y las luchas populares por abajo, irá indicando hacia dónde se inclina el destino de la administración libertaria.

David Paz

Lunes, Febrero 10, 2025 - 12:00

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