Primera parte
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El 20 de noviembre se cumplieron 178 años de la Batalla de la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro -Provincia de Buenos Aires-, una de las acciones de defensa de la soberanía nacional más importantes de nuestra Historia.
Contexto previo
En 1845, mientras Juan Manuel de Rosas gobernaba la provincia de Buenos Aires y era el responsable de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, el Uruguay se encontraba en medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe (partido blanco) y Fructuoso Rivera (partido colorado). Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que había perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil; Rosas accedió con aporte de tropas y armamento y Oribe sitió la ciudad de Montevideo.
Esta situación motivó que el Reino Unido y Francia intervinieran en el conflicto, autoconvocándose como mediadores. Bajo el pretexto de lograr la pacificación, los europeos pretendían establecer relaciones comerciales directas con las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. Así, las potencias europeas buscaban explotar en beneficio propio las contradicciones entre Buenos Aires, que monopolizaba el puerto, y las provincias litorales, cuyo comercio se veía limitado por dicha situación.
En agosto de 1845, Rosas fue intimado a retirar sus tropas de Montevideo, pero rechazó la intimación. Inmediatamente, la escuadra porteña que bloqueaba Montevideo fue capturada por la flota anglo-francés combinada (históricas enemigas que debutan como aliadas). Asimismo, tuvo lugar un bloqueo al Río de la Plata donde se materializaba la política expansionista de ambas potencias que buscaban nuevos mercados para colocar sus productos, obtener la libre navegación del río Paraná, la quita de trabas al libre comercio y sus medidas aduaneras que protegían los productos nacionales. Por su parte, el gobierno uruguayo presidido por Fructuoso Rivera permitió a los invasores utilizar a la ciudad de Montevideo como una factoría comercial y a su estratégico puerto como fondeadero.
El combate
El 17 de noviembre de 1845, quince naves de guerra blindadas con torretas de artillería giratorias escoltando a 100 barcos mercantes comenzaron a remontar el río Paraná. Para intentar detener su avance, Rosas nombró al Jefe de la guarnición militar de San Nicolás, General Lucio Norberto Mansilla, comandante de las fuerzas defensoras. Éste, junto a criollos, gauchos, indios, mulatos y mujeres, trató de obstaculizar la travesía a los invasores en el paraje llamado Vuelta de Obligado a 18 kilómetros al norte de la localidad de San Pedro. Era un pronunciado recodo donde el río se angostaba a 700 metros dificultando la navegación. Mansilla ordenó tender de costa a costa tres gruesas cadenas que cerraban el paso, estribadas sobre 24 lanchones. Además, montó sobre la costa en la ribera derecha del río cuatro baterías artilladas con treinta cañones.
El combate se inició al amanecer del día 20 de noviembre y duró varias horas hasta que por la tarde la flota franco-inglesa (que superaba ampliamente en cantidad y modernidad de su armamento) desembarcó y se apoderó de las baterías. También pudieron cortar las cadenas y continuar su viaje hacia el norte. En la acción de la Vuelta de Obligado murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos. Es de destacar que, poco tiempo después, el propio Mansilla comandó las fuerzas de la Confederación en los ataques realizados río arriba a la misma flota anglo-francesa en los combates de San Lorenzo y de Toneleros. En este último combate, la flota invasora perdió seis mercantes (dos incendiados por la artillería y cuatro incendiados por sus tripulaciones al encallar) y dos de sus buques de guerra sufrieron averías de importancia. Los argentinos, por su parte, tuvieron solo un muerto y dos heridos.
La expectativa comercial para Francia y Gran Bretaña no fue lo que esperaban (solamente pudieron vender algunas armas al gobierno correntino) y regresaron sin cumplir el objetivo mercantil. Las ventas fueron tan pobres que algunos barcos volvieron a sus puntos de partida igual de cargados que como habían salido.
Tras varios meses de haber partido, las fuerzas y naves agresoras debieron regresar a Montevideo «diezmados por el hambre, el fuego, el escorbuto y el desaliento». En su vuelta a Montevideo, la flota invasora fue interceptada por Mansilla el 4 junio de 1846 en la Angostura del Quebracho. En este combate los invasores experimentaron sesenta bajas y perdieron seis naves mercantes de las que dos fueron incendiadas por la artillería y cuatro por su tripulación al encallar. Asimismo, dos de sus buques de guerra sufrieron averías de importancia. Las tropas de la Confederación únicamente tuvieron un muerto y dos heridos.
Después de largas y complicadas negociaciones diplomáticas con Francia e Inglaterra los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 (Tratado Arana – Southern), mientras que los franceses (Tratado Arana – Lepredour) lo hicieron al año siguiente. El gobierno argentino consiguió recuperar la flota nacional y la isla Martín García, el reconocimiento de la soberanía de la Argentina y de sus derechos exclusivos sobre la navegación de sus ríos interiores.
Conclusiones
La Vuelta de Obligado expresa las contradicciones que se vivían en esos años en nuestro territorio nacional.
El gobierno de Rosas sostuvo una posición digna frente a la intentona anglo-francesa. Paradójicamente, esa defensa nacional no se traducía en un proyecto de consolidación de un mercado nacional unificado, siendo el monopolio del comercio exterior, que se ejercía a través del control del puerto de Buenos Aires, la principal traba para ello. Los terratenientes de las provincias litorales resolvían parcialmente este problema exportando su producción vía Uruguay y el sur de Brasil, aunque de manera limitada. En esa contradicción trató de colarse la alianza de británicos y franceses.
Más allá de los insalvables límites de clase del proyecto rosista, rendimos homenaje a los combatientes que con valor enfrentaron la prepotencia de las potencias europeas, dejando claro con su sangre que los países periféricos, en el acierto y en el error, eran capaces de plantear sus proyectos nacionales con autonomía. El avance del desarrollo capitalista en nuestro país, y con el la formación de una moderna clase obrera, fue la condición necesaria para que un sujeto social revolucionario se pueda poner esta tarea al hombro, la cual continúa pendiente.
Ramiro Ricardi
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