Chaco I Inundaciones y desidia del gobierno

Las lluvias que cayeron entre el 8 y 9 de enero pasado en cuestión de horas inundaron, principalmente, los barrios periféricos de Resistencia. Allí donde crece la ciudad sin planificación y pululan centenares de asentamientos el agua entró a las casas y nunca bajó. En poco tiempo miles de habitantes quedaron a la deriva y dependiendo de que no llueva más para que el desastre no fuera mayor.

En poco más de una hora cayeron cerca de doscientos milímetros de agua, lo que desnudó la falta de infraestructura urbana. Los canales de desagües desbordaron y no funcionó un sistema integral de drenaje. La capital provincial y localidades adyacentes, específicamente Barranqueras y Vilelas que son poblaciones a las que bordean ríos y riachos, fueron las más afectadas. En el peor momento se evacuaron a 1500 personas.

Por varias horas no existió sistema de respuestas a los inundados y los reclamos no tardaron en ocupar las calles. Cerca de 500 damnificados protagonizaron 13 cortes de accesos al centro de la ciudad.

La falta de obras agravó el cuadro, ya que por ejemplo la falta de avances de las obras de la autovía de la Ruta 11 afectó al drenaje natural en la zona oeste de la ciudad o así la expansión del canal 16, obra que se estableció necesaria hace diez años por el crecimiento demográfico de la ciudad, que comenzó a ejecutarse en el segundo semestre del año pasado y que hoy se encuentra paralizada.

Por momentos el Gran Resistencia vivió situaciones desesperantes, con familias que lo perdieron todo, niños y abuelos en riesgo y represión policial a quienes reclamaban. Hubo cortes que fueron desalojados a tiros y varias detenciones. Los medios contaban de una supuesta atención estatal, pero a los barrios no llegaba nadie. El gobierno consiguió calmar la situación y operativizar la llegada de alimentos, agua, colchones, atención médica y bolsas de arena en centros montados en cercanías de los afectados, que por otro lado no estuvieron exentos de tensión y escaramuzas con la policía.

Es que las inundaciones se ensañan con los más castigados. El Gran Resistencia es uno de los conglomerados (después del Gran Córdoba y el Gran Paraná) donde más ha caído el empleo, según datos de noviembre pasado del Ministerio de Producción y Trabajo. La construcción, de tener 10 mil obreros en actividad allá por 2015 pasó a tener solo mil y todos los días se cuentan despidos en sectores del comercio. Existen más de 200 asentamientos en los que reside prácticamente la mitad de la población, que no accede a vivienda digna, servicios, cloacas y desagües. Algunas viviendas fueron levantadas por cooperativas de movimientos de desocupados después de sosteniads luchas, pero construidas en zonas bajas, de humedales, sin un plan de urbanización y que al momento de quedar terminadas fueron entregadas paradojalmente en actos de gobierno: así y todo quedaron bajo agua.

Repudiable el aprovechamiento del cuadro de crisis del gobernador Peppo, que suspendió sus vacaciones ante la inestabilidad social y tácitamente se lanzó como candidato para ser reelecto. Anunció obras, direccionamiento de recursos y créditos, todo de dudosa concreción. Ensució sus pies para ser fotografiado y hasta grabó un mensaje audiovisual mostrándose compungido. No fue así en un principio, cuando mandó a reprimir.

Exponente de una clase gobernante que dejó que nos tape el agua, incluyendo a intendentes, y sus aparatos políticos que históricamente gobernaron para la entrega a cambio de la miseria de los trabajadores

Así también lo que sobresalió en estas inundaciones fue la solidaridad de muchos y la organización social en medio de la desesperación con ollas populares, comedores y merenderos activos y el piquete como herramienta para que se escuche la voz de los inundados. Organización y lucha, que aun siendo descoordinada mostró la fuerza de los más necesitados para que alguna vez vaya en la dirección de que, como dice la canción, “acabe la caridad y empiece la justicia”.

Corresponsal