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Bolivia: entre la resistencia y las elecciones
La negociación entre el bloque golpista y el MAS terminó con el llamado a elecciones presidenciales y parlamentarias el próximo 3 de mayo. Es un reconocimiento al gobierno de facto de Jeanine Añez, triunfo con el cual cierra la primera etapa del golpe. Comienza la segunda: el intento de la derecha de legitimar electoralmente un régimen político y un plan económico afines a sus intereses de clase, excluyente de la población indígena, trabajadora y campesina. Mientras tanto, continúa llevando adelante una muy extendida represión.
De cara a las elecciones, el bloque del MAS definió una fórmula unificada (Luis Arce, David Choquehuanca y Evo Morales) y encabeza la intención de voto. La derecha fracasó con su Encuentro Nacional por la Unidad de Bolivia y presentó siete candidaturas, en una disputa intestina por el poder que puede tirar por la borda el conjunto del plan golpista. Tres de las figuras salientes de este proceso, Añez, Camacho y Mesa, van en tres fórmulas distintas. Sin embargo, acordaron impedir el retorno de “la tiranía” a la presidencia: es decir, no reconocerán un triunfo electoral del MAS.
Por ese motivo se mantiene vigente la amenaza policial y militar para condicionar el resultado: la derecha sabe que la disputa se gana por la fuerza y no en las urnas. Se cuentan en ese plan las huestes civiles, bandas organizadas y armadas que operan con connivencia policial. Además de los “comités cívicos” de Potosí y Santa Cruz, surgió durante el golpe la Resistencia Juventud Cochala (Cochabamba), que agrupa unos 5.000 integrantes y es reconocida por sus ataques a toda forma de oposición al golpismo.
Además de la persecución a los sectores populares, la dictadura puso en marcha una campaña oficial de hostigamiento hacia los dirigentes del MAS desde el Poder Judicial: proscribir a García Linera y Evo Morales, observar las candidaturas de Arce y Choquehuanca en el TSE, enviar citaciones a declarar en los juzgados, promover detenciones policiales, etc.
La apuesta del MAS por el retorno al poder mediante unas elecciones amañadas por la derecha y tuteladas por los militares es una ilusión peligrosa. Se trata de una continuidad de la táctica “moderada” que adoptó el partido de Morales contra el golpe (bajo la equivocada hipótesis de “impedir un baño de sangre”, igualmente consumado por los militares), en contraste con la movilización espontánea surgida desde abajo que proponía defender la democracia y las conquistas sociales con las armas, especialmente en El Alto y El Chapare. Esa táctica también estuvo detrás del desplazamiento de la candidatura del dirigente cocalero Andrónico Rodríguez en favor del economista Luis Arce.
En lugar de la “pacificación” que propone el MAS, un compás de espera favorable para los golpistas, es momento de que trabajadores, campesinos e indígenas aprovechen las debilidades y fraccionamientos del bloque golpista para reorganizar las asambleas y movilizaciones callejeras, hacer retroceder a los fascistas y desalojar del poder a la dictadura de Añez.
David Paz
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