Apuntes sobre la dependencia

Martes, 15. Marzo 2016

Este año se cumplen 200 años de la declaración de la independencia de las Provincias del Río de la Plata. Sancionada por el Congreso de Tucumán, su imposición en el campo de batalla por los ejércitos patrios dio nacimiento a nuestro país. Esta ruptura de vínculos con la metrópoli española derivó en una independencia formal, acompañada de nuevas ataduras en lo económico que, a pesar de sus transformaciones, no han sido rotas aun. En este marco, repasamos algunos elementos para la caracterización de nuestro país como capitalista dependiente, remitiéndonos al origen conceptual de dicho término -basado en la obra de Lenin-, afirmándonos en la caracterización de las clases sociales que la misma supone y dando cuenta de algunos de los debates que se generan en torno a ello.

En su obra El imperialismo, etapa superior del capitalismo, Lenin define al imperialismo como “la fase monopolista del capitalismo”, en base a cinco características centrales: la concentración de la producción y del capital al punto que da forma a los monopolios; la fusión del capital bancario con el industrial en el capital financiero; la exportación de capital por sobre la de mercancías; la formación de asociaciones internacionales monopolistas que se reparten el mundo; y la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.

En este marco, un elemento determinante será la división del mundo entre países opresores (imperialistas) y oprimidos. Los primeros exportan capitales y se hacen del control de las materias primas de los segundos, promoviendo así un desarrollo deformado del capitalismo en función de sus intereses.

Dentro de los países oprimidos hay diferencias en relación con el grado de injerencia de las potencias imperialistas. Las colonias son aquellos países que están bajo el control político, militar y territorial de un país central. Luego, señala Lenin, se presenta una variedad de “países políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática”. (ver El Imperialismo… cap. VI). Las semicolonias son aquellos países con autoridades políticas propias pero subordinadas completamente a los dictados del capital financiero. Son los países encabezados por gobiernos “títere” de alguna potencia imperialista, y en donde la lucha entre las clases dominantes tiene como determinación principal la disputa de las distintas potencias.

Las colonias y las semicolonias tienen en común -aunque en distintos grados, según el caso- un desarrollo capitalista con un alto nivel de subordinación al capital financiero y con supervivencias de modos de producción precapitalistas (como ser reminiscencias feudales y/o serviles).

Continuando el análisis, Lenin señala un caso particular de dependencia distinto al de la semicolonia, en el que pone como ejemplo a la Argentina, resaltando que su relación de dependencia financiera respecto del centro imperialista es tal que se establece un “fuerte lazo” (citado del original) entre el capital financiero y su diplomacia con la burguesía nativa.

En trabajos posteriores de Lenin y de otros dirigentes de la III Internacional estas distinciones no van a aparecer. El análisis se va a concentrar en los países coloniales y semicoloniales, poniendo el foco en las tareas nacionales de la revolución y el papel de los comunistas en las mismas. Incluso en las obras de Stalin, los conceptos de “semicolonial” y “dependiente” aparecen como sinónimos. Por fuera de los procesos europeos, la lupa de la Internacional Comunista estuvo puesta en la situación de Asia, tendiendo a asimilar mecánicamente al conjunto de los países oprimidos -incluidos los de Latinoamérica- con los rasgos de aquellos.

Esto daría lugar a análisis imprecisos de parte de los partidos comunistas locales. El PC argentino, por ejemplo, en una aplicación incorrecta de estas tesis, va a coincidir la visión liberal, al ver un país que heredó una estructura socio-económica semifeudal y, por tanto, buscando aliarse con la fracción de la burguesía que completara las “tareas nacionales” y democráticas burguesas. El punto de partida es caracterizar a los partidarios de Rivadavia primero y Mitre después, en el siglo XIX, como los “burgueses progresistas” que luchaban contra el “atraso feudal”. Estas conclusiones son sugestivamente coincidentes con las de Sarmiento en su Facundo.

Argentina: ¿semicolonia o capitalismo dependiente?

Volviendo a El imperialismo…, allí Lenin refiere a ciertas especificidades en relación a los distintos tipos de dependencia, a pesar de no dar acabada cuenta de las mismas (cosa que, por otra parte, no se propone hacer).

Ahondar en estas precisiones para el caso de nuestro país se vuelve importante, tomando en cuenta que la profundización del tema de la revolución en las colonias y las semicolonias va a venir de la mano de los aportes teóricos y prácticos de la experiencia china, siendo un lugar común -principalmente en los ’60 y los ’70, pero también en la actualidad- desde este punto de vista, homologar a la Argentina con países con mayoría de población campesina inscripta en relaciones sociales semifeudales y con una “burguesía compradora”, no propietaria de medios de producción, que juega un rol de intermediaria.

Tomando la dependencia como el rasgo principal del capitalismo local -lo que significa ubicar a la Argentina como país oprimido-, lo fundamental pasa por el análisis de las clases en nuestro país.

Al respecto, nuestro partido afirma que la gran burguesía local asociada al imperialismo, de carácter monopolista y que posee inversiones múltiples y diversificadas en la industria, la producción agropecuaria, la banca y el comercio exterior e interno, es la que detenta el poder político y dirige las principales instituciones del Estado, como el parlamento, el poder judicial y las FFAA. El grado de desarrollo relativamente alto del capitalismo local en el marco de la dependencia es lo que le da esa morfología a la gran burguesía, que en lo práctico se traduce en cierto margen de maniobra frente al imperialismo. Por eso en países como el nuestro es común la aparición de corrientes políticas que expresan a fracciones “renegociadoras” de la gran burguesía, que discuten los términos de la dependencia sin romper sus lazos, abriendo el juego a varias potencias más allá de la que tiene mayor preponderancia.

Por debajo de esta gran burguesía se ubican las distintas capas de la burguesía no monopolista, que según el nivel de asociación que tengan -en tanto socias menores- con la alianza entre la gran burguesía y el imperialismo, tendrán mayor o menor grado de contradicción con este núcleo. Esto es lo que determina la conducta política de lo que, genéricamente, podemos llamar “burguesía nacional”: de ahí su carácter vacilante. Una expresión concreta de estos sectores se pudo ver en la crisis agraria de 2008. Por último se encuentra la pequeña burguesía urbana y rural conformada por profesionales, pequeños productores y sectores cuentapropistas.

La extensión y la profundidad del desarrollo capitalista en nuestro país hacen que el proletariado sea la clase más importante, por número y por peso estructural, dentro del campo del pueblo. El campesinado no tiene la misma magnitud que en los países semicoloniales, de la misma forma que lo urbano predomina por sobre lo rural, cuestión de suma importancia a la hora de delinear la estrategia de poder.

De este breve análisis se desprende que la contradicción principal de nuestro país es la que enfrenta a la gran burguesía monopolista aliada al imperialismo de un lado, con la clase trabajadora y el pueblo por el otro. Para resolver favorablemente esta contradicción, es importante que el proletariado se de una política para atraer a la mayor cantidad posible de capas sociales en contradicción con el gran capital monopólico: de ahí que nuestro programa sea antiimperialista, antimonopolista y revolucionario, como primera etapa previa a la puesta en marcha de (al tiempo que se entrelaza con) las tareas socialistas.

Como se puede ver, caracterizar a la Argentina como país capitalista dependiente no tiene nada que ver con analizar que la dependencia sea un simple “rasgo” subsumido en una determinación principal que sería el carácter capitalista de nuestro país, y que tendría por conclusión jerarquizar la contradicción burguesía - proletariado como la principal, tomando a la burguesía como un bloque de conjunto y planteando tareas socialistas sin etapa previa (lo cual constituye, básicamente, el planteo del trotskismo). Esta lectura podría desprenderse de la que hacen algunos de los “teóricos de la dependencia” de los años ’60.Tal es la imputación que hace el PCR a la tesis del capitalismo dependiente (ver, entre otros, semanario hoy del 26/08/2015).

Facundo Palacios

Publicado en: 
Martes, Marzo 15, 2016 - 17:30

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